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El miedo

Ilustración: https://www.euroresidentes.com
Ilustración: https://www.euroresidentes.com

27 MARZO 2018

Por Manuel Yebra Fernández
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(...) El miedo, no solamente ha atenazado a los individuos, sino también a las sociedades. Ha desencadenado guerras y provocado matanzas sin fin...

El miedo es una emoción que ha acompañado a la humanidad desde sus albores. En las noches oscuras donde los animales salvajes u otros hombres nos podían atacar, los fenómenos naturales nos aterrorizaban y la comida escaseaba; el miedo era un mecanismo de defensa que nos mantenía prevenidos y alerta, e incrementaba nuestras posibilidades de supervivencia. Fueron muchos milenios donde la emoción predominante fue ésta. El miedo se enraizó en nuestros genes y en lo más profundo de nuestro cerebro, por eso, todavía, en nuestras modernas sociedades, donde todos esos peligros pueden ser controlados, seguimos sintiendo miedo. Muchas veces no conocemos sus causas pero sí percibimos sus consecuencias de angustia y ansiedad.

El miedo, no solamente ha atenazado a los individuos, sino también a las sociedades. Ha desencadenado guerras y provocado matanzas sin fin. El miedo y la desconfianza a los foráneos nos ha lanzado a la violencia, ha aupado a dirigentes sanguinarios para que nos protejan y es el origen de muchos comportamientos xenófobos que persisten en la actualidad. El extranjero nos causa miedo. El miedo está detrás de nuestras cobardías ante las injusticias sociales, transigencia de los comportamientos incívicos y dejación de nuestros derechos en el trato con la administración pública. Tenemos miedo a protestar y reclamar, y a veces, pasamos de la inacción a la violencia, porque así actúan los individuos miedosos: el mecanismo lucha-huida. Las sociedades acobardadas son presa fácil de populismos y demagogias. Tenemos ejemplos recientes de éstas situaciones.

¿Pero qué podemos hacer con nuestro miedo, si está tan arraigado en nuestra fisiología? ¿Tendremos que aceptarlo y vivir con él como algo inevitable? El miedo, como he dicho, esta ahí, anclado en nuestro cerebro mas profundo y nacemos predispuestos a padecerlo. ¿No podemos hacer nada? ¿La educación no puede hacer algo para modificar esta situación o, por el contrario, lo está fomentando? El miedo ha sido y es una herramienta fundamental para el control del individuo, tanto desde el Estado, como en el colegio y la familia, porque es el método más eficaz y ha funcionado muy bien. La amenaza y el castigo han sido, y siguen siendo, muy utilizados: cumplimos con Hacienda por miedo a las multas y controlamos la velocidad de nuestro vehículo por el radar. ¿En los colegios se estudia por el interés de las materias o por miedo a suspender los exámenes? Y en la familia, ¿cómo educamos a nuestros hijos? ¿Utilizamos las herramientas del premio-castigo para adecuar su conducta? ¿La amenaza del castigo es el referente de sus actos? ¿Aunque a veces sea presentada de forma sinuosa, la seguimos utilizando? Muchas veces, incluso, chantajeamos a los hijos con nuestro afecto. El amor de los padres nunca debe de ser moneda de cambio y se da sin contraprestaciones. No confundir el miedo con el respeto. Debemos educar a nuestros hijos en el respeto a los demás: a la autoridad, al profesor, a la persona mayor, a nuestros semejantes, pero no tenerles miedo. Un niño educado sin miedo va a ser un adulto responsable y libre: un hombre sano.

Los cambios que perduran en las sociedades son aquellos que se hacen poco a poco y que arraigan en sus miembros. No son las leyes ni los decretos los que hacen un país mejor, sino la suma de individuos capaces de actuar en libertad y sin temor. Si nuestras decisiones están libres de miedo, la sociedad se vuelve más justa y sana. El miedo ata a las personas y no las deja ser ellas mismas y manifestar lo mejor que llevan dentro.

En el niño es donde empieza todo, empiezan los miedos y también los remedios, porque, después, suele ser tarde. Cambiemos la educación, cambiemos la sociedad y empecemos a cambiar el mundo: eduquemos a nuestros hijos sin miedo.

Manuel Yebra Fernández

Licenciado en Psicología Clínica

Manuel Yebra Fernández

Licenciado en Psicología Clínica

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