El periodista catalán Enric Juliana, que va de “todólogo” sabiondo (en realidad todos los periodistas “progres” suelen pecar de sabiondos), dictaminó que la expresión “Nación de naciones” fue inventada por el socialista castellano, vinculado a Cataluña, Anselmo Carretero (E. Juliana, “Nación de naciones”, La Vanguardia, Barcelona, 10/09/2015). La ahora polémica frase también habría sido invocada durante nuestra historia democrática por algunos ilustres socialistas: el catedrático Gregorio Peces-Barba en los inicios de la Transición, como miembro de la Comisión Constitucional, y cuarenta años después por el secretario general del PSOE Pedro Sánchez, reclamando una reforma constitucional en sentido federal.
Y en medio, según Juliana, otros no menos ilustres socialistas (Jordi Solé Tura, Pasqual Maragall, José Luis Rodríguez Zapatero, Felipe González, Carme Chacón), a los que yo añadiría, que también han asumido de alguna manera el concepto de “Nación de naciones”, los catedráticos Francisco Rubio Llorente, Francisco Caamaño, Francesc de Carreras, Josep María Vallés, Ferrán Requejo, y un larguísimo etc.
Me permito citar dos artículos míos que cuestionan el conocimiento que algunos intelectuales catalanes y en general los socialistas tienen del concepto de federalismo: “Los intelectuales catalanes y el federalismo” (La Ilustración Liberal, 37, Madrid, 2008) y “La invención el federalismo moderno: tradiciones europeas y experimento americano”, kosmos-polis.com, 03/04/2014), este último con la colaboración de María Corrés Illera.
Parece que Enric Juliana ignoraba que, un siglo antes que Carretero, el poeta norteamericano Walt Whitman, y casi medio siglo antes nuestro Azorín, ya habían descubierto y empleado la expresión “Nación de naciones”. Es significativo que ambos eran escritores literarios y utilizaron la expresión metafóricamente, sin sacar en ello consecuencias de Derecho Constitucional.
Walt Whitman
En el Preface a la primera edición de su obra poética Leaves of Grass (1855), el gran bardo americano hace, precisamente, una referencia a la naturaleza poética de los Estados Unidos: “The Americans of all nations at any time upon the earth have probably the fullest poetical nature. The United States themselves are essentially the greatest poem (…) Here is not merely a nation but a teeming nation of nations…” (The Portable Walt Whitman, Ed. Mark Van Doren, The Viking Press, New York, 1973, p. 5).
La última frase traducida al español es: “Aquí no se trata meramente de una nación sino de una ubérrima nación de naciones.” Como demostró ante el trance trágico de la Secesión y la Guerra Civil, tal fórmula no se tradujo en defensa de la Confederación sino de la Unión Federal. Su admiración/fascinación por Abraham Lincoln (a cuyo martirio por la causa de la Unión dedicará dos de los más bellos poemas en lengua inglesa, incorporados a una edición posterior de Leaves of Grass: When Lilacs Last in the Dooryard Bloom´d, y O Captain! My Captain! ) le inspirará también dos magníficos ensayos políticos: Democratic Vistas (1871) y Specimen Days (1882). En el primero abogará por “the Union just issued, victorious, from the struggle with the only foes it need ever fear (namely, those within itself, the interior ones)”, y en el segundo reafirmará “the real geographic, democratic, indissoluble American Union in the present” (The Portable Walt Whitman, cit., pp. 325 y 583).
Azorín
Pese a pertenecer a la famosa Generación del 98, el maestro Azorín y asimismo Miguel de Unamuno superaron los prejuicios del arielismo (el sutil antiamericanismo ideológico-cultural hispanoamericano expuesto por José Enrique Rodó en su ensayo Ariel de 1900) y no ocultaron su admiración política por los Estados Unidos y su federalismo integrador, siendo ellos mismos intelectuales de orígenes regionales periféricos (Levante y Vascongadas) muy sensibles ante los problemas de la unidad y la soberanía nacional de España.
Concretamente, Azorín publicaría un ensayo todavía poco conocido, Los norteamericanos (1918), en el que expresa sin rubor su admiración por la democracia y la libertad estadounidenses, su Constitución federal e Imperio de la Ley, su pujanza económica y militar, así como su eficacia organizativa durante la Gran Guerra. En un momento se pregunta: “¿De qué manera esta nación o federación de naciones se ha determinado a intervenir en los asuntos de Europa?” (Azorín, Los norteamericanos, Obras Completas, tomo III, M. Aguilar editor, Madrid, 1947, p. 1103). No me consta que Azorín conociera la cita de Walt Whitman, pero no es imposible ya que era un gran lector, conocía la lengua inglesa y tenía una gran admiración por el poeta norteamericano.
A diferencia de algunos autores académicos, que siguiendo a Francisco Pi y Margall confundieron durante mucho tiempo Federalismo y Confederación, como el historiador/catedrático José Antonio Maravall y sus discípulos universitarios (los también catedráticos Juan Trías, Antonio Elorza, José Álvarez Junco, etc.), Azorín interpretaba correctamente la expresión retórica nación de naciones como federación integradora o Federalismo.
Carretero y sus cuates
El militante socialista exiliado en Méjico después de la Guerra Civil, Anselmo Carretero, inspirándose en su propio padre el castellano/castellanista Luis Carretero y en el historiador catalán/catalanista Pedro Bosch-Gimpera, publicó algunas obras en las que trató de definir a Castilla como una “nación” o “nacionalidad”, diferenciada y en oposición a León o el núcleo estatal astur-leonés (monárquico, centralista y… ¡“teocrático”!) dentro de un marco general de España como “Nación de naciones” o de la “idea pluralista de la nación”. El ex Rector de la Universidad de Barcelona utilizaría la expresión, un tanto cursi, “complejo polinacional” para justificar una “gran confederación” (P. Bosch-Gimpera, Epílogo a la obra de Anselmo Carretero, La personalidad de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos, Las Españas, Ciudad de Méjico, 1960).
De aquí se deriva, lógicamente, el concepto tan caro a las izquierdas de una España “plurinacional” (Carles Gispert y Josep María Prats, España: un Estado plurinacional, Editorial Blume, Barcelona, 1978) que han defendido recientemente Podemos y el PSOE podemizado.
A diferencia de Whitman y Azorín nuestro socialistas no parece que usen la expresión “Nación de naciones” en un sentido retórico o metafórico (ni han precisado con claridad la distinción que Friedrich Meinecke hiciera entre “nación cultural” y “nación política”), para en medio de la confusión justificar un injustificable “derecho a decidir” que les permita realizar alianzas políticas ilegales e ilegítimas (véase mi ensayo “Legalidad, Legitimidad, y Autodeterminación”,
La Crítica, 4 de Abril, 2017).