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HISTORIAS DE VIDAS POLÍTICAS, por Lorenzo López Trigal

Miguel Cordero del Campillo (1923)
Miguel Cordero del Campillo (1923)
Por Lorenzo López Trigal
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Precisamente, en este contexto, voy a sacar a colación tres autobiografías bien distintas de personajes conocidos...

... de la vida política leonesa: Miguel Cordero del Campillo, Alberto Pérez Ruíz y Luis Aznar.

La historia de vida pasa por ser una metodología de trabajo a la vez que una fuente de estudio en la investigación histórica, periodística, sociológica y antropológica, entre otras disciplinas, como es el caso de los estudios de sociolingüismo aplicado a las migraciones. En este campo temático, he tenido ocasión de utilizar este instrumento de estudio en un proyecto pluridisciplinar (María Teresa Turell, ed.: Multilingualism in Spain, Multilingual Matters, 2001. El plurilingüismo en España, Universitat Pompeu Fabra, 2007), en el que exploramos las historias de vida de portugueses y caboverdianos asentados en España, particularmente en León, a fin de obtener el relato directo de la integración social o el comportamiento lingüístico de estas comunidades lusohablantes, que a menudo utilizaban el castellano mezclado con portugués (portunhol, españogués) en las historias contadas de migrantes, y que trasladado a la canción aparece en la simpar Cesaria Évora, en letras como las de su entrañable Sodade, que todavía hoy recuerdo viva desde su escenificación en el teatro Emperador de León de los 90.

En la historia política también aparece la historia de vida como fuente de enorme importancia para explorar la memoria de los actores que se han sucedido en el tiempo y han transcendido a título personal o colectivo en hechos decisivos de un pasado que fluye sin cesar. Los historiadores de la contemporaneidad la exploran fecundamente en las memorias de los políticos de la época o de los soldados que militaron en los frentes de la Guerra Civil española, por ejemplo. Más recientemente ha sido muy amplia la literatura que sobre el periodo de la Transición ha venido a publicarse en los últimos tiempos a escala del país o de un determinado territorio o lugar y que ha tenido como documentación de base los expedientes de archivos, la bibliografía de referencia de cada época o momento, como también las entrevistas e historias de vida y a menudo las biografías de políticos.

Precisamente, en este contexto, voy a sacar a colación tres autobiografías bien distintas de personajes conocidos de la vida política leonesa: Miguel Cordero del Campillo, Alberto Pérez Ruíz y Luis Aznar. Otros personajes políticos leoneses, más bien radicados en Madrid, han contribuido también con su propia historia de vida (Rodolfo Martín Villa) o se espera de ellos una autobiografía entre personal y militante (la de José Luis Rodrígez Zapatero, además de socialistas como Maximino Barthe Arias o José Álvarez de Paz), aunque Zapatero ha sido ya biografiado, inicialmente, por Oscar Campillo y, posteriormente de forma incisiva, entre otros, por José García Abad (“El Maquiavelo de León”) y por Joaquín Leguina (“Historia de un despropósito”).

La primera autobiografía (Crónica de un compromiso, Santiago García editor, 1988) es del profesor Cordero del Campillo (1925), que ya contaba con una detallada historia de los estudios universitarios de León (1983) donde era por entonces Rector, hace una revisión de los años de la Transición política en León, después de relatar sus antecedentes familiares y académicos, donde es “cortejado” sucesivamente como candidato electoral por los aparatos del Régimen franquista y de partidos políticos de derecha, centro e izquierda (como me consta). Es bien interesante y pormenorizado lo tratado en su libro sobre la campaña electoral de la Candidatura independiente al Senado en 1977 y su actividad en el Parlamento constituyente, así como el tratamiento sobre la cuestión autonómica leonesa, en donde tendrá ocasión, por ejemplo, de señalar (pág. 437) las contradicciones y desmemorias que sobre tal cuestión expresaba en los 80 Luis Aznar.

La segunda (Recuerdos y reflexiones de un caminante, Lobo Sapiens, 2011) es de Alberto Pérez Ruíz (1935), “compañero de camino durante años”, no deja cabos sueltos de medio siglo de su vida profesional (profesor de Instituto) y política, que culmina como uno de los máximos representantes de la administración local leonesa durante las dos últimas décadas del siglo XX (alcalde de Valencia de Don Juan y Presidente de la Diputación y del PSOE de León). En la extensa publicación refleja en especial los avatares de su compromiso político, como hacía Cordero del Campillo con quien se identificaba en muchos aspectos. Valga, como ejemplo, su obstinada defensa de la participación en las Agrupaciones socialistas y Asociaciones ciudadanas, y los comentarios sobre la “escalera” en que se apoyara Zapatero en su ascenso al poder, además de las referencias de primera mano sobre su experiencia política.

Por último, la tercera historia (Haciendo memoria, Eolas ediciones, 2015) es debida a Luis Aznar Fernández (1954), político autodidacta que ha sabido destacar en las filas de UCD, CDS y PP, siempre en primera línea en las sucesivas representaciones orgánicas y parlamentarias que ha desempeñado. Las anotaciones de su diario personal y la exploración de la hemeroteca han reforzado, en general, valiosas observaciones, pero en su relato, pretendidamente objetivo, olvida, acaso por desmemoria, hechos esenciales o bien no se contrastan suficientemente: Por qué si no desprecia a compañeros de viaje como Juan Morano, Julio César Rodrigo, Luis Cuesta y ensalza a otros como Rodolfo Martin Villa o Mario Amilivia y de forma atenuada a José Antonio Cabañeros. Por qué se mete en berenjenales como calificar el desbloqueo del polígono residencial de La Lastra como “una solución ventajosa para la ciudad y 114 viviendas por hectárea” (pág. 212) o explicar “a su modo” (pág. 222) la cena con Servando Torío (empresario del Diario de León), Zapatero y Amilivia, donde se cocían (y no lo cuenta) los intereses inmobiliarios de uno de los Polígonos de la ciudad. En fin, una historia de vida desmemoriada en algunas páginas del libro, que no oculta la labor encomiable por escribir su propia historia, aunque cuente con incorrecciones de fechas, personas y visiones y no fuera aconsejado convenientemente a la hora de redactar y editar.

Ante las críticas recientes, fundadas o no, de la etapa de la Transición y postransición cabe esperar que se sigan reproduciendo nuevas historias de vida que ofrezcan sustanciales revisiones de los actores presentes en esa época, pero no solo por parte de políticos veteranos sino también de periodistas, empresarios o sindicalistas.
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