Pasmo (aparente) en cancillerías europeas ante la victoria cantada de la "ultraderecha" en Italia, que viene a consolidar la tendencia que se vive en Polonia, Hungría y hasta en la mismísima Suecia, todavía en estado de shock desde las eleciones de hace unos días. (...)
En España, dependiendo de qué medio la trate, la victoria de Meloni en Italia adquiere tintes muy diferentes. Desde la izquierda en plan agorero y la derecha con mucha cautela (la más extrema esperanzada) nadie es ajeno al cambio italiano que, aunque esperado, el paso por las urnas lo hace real e inevitable.
Las instituciones europeas se adelantan y garantizan que este cambio no afectará a sus políticas madre, como son la guerra de Ucrania, el arrinconamiento de Putin, la Agenda 2030 y el maremágnum energético... pero está por ver lo que ha de pasar.
En España, una Macarena Olona en camino de rosas (hace falta saber de las espinas) se imagina Meloni de pelo castaño en unos años, celebrando su triunfo en un nuevo y quimérico partido que podría ser "Los hijos de España".
¿Qué nos traerá el futuro? De momento los señores del poder real (el Gobierno de la nación) se preparan con armas y bagajes sin fin, dando bandazos ante el previsible cambio Sánchez-Feijóo. Lo mismo en las filas conservadoras pero con más incertidumbre en eso de nadar y guardar la ropa.
Entretanto, son muchos los que confían en que el previsible cambio, que necesariamente ha de pasar por el señor Feijóo, culmine, esta vez de verdad, con la llegada al poder en la siguiente jugada del recambio de Feijóo: Isabel Ayuso. Largo plazo, sí, pero ese será el final de los experimentos y la vuelta del ¿bueno? ¿malo? bipartidismo.