... En este mes de difuntos que se inició el día 1º con la festividad de Todos los Santos y sigue con la del día 2º Todos los difuntos –¿quién no tiene uno o varios entre sus familiares?– la música cobra un protagonismo singular en la liturgia católica. Todos los grandes compositores desde los clásicos como Vivaldi o Mozart, pasando por los Románticos Verdi o los más modernos Berlioz, Gounod, Dvorak, llegando a los actuales como el gran compositor Arvo Pärt, han dejado notables obras con diferentes estilos musicales pero con igual profundidad, que han plasmado con notas brillantes las realidades últimas: Muerte, Juicio, Infierno, Purgatorio, Cielo.
La madre y origen de estos Requiem diferentes en la música, pero idénticos en la letra, está en la famosa secuencia de la Misa Gregoriana Por los difuntos, la obra de música sacra más grabada, junto con El Mesías de Händel, conocida por sus palabras iniciales: «Dies irae, dies illa». En sus versos se pueden encontrar todos los sentimientos más profundos que conmueven al ser humano: desde la resurrección y el Juicio Final convocado por la por la trompeta bíblica –que hace temblar a todos los que tienen que comparecer ante el Rey de Tremenda Majestad que salva gratuitamente–, hasta los momentos más sublimes de piedad y ternura en los versos del «Recordare, Jesu pie». Los patéticos del «Confutatis maledictis, flammis acribus addictis», los finales en los que se pide el descanso eterno para los salvados: «Pie Jesu Domine, dona eis requiem. Amen».
Noviembre es un buen mes para la buena y profunda música. Frente a esta gran cultura religiosa nos quieren colonizar con el reaccionario Halloween, su antítesis radical más soez y degradante por satánico.
Fidel García Martínez