... Este año nuestro clérigo vitalista no fue el jueves de lardero, a disfrutar de los placeres inocentes, no porque la austera doña cuaresma se lo impidiera, sino esa otra señora letal y tétrica que es la Covid-19, quien no tolera que los amantes de charangas, murgas y caretas exhiban sus esperpénticos disfraces en público y en directo, con total libertad y sin cohibiciones físicas de la autoridad o del mal tiempo. Ahora todo es telemático, a distancia, sin presencia física que ha dejado pueblos y ciudades sin el derroche de luz, color, y ruido en los los días previos al Miércoles de Ceniza.
La batalla campal que el Arcipreste relata en su joya épica, la inicia el arrogante y sanguinario Don Carnal, quien con su vitalismo hedonista y voraz se impone sin contemplaciones de ayunos y abstinencia a la Cuaresma, que espera su venganza y prepara sus estrategias austera para que el Miércoles de Ceniza le recuerde a todo el mundo que llegan tiempos de sacrifico, ayuno y abstinencia. Tiempo Santo, Conversión y perdón de los pecados, esa palabra maldita, en la sociedad postmoderna y nihilista, que parece invadirlo todo.
Con este bélico canto el Genial Clérigo, trata de poetizar una tendencia profunda en el ser humano: la lúdico-festiva con la que tiende a rebelarse contra la opresión de lo que llaman normalidad, sometida a la tiranía del reloj y de los estrictos reglamentos que controlan su existencia y que anulan la creatividad y la libertad.
La Covid-19 está demostrando e imponiendo lo que algunos llamaban la nueva normalidad, que nada tiene que ver con lo que prometían, sino todo lo contrario. Este año el carnaval real ha invernado, sólo queda el del mando a distancia.
fidel García Martínez