No importa que la situación de la nación española sea otra, que la fortaleza o debilidad de su jefe sea otra, que los suyos compartan banquillo -esta vez azul- con podemitas o comunistas, que los suyos compartan escaños con rufianes y escupidores presentes o ausentes, nada importa... la señora Lastra, doña Adriana, incólume, vaciará su carga de odio contra aquellos que no son ellos -si son de la derecha, mejor- siendo así la espita de su jefe que, obligado a contemporizar con "la gente" casi cada día por televisión, expele por su boca -la de la señora Lastra- toda la bilis o la hiel que, de tragarla, le haría caer fulminado -a su jefe-.
Hay quien se sorprende de las palabras de esta señora cuando simultaneamente se juega a la búsqueda -¡busca! ¡busca!- de consensos. En realidad, no sé que tiene que hacer el PSOE -no solo el del señor Sánchez- para que media España descubra definitivamente su verdadera cara, de verdad que no lo sé... ¡teniendo a doña Adriana tan a mano!