... Era en este último en el que se ponía mayor énfasis y se filtraba así la posibilidad de alguna acción militar en el futuro inmediato. Para llegar a continuación a una “operación mixta cívico-militar”.
A este respecto Pujol escribió: “El PSOE tenía una auténtica obsesión por hacer caer a Suárez. Una prueba de ello es la visita que el destacado líder socialista, Enrique Múgica, me había hecho a finales del verano de 1980 en mi casa de Premiá de Dalt, para preguntarme cómo veríamos que se forzase la dimisión del presidente del gobierno y su sustitución por un militar de neutralidad democrática”. Dice Pujol que le contestó a Múgica que estaba en total desacuerdo con esa idea.
Inicialmente, ¿cuál era la idea? Plantear a Suárez una nueva moción de censura para que cayera el gobierno y sustituirlo por otro “de gestión”, como lo llamaban los socialistas, al frente del cual estaría un militar. Esto con Suárez en el poder. Pero con Suárez o sin Suárez, la reconducción de la situación política, económica y social en España y frenar al terrorismo, requería de algo mucho más drástico, más contundente.
Y Pujol sigue: “En el mes de diciembre… vino a mi casa Martín Villa (ministro del Interior) un domingo por la tarde, con José Meliá, gobernador general en Cataluña… Los recibí en compañía de Miguel Roca… Dijo Martín Villa “que vengo a deciros que no daremos ni un paso más en lo que respecta a la política autonómica… Existe el peligro de que el proceso se nos vaya de las manos… Para llevar a cabo esta política que acabo de exponer sólo hay un obstáculo que es el presidente Suárez… pero esto se va a resolver”. ¿De qué forma sabía Martín Villa que se iba a resolver? ¿Con la dimisión de Suárez? ¿Con una moción de censura? ¿Con un golpe de Estado y un contragolpe?
En definitiva, la trama política para acabar con Suárez y formar un gobierno de salvación nacional era conocida por los jerarcas de los partidos políticos, no por los MILITARES –salvo un puñado de ellos-, que serían después los que más sufrirían las consecuencias de aquella “operación mixta cívico-militar”.
No voy a insistir más en los mil detalles que conducirían al 23F. He explicado hasta aquí el meollo de aquel suceso en España de todos conocido. Lo indudable fue que los políticos sabían que algo iba a suceder. Unos pocos militares serían los encargados de dar la cara mientras que el 99,99% de ellos no sabían nada.
La escalada terrorista resultaba ya insoportable. En este año (1980) ETA acabó con la vida de 98 personas, mientras que algunos políticos y medios seguían insistiendo en que aquella carnicería se resolvería a base de mucho diálogo con los cafres asesinos. Aquella profunda crisis española necesitaba, como decía Tarradellas, ¿de un bisturí?
El 3 de diciembre de 1980 se reunían en Baqueira Beret el Rey y el general Alfonso Armada durante unas seis horas. ¿Sólo se habló del regreso a Madrid del general Armada?
Un personaje importante del CESID se reunió con su homólogo de la CIA en España, Ronald Edward, con el embajador norteamericano en nuestro país, Terence Todman, y con el Nuncio del Vaticano en España, monseñor Innocenti. Ninguno de ellos, al parecer, veía con malos ojos la instalación e España de un gobierno de salvación nacional. Y menos con Ronald Reagan en EEUU y Juan Pablo II en el Vaticano. Por tanto, se ataban cabos importantes en el exterior.
En noviembre de 1979 el teniente coronel Antonio Tejero salió de prisión con motivo de la “Operación Galaxia”. Era valiente, tenía dotes de mando y no podía ver a los “rojos”. El CESID conocía sus reuniones en la calle General Cabrera de Madrid con el general Milans del Bosch. El teniente coronel Tejero estaba dispuesto a acabar con aquella situación que no se sabía dónde podría conducir a nuestro país. Creía posible que el general Milans se podría poner al frente de un gobierno dictatorial militar.
El 10 de enero el general Armada viajó a Valencia y comió con el general Milans del Bosch. Aunque su visita era, teóricamente, para ver o comprar un piso.
Alfonso Guerra y Peces-Barba informaron al portavoz del PNV en el Congreso, Marcos Vizcaya, sobre un posible gobierno de concentración presidido por un militar, con objeto de conocer la opinión de los nacionalseparatistas vascos.
Mientras, en Cataluña, ante la abalanza contra el español promovida por Pujol, intelectuales, maestros, periodistas, catedráticos, etc., firmaban el llamado “Manifiesto de los 2.300” para denunciar la presión catalanistas sobre los castellanoparlantes. Había que “descastellanizar” el país para “hacer país”. ¿Qué hizo el gobierno? Mirar para otro lado mientras que el PSC-PSOE tachó el Manifiesto como un acto hostil hacia Cataluña.
De forma sorprendente, el 29 de enero de 1981, jueves, en un mensaje por radio y TV Adolfo Suárez anunció su dimisión como presidente del gobierno. Dijo que debido al desgaste personal sufrido desde 1976, por los ataques irracionales y sistemáticos contra él y “sin que nadie me lo haya pedido…”. Aquella dimisión sorprendió a toda España. Pero, ¿los graves problemas que padecía España podrían ser resueltos con un nuevo gobierno de UCD? ¿Sería suficiente la solución del relevo de Suárez en UCD?
No lo creía así el general Armada que, como Tarradellas, veía casi imposible un gobierno de coalición entre UCD y PSOE y, menos aún, con el apoyo de AP y PCE. Ni tampoco lo veía así el teniente coronel Tejero. Que mantenía su idea de tomar la Moncloa o el Congreso para que el general Milans se hiciera cargo del poder. Ni, por supuesto, lo veía tampoco el CESID, que era quien controlaba los movimientos de unos y otros.
De acuerdo con el expreso deseo del Rey, el 3 de febrero el general Armada era designado oficialmente 2º Jefe del Estado Mayor del Ejército a las órdenes del general Gabeiras. Al día siguiente, los Reyes llegaban a Vascongadas. En la Casa de Juntas de Guernica, símbolo del más depurado nacionalseparatismo vasco, y acompañado por el jefe del gobierno de esa Comunidad, Garaicoechea, el Rey comenzó a leer su discurso. Elementos de Herri Batasuna, brazo político de ETA, acallaron al Rey cantando el “Eusko Gudariak”. Nadie podía dar crédito a lo que veíamos por TV. Aquel espectáculo bochornoso, de burla y hostilidad hacia el máximo representante de España, acabó cuando policías de paisano lograron echar del local a aquellos valientes “gudaris”. A pesar de ello, los más sublimes necios de toda Celtiberia seguían empeñados en que aquel “problema vasco” sólo se resolvería a base de diálogo, de mucho diálogo con los asesinos y los nacionalseparatistas. Aquello era, además, “libertad de expresión”. Y con la “libertad de expresión” así hemos llegado hasta hoy, haciendo el ridículo dentro y fuera de España. El terrorismo, el nacionalseparatismo y la antiEspaña (socialcomunismo y masonería) ya eran fuerzas predominantes en nuestro país.
Ante la dimisión de Suárez se celebró en Palma de Mallorca el II Congreso de UCD, que ya era un partido político roto, fragmentado. Los presentes aceptaron la designación de Leopoldo Calvo Sotelo para relevar al frente del gobierno a Suárez, trámite que tenía que ser aprobado en las Cortes. Una enorme incertidumbre política se cernía sobre España. Y los rumores de un posible golpe de Estado militar no cesaban. Cuando los militares, en su inmensa mayoría, oían, veían y callaban.
Un abrazo a todos,
Enrique Domínguez Martínez Campos
Coronel de Infantería DEM (R)