Un fantasma recorre Europa: el fantasma del Trumpismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en Santa Cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa Francisco y los obispos, las diversas izquierdas extremas y moderadas, los socialistas de todos los partidos (incluido el PP español), las derechas convencionales, los demócratas cristianos, los “liberales”, los periodistas, los “intelectuales”, etc., en un festín general y transversal de anti-americanismo. Como advirtió sagaz y honestamente Antonio Gramsci en sus Cuadernos de Cárcel: “Los intelectuales europeos en general… se regocijan con la vieja Europa. El anti-americanismo es cómico además de ser estúpido.” (“Babbitt”, C.C., c.1930)
No deja de ser sorprendente que todas las corrientes ideológicas en el espectro político español, desde el Partido Popular hasta Bildu, en un país precisamente caracterizado por la guerra permanente de todos contra todos, hayan coincidido en manifestarse contra Trump, eligiendo como favorita a la candidata del partido Demócrata.
Barack Obama fue el Bautista. El nuevo Mesías progresista es mujer: Hillary Clinton. En su caso el término de Santa Cruzada, si pensamos en el tándem Hillary-Huma, resultaría políticamente incorrecto, ya que Huma es Huma Abedin, mujer de fe islámica. Huma es desde hace muchos años la consejera aúlica, amiga íntima, “segunda hija” de Hillary (aunque por coherencia feminista y transparencia democrática se nos debería revelar la verdadera naturaleza de la relación de estas dos mujeres, públicamente humilladas por sus respectivos esposos, degenerados sexuales convictos y reincidentes).
Hace varios años mi admirada Michele Bachmann, líder del Tea Party en el Congreso, fue crucificada por los demócratas y progresistas de todos los colores por insinuar que la relación Hillary-Huma comportaba ciertos riesgos para la seguridad nacional, ya que la ayudante de la entonces Secretaria de Estado era islamista y estaba vinculada familiarmente (por sus padres y su hermano) a la secta radical de los Hermanos Musulmanes. Hoy el FBI la investiga en varios casos de posible implicación criminal, y como responsable de la “collusion” (confabulación para delinquir) entre el Departamento de Estado y la Fundación Clinton, ya que increíblemente era empleada en ambas instituciones al mismo tiempo. Noticias recientes de las filtraciones de WikiLeaks (“la sorpresa de Octubre”), insinúan que además hubo también “collusion” entre la organización de la Campaña de Clinton y el Departamento de Justicia.
Llueve sobre mojado. La larga biografía de Hillary Clinton –treinta años en la política (“The Lady of Yesterday” la llamó Trump el pasado 2 de Noviembre en un mítin en Pensacola, Florida)– es una espectacular sucesión de escándalos: el “TrooperGate”, el “WhitewaterGate”, el caso Vince Foster (¿suicidio o asesinato?), el “HillaryCare” (secreto precedente del “ObamaCare”), el “TravelOfficeGate”, el “SecretServiceGate”, el “BenghasiGate”, el caso Fundación Clinton, el caso de los e-mails… ¿ahora el “HumaGate”?
Sin contar su pasado siniestro como discípula del activista radical populista-marxista Saul Alinsky, vinculado como “sociólogo en residencia” a la Mafia de Chicago; abogada de los Panteras Negras bajo la dirección de los comunistas (estalinistas y colaboradores de la KGB) Robert Treuhaft y Jessica Mitford en California; abogada del violador de una niña de doce años, Kathy Shelton (y haciendo bromas sobre la culpabilidad del violador); sin olvidar su actitud muy poco feminista descalificando a Monica Lewinsky y múltiples mujeres molestadas o acosadas sexualmente (en un caso –Juanita Broaddrick– presuntamente violada) por su esposo Bill Clinton. Todo lo anterior ha sido investigado y documentado, entre otras, en las obras de David Brock (1996), de Barbara Olson (1999), de R. Emmett Tyrrell y Mark W. Davis (2004), de Jeff Gerth y Don Van Natta (2007), y en otras publicaciones más recientes, como los números especiales de National Review (“Tricky Hillary”, August 1, 2016; “The Liberal Threat to Democracy”, September 26, 2016).
La gran ironía es que Hillary Clinton comenzara su carrera política como ayudante de la acusación en el aquelarre progresista del caso “Watergate” que provocaría la dimisión del Presidente republicano Richard Nixon. Como han investigado periodistas e historiadores todo fue una gran comedia de errores y el principal delito del Presidente Nixon fue encubrir al grupo de asaltantes del hotel Watergate, sin que él mismo supiera entonces (como al día de hoy no lo saben la inmensa mayoría de los americanos) qué demonios era su objetivo.
Bob Woodward, el famoso reportero del caso, ha comparado el escándalo de los e-mails de Hillary Clinton con las cintas magnetofónicas de Nixon y su empeño en ocultar su contenido. Pese al intento de destruirlos u ocultarlos, el FBI ha recuperado algunos y ha encontrado otros en el ordenador compartido por Huma Abedin y su ex marido, el degenerado Anthony Weiner. WikiLeaks está filtrando los más comprometedores.
Victor Davis Hanson ha planteado el mismo problema: “Has Clinton topped Nixon?” Pero concluye pesimista que ahora no existe el mismo periodismo de investigación que había en 1973-1974. De hecho, el periodismo independiente ha muerto: “Los medios de comunicación, más que investigar, apoyan a la Clinton” (TownHall, November 3, 2016).
La cuestión más inquietante la ha planteado Andrew C. McCarthy: “¿Por qué el FBI ha tenido conocimiento de un ordenador usado por Ms. Abedin solo recientemente?”, por las implicaciones que pueda tener el caso en asuntos relativos a información clasificada, a la seguridad nacional y al espionaje internacional, que algún día quizás iremos conociendo (“Is the Abedin/Weiner Laptop the Last of It?”, National Review, November 3, 2016).
Trump acaba de llamarla “The Lady of Yesterday”; hace veinte años Rush Limbaugh, en lo que parece un juego de palabras, la describió como “The Lady is a Tramp”.
Tal como reflejan las encuestas de los últimos días –virtual empate técnico– Ms. Tramp, heroína de todos los progresistas del mundo (y muy en especial de los españoles, a diestra y siniestra), podría plausiblemente ser derrotada por Mr. Trump. O bien, conquistar la Casa Blanca como Primera Mujer Presidenta (aunque la Constitución de los Estados Unidos, en su literalidad, todavía no admite los pronombres “She” y “Her” en el Artículo Segundo, mientras “He” y “His” se mencionan una veintena de veces). En tal caso, Ms. Tramp no se librará de un casi seguro proceso de “Impeachment”, por todos y cada uno de los motivos que justifican tan radical medida en la Carta Magna americana: “Treason, Bribery, or other high Crimes and Misdemeanors” (Article 2, Section 4).
Y para colmo, si todo fuera mal, es que nos encontraríamos como Presidente de los Estados Unidos al perfecto idiota político americano, Tim Kaine. ¡Pobre Civilización Occidental!
Posdata:
A muy pocos días de la gran elección, me permito recomendar a los miembros conservadores de la Santa Alianza contra el
Trumpismo, es decir, el Papa, los obispos, las derechas de cualquier tipo, y los demócratas cristianos (en España, los miembros del PP) que se molesten en informarse sobre los candidatos y, por ejemplo, que lean el artículo de David Limbaugh, “Hillary Clinton and the Extreme Abortionist Culture” (
TownHall, November 4, 2016).