Aparqué el coche en el parking de superficie cerca de la puerta de entrada de la sección de electrónica donde el día anterior había comprado un 65 pulgadas HD. No era cuestión de ir cargado con una pantalla grande aunque fuera en un carro.
El dependiente me atendió amablemente.
-¿Devolución?
-Si, está defectuoso. Se ve borroso.
-Ningún problema, estando dentro de plazo, el triangulito verde de nuestro logo le garantiza la devolución sin tener que especificar los motivos. Pero, ¿me podría dar más detalles?, porque es el tercero que han devuelto hoy y, aunque eran de otras marcas, me tiene intrigado.
-Verá usted, hay zonas de la pantalla que se ven borrosas como si estuvieran desenfocadas.
-¿Me permite que hagamos una prueba? Por temas de garantía y para mejorar el producto, al fabricante le interesan las causas de devolución. Lo enchufamos y le metemos la señal de video de la tienda si no le importa.
Para mi sorpresa el puñetero televisor mostraba una imagen nítida y perfectamente enfocada.
-No lo entiendo -dije yo-. Ayer lunes por la noche casi todo era borroso, no había forma de ver algo claro. Había alguna pequeña zona de la pantalla que se veía bien pero el resto totalmente desenfocado. Por ejemplo, hubo una escena en la que había un primer plano de dos personas de perfil una frente a otra y tan pronto una zona de la pantalla se veía nítida como borrosa, era inexplicable.
-¿Se lo cambiamos o le devolvemos el dinero?
-Pues no sé qué hacer. Aquí se ve bien. No lo entiendo. A ver si va ser de la antena de la comunidad -dije yo limpiando las gafas como si estas fueran las causantes de ese misterio.
-Un momento, un momento –soltó de repente el dependiente rescatando y fijándose en los últimos boletines de devolución que había en la bandeja-. ¿No estaría usted viendo ayer “La Embajada” en Antena 3?
-Efectivamente, es una serie nueva.
-¡Qué casualidad! En estas devoluciones anteriores dicen que esa serie se veía borrosa. ¿No será algún efecto especial y le estamos echando la culpa al aparato? Espere, que le preguntamos a la compañera de fotografía de este mostrador de al lado que sabe de estas cosas.
No les voy a cansar con las detalladas explicaciones que con sonrisa sospechosa y algo burlona –mucho más amplia de lo que por norma es habitual en la tienda- nos dio la encargada de fotografía, de la que llegué a pensar que era doctora en ciencias de la imagen metida a dependienta por eso de la crisis. Por lo visto todo eso era el fruto de la era digital.
Hasta hace muy poco para conseguir desenfoques o planos nítidos que dirijan la atención del espectador, era preciso jugar con diafragmas amplios, iluminaciones extremas y mucho arte por parte de los cámaras. Ahora no, con que el encuadre no sea tan malo que las caras salgan cortadas a la mitad, es suficiente. Luego en postproducción ya se encargarán de arreglarlo con “las máscaras de desenfoque digital” a capricho del director. Claro que, como en el caso de “La Embajada” cuando, abusando de esos efectos, hay momentos en que todo está desenfocado te obliga a mirar a tu propio ombligo por si acaso la atención estuviera allí.
A pesar de todo y de algunos inexplicables dominantes naranjas (¿seguro que el director de fotografía no tiene alguna aberración cromática?) es una serie digna de ver. La prueba del algodón: la opinión de mi querida esposa “fue un poco lenta en el primer capítulo, pero ahora hay tanta corrupción que es totalmente creíble.”
Ni que decir tiene que me quedé con la tele, pero en el viaje de regreso venía pensando si tanto efecto especial no es una forma más de manipulación. Porque después de que los medios de manipulación de masas nos digan lo que tenemos que ver, anunciándolo con meses de antelación o castigándonos con letreros permanentes que ocultan parte de la pantalla, solo faltaba que nos digan en qué parte de la imagen tenemos que fijarnos expresamente aplicando desenfoques.
Me recuerda una imagen reciente de repeticiones de jugadas en un programa deportivo en que aparece perfectamente enfocada la patada de un jugador y sospechosamente borroso el dedo del que la recibe en el ojo del que la lanza.
Ahora que no se emite ninguna “carta de ajuste” para evaluar la calidad de la imagen, no intenten valorar su televisor con imágenes de alguna serie o programa. Simplemente fíjense en los anuncios -no tendrán que esperar mucho-. Si el logotipo del anunciante se ve nítido, es una buena tele. No la devuelvan.
Armando Gresca