En realidad, se trata de una vuelta a sus orígenes radicales, pensando más en su legado izquierdista que en los intereses de los ciudadanos estadounidenses y de la seguridad general de Occidente.
El intelectual negro comunista (con carné del CPUSA) y mentor de Obama, Frank Marshall Davis – autor del poema político “Chicago´s Congo”- se imaginó que su discípulo sería el líder americano que surgiría de la inevitable revolución en los Estados Unidos, y que tendría como epicentro precisamente la metrópoli de Chicago. Más tarde, el movimiento radical americano incorporará al santoral a otro héroe revolucionario y antiamericano: Fidel Castro. Curiosamente, los comunistas que más influyeron, directa o indirectamente, en el joven Obama estarán radicados en Chicago: Saul Alinsky, Alice Palmer, William Ayers y Jeremiah Wright, entre otros. Asimismo, serán entusiastas fans de Castro su primer consejero Davis y su última y principal consejera hoy en la Casa Blanca, Valerie Jarrett.
Pero las tempranas influencias comunistas en Obama venían de su propia familia: su padre, comunista africano (Dreams from My Father); su madre, radical de la New Left estadounidense; y su abuelo materno, amigo personal del mencionado Frank Marshall Davis, que se lo propuso a su nieto como modelo y consejero.
En sus años universitarios y por mediación de los discípulos de Saul Alinsky en ACORN, y del profesor Edward Said (radical palestino en New York que le conectará con la OLP y Hamas) descubrirá otros métodos, como el sutil comunismo de Antonio Gramsci, cuyas tácticas le serán más eficaces para su carrera política hacia la presidencia.
Retrospectivamente, resulta increíble que un personaje con la educación y pasado políticos de Obama (militante del grupo socialista radical en Chicago New Party, integrado después en el Partido Demócrata) llegara a la Casa Blanca.
Tras la gran movilización con el eslogan “Sí, podemos”, una vez en el poder intentó disimular su radicalismo postulando una socialdemocracia a la sueca (¿les suena la música?), que se concretaría en la ley de salud universal (Obamacare), en realidad un sistema burocrático estatista de control social, basado en la ignorancia o estupidez de las masas (según ha admitido el asesor obamita en el asunto, Jonathan Gruber), ley hoy parcialmente bloqueada en el Congreso y pendiente de múltiples recursos.
La política exterior de Obama se resume en una constante pauta de apaciguamiento frente a sus rivales y enemigos (Rusia, Irán, el terrorismo yijadista …ahora Cuba), que en consecuencia ha originado desastres como la “Primavera Árabe”, además de la desconfianza y pérdida de liderazgo internacional entre los aliados tradicionales de Estados Unidos (Israel, Reino Unido, OTAN). Incidentes como el de Bengazhi o los casos Fast and Furious y la manipulación del IRS serían suficientes para que el Congreso iniciara un procedimiento de impeachment, pero el establishment -prisionero de la corrección política- no va a hacérselo al primer presidente afroamericano de la historia.
El pasado Noviembre, las elecciones Midterm al Congreso fueron un auténtico referéndum nacional contra Obama, con el espectacular triunfo del Partido Republicano. El voto popular para la Cámara de Representantes lo refleja bien: casi cuatro millones y medio de diferencia a favor de los republicanos. En dicha Cámara (House of Representatives, 435 escaños), los republicanos mantienen la mayoría absoluta con 247 escaños, frente a los 188 de los demócratas; en el Senado (100 escaños) los republicanos tienen ahora asimismo una mayoría absoluta de 54, frente a los 44 demócratas y 2 independientes. Aparte del Congreso federal, la derrota de Obama también se refleja espectacularmente en las elecciones estatales: los republicanos tienen ahora 31 gobernadores, frente a 18 demócratas y 1 independiente. Entre los legisladores estatales la mayoría republicana es abrumadora.
Ante semejante resultado, Obama ha optado por la huída hacia adelante, buscando una fórmula de autocracia personal, vulnerando la separación de poderes: órdenes presidenciales (en forma de “executive orders” y sobre todo “memoranda”, más incontrolables) como la referente a la inmigración o decisiones en política, como la referente a la Cuba castrista, sin intentar buscar el consenso o acuerdo mínimo con el Congreso (el propio presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, el demócrata de origen cubano –y hasta ahora importante aliado político de Obama- Robert Menéndez ha condenado la decisión del presidente).
El intelectual negro liberal-conservador Thomas Sowell, probablemente el más importante filósofo político hoy en Estados Unidos, ha sugerido que quizás nos equivoquemos juzgando al presidente como incompetente, ya que su política ha tenido éxito en debilitar el liderazgo mundial de los Estados Unidos, lo cual pudiera ser su secreto objetivo ideológico.
Obama se ha quitado la careta amable y quiere que su imagen y legado para la historia sea la auténtica, no la impostada, de sus orígenes radicales en el Congo de Chicago: un socialista que necesita disculparse por lo errores o presuntas culpas del imperialismo americano y mostrarse conciliador con todos los dictadores comunistas o neocomunistas del mundo: el sueño de su padre.
Afortunadamente, pese a Obama y el “Shadow Party” enquistado dentro del Partido Demócrata, Estados Unidos sigue siendo una democracia. El nuevo Congreso electo, que inició su actividad en Enero de 2015, tiene capacidad de impedir o bloquear financieramente la dotación de una nueva embajada en La Habana, y como ha dicho muy gráficamente el senador republicano de Carolina del Sur y uno de los líderes en el nuevo poder legislativo, Lindsay Graham, cualquier candidato a embajador tiene las mismas posibilidades de sobrevivir a la comisión de ratificación en el Senado que “a Snowball´s chance in Hell”.
Obama, impotente, parece ignorar que la constitución de los Estados Unidos se caracteriza por una separación firme de poderes, y que sus recurrentes amenazas de veto presidencial no solo evidencian las fantasías triunfalistas de un lame duck, sino más bien los delirios de un casi dead duck.
Durante su discurso ni siquiera mencionó las recientes elecciones legislativas que han entregado el Congreso al Partido Republicano, con mayoría absoluta en ambas cámaras, y naturalmente no hizo referencia a la astronómica deuda pública que durante su mandato ha superado a la suma total de la de todos los presidentes desde Washington hasta George W. Bush. Presumió de estar pasando página en la guerra contra el Terror, sin mencionar a Al Qaeda, al yihadismo o simplemente al terrorismo islamista. Un discurso, en suma, banal, retórico y demagógico en asuntos como la “desigualdad”, sin políticas interiores precisas ni estrategias exteriores plausibles.