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Kant vs. Cant

Kant vs. Cant
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Por Manuel Pastor Martínez
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Hace pocos días esos jóvenes líderes posmodernos que tenemos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, fueron a debatir ante una audiencia de estudiantes en el campus de la universidad Carlos III en Madrid. Más que los argumentos sobre sus programas electoralistas me ha interesado el nivel cultural que desplegaron ambos cuando surgió el tema Kant.

Pablo Iglesias (líder de Podemos, es decir, “We Can” en inglés) recomendó la lectura del libro “Ética de la razón pura” de Kant. Como pronto fue observado por los críticos, tal libro no existe. Kant escribió Crítica de la razón pura, que es cosa bien distinta. El lapsus de Iglesias, en una interpretación freudiana, significaría que él está a favor de una ética del racionalismo puro, precisamente lo que rechazaba Kant (y en la misma línea, más política, nuestros paisanos como el liberal Ortega –que proponía la “razón histórica”- o el conservador Fernández de la Mora –que postulaba la “razón española”).

Aparte de la cursilería e inoportunidad de proponer una obra de metafísica que ni Iglesias ni Rivera han leído, lo cual dice bastante no solo sobre el nivel cultural de nuestros políticos sino la impostura y frivolidad que exhiben sin rubor, demuestra que más que discípulos de Kant lo son del “Cant”, término del léxico político británico para referirse a un falso e hipócrita puritanismo progresista, algo parecido a lo que hoy entendemos como lo “Políticamente Correcto”.

De acuerdo, dentro del patético papel de ambos, Rivera fue el más sincero, que es una primera condición para la honradez. Como escuché en TVE a un tertuliano de mi generación comentando el asunto, en el bachillerato nos enseñaban la “historia” de la Filosofía, pero no se leía a Platón, Aristóteles, Descartes… o Kant. Recuerdo que a mis quince o dieciséis años, siendo un alumno sobresaliente de Literatura en el Instituto de Astorga, el profesor (el hoy académico de la RAE D. Gregorio Salvador Caja) me negó la “matrícula de honor” cuando confesé públicamente en la clase que todavía no había leído El Quijote.

Repasemos ahora brevemente la genealogía del lema “Podemos” (“We Can”). Resulta que fue Abraham Lincoln, en los tiempos fundacionales del partido Republicano (GOP), cuando propuso como eslogan “We Can Do It” (a propósito de la idea central de la “igualdad de todos los hombres”, en un banquete del nuevo partido Republicano en Chicago, Diciembre de 1856). Paradójicamente, el radical y candidato demócrata Barack Obama se inspiraría en el gran presidente-mártir para su campaña en 2008: “We Can” o “Yes, We Can”. Al parecer, algún grupo bolivariano en Venezuela lo copió, y en España aparecerá como nombre del nuevo partido populista de Pablo Iglesias, Podemos (2014). Casi al mismo tiempo Albert Rivera, líder del más veterano Ciudadanos (2006), publicaba su memoria política con el título Juntos Podemos (Madrid, 2014), prologado por un personajillo que presume haber sido asesor de Obama (un tal Juan Verde, seguramente un “verde” o ecologista, ya que, como el presidente americano, es un creyente del “calentamiento global” y por ello figura en el consejo de la empresa ABENGOA).

En fin, esperemos que Rivera no siga el mal ejemplo de Obama en casi todas las políticas de su fallida administración. Sigo sosteniendo que ha sido el presidente más incompetente de la historia de los Estados Unidos, aparte de las posibles causas que le hacen merecedor, junto a su secretaria de Estado Hillary Clinton, de un impeachment, aunque el “Cant” o corrección política que atenaza al Establishment lo hace improbable.

El legado de Obama para la historia, su voluntad (“We Can”) para la transformación de la democracia americana en una socialdemocracia a la europea , se ha frustrado (“We Can´t”): un récord histórico en la deuda nacional (Obama ha superado a la de todos los presidentes anteriores juntos), un aumento de la pobreza en la sociedad (y especialmente en la comunidad negra), una pérdida del liderazgo de los Estados Unidos en el mundo, un déficit en las libertades, y un debilitamiento general de la economía y de la seguridad nacional.

Los populistas españoles deberían mirar a otros modelos. Prescindo de Pablo Iglesias y Podemos, ya que su referentes ideológicos colectivistas les hacen irrecuperables para un “sistema de libertad”, que es como Adam Smith llamaba al capitalismo. Albert Rivera y Ciudadanos pueden optar por un programa liberal, más progresista o más conservador. Yo les sugiero que observen, respectivamente, a las dos estrellas ascendentes del Tea Party en los Estados Unidos con ancestros españoles, los senadores cubano-americanos Marco Rubio o Ted Cruz (y que estudien, se documenten y dejen de repetir los tópicos y falsedades que en España se han divulgado sobre ese gran movimiento regeneracionista, anti-partitocracia y anti-corrupción), aparte de otros candidatos insurgentes al margen de la clase política (el caso del populista de izquierdas Bernie Sanders, como Pablo Iglesias, es un caso perdido de demagogia colectivista).

Y en el futuro, sugiero a Rivera y los suyos que recomienden a los estudiantes universitarios una lectura menos densa pero provechosa, un kantismo práctico y político que sigue siendo, además, una magnífica introducción a las ciencias sociales y al espíritu de la democracia liberal: la obra clásica de Adam Smith, Naturaleza y Riqueza de las Naciones, con su corolario político, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (ambos textos de 1776). Y ya puestos a recomendar, no vienen mal la Constitución (1787) y los ensayos de El Federalista (1787-88) de Alexander Hamilton, James Madison y John Jay. Un poderosísimo cóctel intelectual, un antídoto ilustrado contra la arrogancia del “We Can” y la impotencia del “We Can´t”; contra la Corrección Política y el “Cant”.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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