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A lo largo de los días que se está celebrando la Asamblea General, han estado presentes permanentemente las guerras en Ucrania y en Oriente Medio –Gaza y Líbano–. Aprovechando que están en Nueva York la mayor parte de los líderes mundiales, se ha intentado conseguir algún avance en unas posibles negociaciones de paz en ambos teatros de operaciones.
Mientras el presidente estadounidense, Joe Biden, no autorizó, el pasado día 26, a Ucrania a usar misiles de largo alcance –misiles balísticos ATACMS– a más de 150 km, cuando puede alcanzar 300 km, aunque ha anunciado una ayuda a Ucrania de unos 8.000M $, el Kremlin se pronunciaba sobre su nueva doctrina nuclear en relación con el uso de armas atómicas en respuesta a un ataque con armamento convencional. El cambio en dicha doctrina la había declarado el presidente ruso, Vladimir Putin, el día anterior, 25 de septiembre.
Esta decisión rusa se hace en alusión a la autorización de los países de la OTAN a Ucrania para el empleo de misiles de largo alcance. Sin embargo, ¿qué ocurre con los misiles Hwasong, proporcionados por su aliado Corea del Norte, con un alcance de 400 km, con los que está atacando Rusia a Ucrania? ¿Dónde está la reciprocidad dialéctica en estas declaraciones? Por otra parte, la amenaza nuclear ya la ha utilizado el Kremlin varias veces, desde que comenzó la guerra, en febrero de 2022, cuando su evolución no era favorable a Rusia o cuando Ucrania iba a recibir materiales como carros de combate, misiles balísticos o F-16, entre otros.
El Plan de Victoria del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, que presentó a Biden, y que incluía como uno de los asuntos más importantes, la autorización de los aliados para emplear los misiles de largo alcance, ha quedado ciertamente descafeinado por los escasos resultados que ha obtenido de Estados Unidos, su principal valedor.
En el caso de Oriente Medio, tampoco se ha conseguido avance alguno en las negociaciones para alcanzar, al menos, una tregua tanto en la guerra de Israel en Líbano contra la milicia terrorista chiita Hezbollah, como en la guerra de Israel en Gaza contra los combatientes de la milicia terrorista Hamás.
En el discurso que pronunció el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Naciones Unidas, donde lanzó un mensaje desafiante ante la presión internacional por un alto el fuego al mismo tiempo que reiteró que seguirá con los ataques tanto en Líbano como en Gaza, también aprovechó para arremeter contra Irán, utilizando la palabra maldición por haber ideado el ataque lanzado por Hamás, el pasado 7 de octubre, y tender la mano a Arabia Saudí para que firme la paz con Israel, en este caso considerado como una bendición.
En ambas guerras, la ONU no ha conseguido encontrar una tregua o un alto el fuego, consecuencia de que los actuales países mundiales están divididos en referencia a las nuevas relaciones de poder que se avecinan. En el caso concreto de Oriente Medio, Estados Unidos como principal actor internacional en dicha región ha perdido prestigio e influencia al no haber conseguido un alto el fuego.
La cruda realidad es que, en el pulso estratégico ruso-estadounidense que se ha mantenido en torno a la guerra en Ucrania, durante el periodo de sesiones de la 79ª Asamblea General de NNUU, la balanza se ha inclinado a favor de Rusia. Aunque China siempre se ha mostrado en contra del empleo de armas nucleares, ha mantenido un cauteloso silencio ante la postura de su aliado estratégico.
Con independencia de la falta de eficiencia de NNUU en su responsabilidad de mantener la paz y seguridad internacionales, lo cierto es que en estos días de reunión de la Asamblea General citada donde se han encontrado gran parte de los líderes mundiales, es un hecho objetivo que el liderazgo de Occidente ha estado en cuestión frente a países reivindicativos como China y Rusia, que quieren establecer un nuevo orden internacional multipolar.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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