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Quizá Eclipse complica la trama de manera algo artificial, pero el tratamiento de la violencia –necesaria– lo hace, incluso, con delicadeza, incluida alguna muerte atroz; y en las aberraciones de las que habla, también necesarias, quizá se extiende demasiado, sin recrearse, en la última parte de la novela, dado que el autor tiene oficio y recursos suficientes para, en pocas frases, transmitir al lector la dureza de esa vivencia.
No obstante, me parece necesario señalar que, resulta muy conveniente haber leído, si no todas, el mayor número posible de sus anteriores novelas, porque facilita al lector conocer mucho de la manera de ser de Harry Hole, el protagonista indiscutible, su alcoholismo, su pasado profesional, familiar –el cómo de la muerte de su mujer y de su mejor amigo, su hijo del matrimonio y su hijo biológico, sus relaciones extramatrimoniales, etcétera–, su vida afectiva, sus amistades dentro de la policía, la ciudad de Oslo que, junto con los avances en los conocimientos genéticos, son dos personajes más,…
Eclipse trata el tema de la paternidad, la confianza entre compañeros, la amistad, su visión del periodismo sensacionalista y de la imagen personal, familiar, social y profesional, el sentido de la responsabilidad, sus acciones y consideraciones bordeando los límites de la legalidad, sus luchas interiores, así como su actitud ante la vida, el dolor y la muerte, que resulta difícil entenderlas en toda su profundidad sin haber leído los anteriores casos de Harry Hole. Sin embargo, me atrevo a asegurar que el que lea, como primera novela de Harry Hole, Eclipse, va a disfrutar y posiblemente apasionarse.
En efecto, Jo Nesbo genera continuamente situaciones en las que parece que no hay solución posible o en las que es difícil predecir cuál va a ser esa solución y también aquellas en las que la solución encontrada es aparente o falsa, lo que mantiene el interés constante del lector, unido a los personajes, bien descritos en sus diferentes caras, producto de su pasado o de su profesión, con los que es fácil empatizar y cuyos potenciales peligros, pueden producir cierto sentimiento de ansiedad, por el deseo que eludan ese peligro o eviten una desgracia.
Como de costumbre voy a resaltar algunos aspectos que no suelen considerarse en las críticas y siempre usando las mismas palabras de los personajes.
Con relación al deseo de fama, constata que éste hace pasar por encima de los principios éticos más elementales, e incluso, en otro orden de cosas, que pone en juego la propia vida: “Leí sobre un escritor chino (se cita el nombre y apellido) que asesinó a cuatro personas, lo contó en varias novelas y fue condenado por ello veinte años después… Y otro caso: “Su mujer desaparece, y poco después él publica una novela sobre un hombre que asesina a su mujer y la entierra en el jardín. Y allí la encontraron”.
Respecto de las creencias, la coprotagonista femenina piensa en una ocasión: “Siempre le sorprendía la sensación de abandono de cuerpos como aquellos, era una de esas cosas que te podían hacer creer en la existencia de un alma. No creía en ella, de ninguna manera, pero tenía la esperanza de que existiera,…”; y el protagonista Harry Hole, piensa que: “Acababa de desear que sucediera algo, y estaba pasando. Casi podría uno hacerse creyente”.
Pero lo que predomina en Harry Hole y sus compañeros, aunque serían incapaces de reconocerlo, es el amor, entre otras razones porque no creen merecelo. Siguen queriendo a personas fallecidas, que lo significaron casi todo en sus vidas. Están dispuestos a dar su vida por sus compañeros. De hecho, así ocurre con uno de ellos; Harry da todavía algo más y los otros dos se juegan su profesión y su libertad. He aquí un ejemplo relacionado con el merecimiento del amor y otro con el de la mujer de Harry ya fallecida: “¿Alguna vez te has planteado por qué, de niños, dábamos por supuesto el amor incondicional de nuestros padres sin dar nada a cambio? Cuanto en realidad éramos parásitos. ¿En qué preciso momento crees tú que perdemos la fe en que merecemos ser amados sin condiciones sólo por ser quienes somos?”.
El amor que él tuvo y sigue teniendo a su mujer fallecida, en un diálogo con el psicólogo, le hace decir: “Los peores son esos días cuando despierto y he soñado con ella y por un momento creo que sigue viva, que lo sucedido es lo soñado… ¿Recuerdas las consultas que tuviste conmigo por la bebida, que te pregunté si en las fases en las que permanencias sobrio deseabas que el alcohol no existiera? Y respondiste que querías que existiera, que, aunque no querías beber, querías tener esa alternativa… Sí –dijo Harry–. Con Rakel (su esposa muerta) también es así. Prefiero la herida a que nunca hubiera estado en mi vida”.
Respecto del trabajo me ha sorprendido que hablando de su país, piense Alexandra, una científica, al encontrar a un “técnico dispuesto a trabajar también el sábado: “A veces se preguntaba en qué puesto de la escala de nivel de vida se encontraría este país alérgico al trabajo si los americanos no hubieran encontrado petróleo en su plataforma continental”.
El final de la novela Eclipse queda tan abierto que, afortunadamente, Harry Hole, debe continuar.
Francisco Ansón