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Como por cierto indicó el ínclito Alfonso Guerra cuando en su tiempo de gloria anunció la muerte de Montesquieu, derivada de su ley de Reforma del Poder Judicial (1985).
Aunque el señor Guerra siga negando que fuera él quien pronunciara la famosa frase, lo cierto es que tanto da que lo hiciese o no: la realidad se impuso y hoy, 37 años después, los hechos no dejan lugar a dudas.
Si lo del delito de rebelión, o de sedición, o de lo que sea es la excusa o no lo es para romper el acuerdo, a estas alturas es lo de menos. Cualquiera que escuche a los unos o a los otros después del último no-acuerdo frustrado, no llegará a ninguna conclusión.
Desde el manojo de sectas secretas en que hace tiempo se ha convertido la clase política sabrán lo que hacen. Y los demás, pues a votar cuando ellos digan que nos toca. Así bendeciremos una vez más lo que ellos tengan a bien disponer.