El 1 de octubre de 2017 el independentismo catalán se alzó contra el Estado español fracasando estrepitosamente. Cinco años después, y gracias a la colaboración de ese mismo Estado, disfruta del poder y del dinero en aparente sumisión en lugar de ocupar el sitio que le corresponde en las prisiones españolas. (...)
Sueño roto, sí, pero no muerto sino todo lo contario. Las leyes españolas, sorprendentemente, permiten que los independentistas catalanes sometan a su tiranía xenófoba al pueblo catalán y condicionen la gobernabilidad del Estado español, en un alarde que convierte la distopia disparatada en realidad política y social.
Ya va siendo hora de que el conjunto de la nación española fuerce a la clase política a recuperar el sentido común y a devolver la soberanía al pueblo español, secuestrada y administrada por ella y puesta al servicio exclusivo de sus intereses.