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Paloma, una aristócrata ejemplar (Manuel Pastor)

Paloma, una aristócrata ejemplar (Manuel Pastor)
Por Manuel Pastor Martínez
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Ante los clamorosos silencios de quienes tenían que hablar alto y claro, Paloma (como generalmente la llaman su familia y sus amigos) ha dicho que Cataluña pertenece a España, a la Nación y no solo al Estado.

Parece una redundancia, porque la palabra aristócrata significa lo mejor, y por tanto algo ejemplar. Pero es el caso que en España en los últimos tiempos, ante la grave crisis de la Nación, la aristocracia, incluso en las más altas instancias del Estado y de la Grandeza de España, no ha sido precisamente un ejemplo para admirar o emular. Por ello es destacable el comportamiento y la actitud de una brava mujer, Doña María del Pilar-Paloma de Casanova y Barón, de Ferrer y Osorio, Marquesa de Astorga, Duquesa de Maqueda, y asimismo titular de los marquesados de Ayamonte, y de la Villa de San Román, etc. Varias veces Grande de España.

Ante los clamorosos silencios de quienes tenían que hablar alto y claro, Paloma (como generalmente la llaman su familia y sus amigos) ha dicho que Cataluña pertenece a España, a la Nación y no solo al Estado. Ha dicho también que los separatistas catalanes han manipulado la historia y la biografía de su antepasado, Rafael Casanova, que fue un patriota español, aunque luchara en el bando anti-borbónico en la Guerra de Sucesión de 1701-1713. El nacionalismo catalán ha suplantado mendazmente la Sucesión por la Secesión.

Es significativo que los antepasados de Paloma tuvieran un comportamiento ejemplar, incluso heroico, en tres graves crisis, tres guerras civiles de la historia española. La causa por la que luchó Rafael Casanova era la de la Casa de Austria (la dinastía de Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, es decir, la de la España imperial heredera de los Reyes Católicos), frente a la francesa Casa de Borbón, inaugurada por Felipe V y que alcanzaría su mayor prestigio nacional e internacional durante el reinado de Carlos III. Con el paso del tiempo el patriotismo y la lealtad de la familia Casanova a la nueva dinastía española fue incuestionable. En el siglo XIX, un antepasado de Paloma casaría con la Infanta Teresa-Luisa de Borbón y Borbón Dos Sicilias, hermana política de la Reina Isabel II. En su matrimonio con Don Francisco-José López Becerra en 1975, celebrado en el Castillo de la Rápita, Paloma tuvo como padrinos a los Condes de Barcelona, Don Juan de Borbón y Doña María de las Mercedes de Borbón, padres de S. M. el Rey Don Juan Carlos.

Pero hay que destacar que Paloma lleva también el apellido Osorio, el linaje de los marqueses de Astorga, emparentados con los mismísimos Reyes Católicos. Los Osorio eran desde la Alta Edad Media señores de Turienzo y Villalobos, de la Somoza y la Cepeda, en el viejo Reino de León, y en el siglo XV obtuvieron el Marquesado de Astorga por merced del Rey Enrique IV. El primer Marqués de Astorga, Álvaro Pérez Osorio, Conde de Trastámara y de Villalobos, contrajo matrimonio con Leonor Enríquez y Quiñones, tía carnal de Fernando el Católico.

En otra guerra civil, la Guerra de Independencia (1808-1814), los Marqueses de Astorga jugaron también un patriótico y destacado papel. Uno de ellos, Don Vicente Osorio de Moscoso y Guzmán, tras la rebelión del 2 de Mayo fue Presidente de la Junta de Defensa de Madrid. Su heredero, Don Vicente Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo, tras la muerte del Conde de Floridablanca en Diciembre de 1808, será segundo Presidente de la Junta Central Suprema, es decir, Jefe de Estado de facto y de iure, como destacaría el gran Jovellanos en su Memoria en Defensa de la Junta Central (1811), ya que ésta era “la depositaria de la soberanía nacional”.

Durante la última Guerra Civil la familia Osorio de Moscoso sufrió la mayor de sus tragedias, con el asesinato de los tres hijos varones: Gerardo, Conde de Altamira, Javier, Conde de Trastámara, y Ramón, Conde de Cabra. Fusilados en Paracuellos del Jarama el 28 de Noviembre de 1936, por el simple hecho de representar valores nacionales y católicos (nada que ver con la ideología política extrema o franquista del “nacional-catolicismo”). Detenidos a la salida de la iglesia tras asistir a Misa, con su martirio quedó truncada la línea de varonía y heredó la primogenitura de la Casa su hermana Doña María del Perpetuo Socorro, quien, tras enviudar, ingresará en las carmelitas descalzas del Convento de la Encarnación de Ávila. Hasta su fallecimiento en 1980 conservó por una Bula Papal el título de Marquesa de Astorga y otros que ahora ostenta su nieta y ahijada Paloma.

Hace dos años el gran historiador e hispanista Stanley G. Payne publicaba un artículo en Nueva York (“Dispatches From the Historians’ War”, The Wall Street Journal, Sept.14, 2013) destacando que en medio de las batallas sobre la memoria histórica desde la Transición, pese a los méritos innegables del franquismo en la modernización de España, paradójicamente había fracasado en su intento de renovación de la cultura tradicional nacional y católica.

Es cierto que en el ámbito político de Occidente hemos asistido en tiempos recientes, tras el histórico precedente de Margaret Thatcher, a la emergencia de extraordinarias mujeres con dotes de liderazgo en el liberalismo conservador, de variado estilo político y carácter ideológico: la alemana Angela Merkel; las españolas Esperanza Aguirre, María San Gil, Ana Pastor, María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes y Adriana Levy; las estadounidenses –la lista es larga– Phyllis Shlafly, Elisabeth Dole, Kay Bealey Hutchison, Olympia Snowe, Susan Collins, Sarah Palin, Michele Bachmann, Carly Fiorina, Susana Martínez, Nikki Haley, Lisa Murkowski, Kelly Ayotte, Joni Ernst, Condoleezza Rice, Mia Love… la noruega Erna Solberg, la croata Kolinda Grabar-Kitanovic, las polacas Ewa Kopacz y Beata Sydlo, e incluso las francesas Christine Lagarde y Marine Le Pen, ésta última en cuanto conservadora de la unidad nacional y cultural francesas, pese a ciertos excesos estatistas de su partido, corrigiendo no obstante muy sensatamente rasgos extremistas del pasado, a costa de enfrentarse a su propio padre. El semanario norteamericano TIME en la primavera de 2015 publicó un número especial sobre “The 100 Most Influential People” en el mundo, en cuya lista incluía solo dos mujeres políticas liberal-conservadoras de las que he mencionado (Angela Merkel y Marine Le Pen) pero, típicamente del sesgo de la revista, destacaba un mayor número de mujeres progresistas (Janet Yellen, Elizabeth Warren, Samantha Power, Ruth Bader Ginsburg, y por supuesto Hillary Clinton).

Se necesitan mujeres, especialmente en España, como Paloma, que en la sociedad civil y en la cultura defiendan sin complejos ni resentimientos los valores conservadores y religiosos que están en la base de nuestra tradición nacional, frente al multiculturalismo y secularismo que postulan hoy los progresistas de todos los partidos.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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