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China comunista, madre pandémica

La gran hambruna en la China de Mao: 'El Gran Salto adelante'.
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La gran hambruna en la China de Mao: "El Gran Salto adelante".

LA CRÍTICA, 5 AGOSTO 2022

Por Manuel Pastor Martínez
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Históricamente China comunista no solo ha sido una experta creadora de pandemias víricas como la última mundialmente presente del Covid-19, sino también pandemias de hambre (en el interior) y de drogas (en el interior y en el exterior). Por no hablar de otras auténticas pandemias de agitación política histérica y violenta (por ejemplo, las campañas de las Cien Flores, del Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural y las múltiples concentraciones en la Plaza de Tiananmen), o la pandemia del frenético espionaje internacional (político, económico y tecnológico). (...)

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Soy un admirador absoluto de la Nación china, de su laborioso y sufrido pueblo (tanto dentro del continente como en Taiwan y en la diáspora), de sus tradiciones y sabiduría confuciana, de sus grandes teóricos y analistas estratégicos (desde Sun Tzu en el siglo V antes de Cristo hasta G. G. Chang en nuestros días).

Pero al mismo tiempo aborrezco el régimen comunista chino que ha esclavizado a la Nación china y a otras –especialmente en el Tercer Mundo, y a la América hispánica en concreto– con una peculiar ideología y agit-prop marxista-leninista durante los últimos cien años, bajo el liderazgo y la memoria del déspota asiático Mao Tse-tung (entre paréntesis: ¡solo me faltaba por oír que los patéticos líderes podemitas invocan también –como algunos comunistas españoles– su adhesión al maoismo!).

El politólogo experto en “democidio” Rudolf Rummel investigó la represión criminal del régimen de Mao y publicó un libro con un título definitorio: China’s Bloody Century (Transaction Pub., Piscataway, NJ, 1991). Tal status en el siglo XX parece que también pudiera mantenerlo en el XXI.

Jung Chang y Jon Halliday en su biografía crítica Mao. The Unknown Story (Alfred A. Knopf, New York, 2005) afirman al comienzo de su libro (página 3): “Mao Tse-tung, que por décadas ostentó un poder absoluto sobre las vidas de una cuarta parte de la población mundial, fue responsable de más de 70 millones de muertes en tiempos de paz, más que cualquier otro líder del siglo XX”. Y repiten al final de la obra (página 627): “Más de 70 millones perecieron –en tiempos de paz– como resultado de la incompetencia de su régimen”. Por su parte R. Rummel calculó en 1987 que la cifra ya era superior a 77.277.000, y F. Jiménez Losantos recientemente ha elevado la estimación total a 82 millones.

Siguen siendo impresionantes las cifras de las víctimas de la gran pandemia de hambre (con sus siniestras y terribles secuelas: prostitución, aborto, infanticidio, canibalismo y necrofagia…) que asoló China entre 1958 y 1962, resultado, según denunció el propio presidente Liu Shaoqi, de errores de la política económica del gobierno maoista al menos en un 70 por ciento.

Las estimaciones de muertes por la Gran Hambruna van desde los 30 millones (Basil Ashton y Judith Banister, 1984), 38 millones (Jung Chang), un mínimo de 45 millones (Che Yizi y Jasper Becker en Hungry Ghosts: Mao’s Secret Famine, Henry Holt, New York, 1996), y en torno a 55 millones (Yu Xiguang, y aparentemente Frank Dikotter en su investigación canónica, Mao’s Great Famine, Walker & Co., New York, 2010).

En 1962, cuando denunció la pandemia de hambre como “desastre causado por el hombre” (renhuo), Liu Shaoqi se encaró a Mao y le espetó: “¡Tanta gente ha muerto de hambre! (…) ¡La Historia nos juzgará a ti y a mí, incluso el canibalismo estará en los libros!” (Dikotter, 2010, página 337). Pocos años después Liu sería detenido, torturado y asesinado en prisión durante la Revolución Cultural.

Es imposible calcular el número de víctimas de las pandemias de drogas, en el interior del país y en el extranjero, promovidas por el comunismo chino. Basándose en los testimonios del emisario soviético en China, P. Vladimirov, de los secretarios comunistas Xie Juezai y Shi Zhe, y del historiador chino Chen Yung-fa, los autores Jung Chang y Jon Halliday (2005), y Jonathan Felby (2004, 2008), han concluido que a principios de los 1940s el opio era ya la fuente de financiación más importante del comunismo maoísta, a través del comercio extranjero mediante la “Local Product Company” de lo que denominaban eufemísticamente el “producto especial” o “jabón” (Felby, 2004, páginas 442-443).

La que Mao denominó cínicamente la “Guerra Revolucionaria del Opio”, ya se inició durante la Larga Marcha, compensando las expropiaciones a los campesinos con pagos en droga y creando una masiva adicción entre ellos.

En un solo año, 1943, los soviéticos calcularon que Mao había vendido 44.760 kilos de opio por un valor aproximado de 640 millones de dólares USA actuales, generando una descomunal riqueza para la elite comunista, pero al mismo tiempo una gran inflación y pobreza entre el campesinado (Chang & Halliday, 2005, páginas 276-280).

No dispongo de suficientes datos sobre las víctimas y los beneficios de la exportación y tráfico actuales de drogas opiáceas producidas en China, especialmente fentanyl o fentanilo (y la más potente, protonitazene), introducidas ilegalmente en EEUU a través de los cárteles mejicanos. Se calcula que en este país se han producido más de un millón de muertes desde el año 2000, cerca de 108.000 solo en 2021.

Sobre la pandemia del Covid-19, pese a los esfuerzos por las inquisiciones y censuras progresistas, el “faucismo” americano y el encubrimiento del gobierno Biden, etc., hoy resulta imposible negar que tuvo su origen artificial (renhuo, otro “desastre causado por el hombre”) en un laboratorio de Wuhan.

Hasta la fecha, según datos de los propios países afectados (excepto China), el Covid-19 ha producido más de 6 millones de muertes (EEUU en cabeza, con más de un millón… España, 111.000), pero la OMS calcula que la cifra real puede llegar a los 15 millones de muertes, directas e indirectas por la pandemia.

Durante las más de dos horas de conversación telefónica con el tirano chino el pasado 28 de julio, el presidente americano no se atrevió a mencionar las pandemias del coronavirus y del fentanyl. Pero ante la mención del problema de Taiwán, el pirómano Xi amenazó al senil Biden que no jugara con el fuego porque podría resultar quemado.

La dictadura comunista china –pese a la anécdota de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán– dicta ahora la política exterior de los EEUU con la corrupta administración Demócrata de Hunter y Joe Biden.

China comunista es hoy la principal rival estratégica de unos EEUU y Unión Europea decadentes, y sin duda la principal enemiga de la democracia en el mundo. No solo como madre de las pandemias materiales, sino también –como régimen totalitario– de las pandemias espirituales y morales contra la religión, la libertad, y las aspiraciones del propio pueblo chino y otras etnias (en Taiwán, Tibet, Xinjiang, Hong Kong…).

Por desgracia en Occidente también hay muchos empresarios, políticos y analistas políticos infectados por una pandemia espiritual y moral.

Manuel Pastor Martínez

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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