La importancia de la mujer en la realidad eclesial es cada vez más evidente, aunque aún necesita más visualización, lo que está logrando el Papa Francisco, dando a la mujer un reconocimiento eclesial importante, como el que tuvieron en la vida de Jesucristo, y más especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. Las mujeres tuvieron un protagonismo especial en los relatos de la Resurrección, que conforma el hecho histórico sin el cual el Cristianismo no superaría el mito al que lo quieren reducir no solo los enemigos de fuera, sino también algunos de dentro, partidarios del viejo proyecto de desmitologización del cristianismo propuesto por Rudolf Bultmann en 1941. (...)
... La Resurrección de Jesucristo, al tercer día, según la Escrituras, es fundamento del Mensaje Cristiano. Solo desde la Fe en la Resurrección revelada y creída, que germinó después del primer Viernes Santo, se pueden entender las palabras de San Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, los cristianos son los más ilusos y desgraciados de los hombres». Las actitudes modernas y posmodernas, negacionistas y heréticas, ante la Resurrección se pueden resumir así: Jesús murió definitivamente; el concepto resurrección supondría un lenguaje puramente simbólico, que expresa un deseo profundo humano, una utopía secular de un futuro mejor en un mundo feliz aquí y ahora en una sociedad sin clases según el mesianismo marxista del fin de la historia.
En los relatos evangélicos, histórico-teológicos, las mujeres tienen un protagonismo definitivo. Ellas permanecieron valientes y solidarias al lado de Jesucristo: Marta y María lo acogieron solícitas y atentas en la noche de Betania, previa a la Pasión; las mujeres lo acompañaron en su “vía-crucis” al calvario (Verónica), se lamentaron compasivas, como las piadosas mujeres de Jerusalén que lloraban por él. Y en el momento terrible de la Crucifixión, se mantuvieron firmes, María Cleofás y María Magdalena, acompañando a la Madre Dolorosa “junto a la cruz”. Ellas vigilantes y muy de mañana se acercaron a embalsamar el cuerpo sin vida de su Maestro, quien se mostró resucitado y glorioso. Un protagonismo especial en las apariciones de la Resurrección lo tuvo María de Magdala –las imágenes que la literatura y el cine oportunista ofrecen sobre ella son abyectas y profundamente ridículas–. María Magdalena fue la primera en recibir el mensaje de la Resurrección con la misión de comunicárselo a Pedro y a sus compañeros, que no le dieron ninguna credibilidad por razones personales y jurídicas: se trataba de cosas de mujeres ilusas, sin capacidad legal para dar testimonio en un juicio. El máximo teólogo Tomás de Aquino considera a María Magdalena como la primera mensajera de la Resurrección. Y como afirma el mayor teólogo vivo J. Ratzinger: la Resurrección de Jesucristo va más allá de la Historia, pero deja una huella definitiva en la Historia, por eso pudo ser refrendada por testigos incrédulos como el apóstol Tomás que exigió para creer, tocar con sus propias manos las llagas del Crucificado-Resucitado.
Fidel García Martínez