... Es un enunciado de tono similar (y sutilmente amenazante) a los que el progresismo norteamericano y su prensa son tan aficionados y al que ya nos tienen acostumbrados: desde el “Ahora todos somos liberales” (Chester Bowles en 1959) inspirado en un político británico victoriano conservador, hasta el “Ahora todos somos socialistas”, anticipado por otro victoriano liberal (Sir William Harcourt en 1884), y asimismo proclamado estúpida y rotundamente tras la victoria presidencial de Barack Obama (Evan Thomas en 2009). Richard Nixon, que quería parecer también algo progresista, en 1972 se quedó cautelosamente en “Ahora todos somos keynesianos”.
El aquelarre “6 de Enero”, aparte de una comisión especial para atacar propagandísticamente a Trump y sus fans, acusándoles de insurreccionales (todavía nadie en particular ha sido judicialmente acusado de insurrección), ha culminado con el discurso del zombi Joe Biden más agresivo, resentido y socialmente divisivo de toda la historia presidencial.
En paralelo, un idiota autoproclamado precisamente “historiador presidencial”, comentarista de CNN, Douglas Brinkley, había insinuado una comparación de la protesta del 6 de Enero nada menos que con… ¡el Holocausto! La jovial vicepresidenta Kamala Ha-Ha-Ha-Harris tampoco se ha quedado corta comparándola con las tragedias de Pearl Harbor en 1941 y del 11 de Septiembre de 2001.
Conviene que dejemos las cosas claras: el 6 de Enero fue una protesta, no una insurrección. No es posible una insurrección sin armas, solo con banderas nacionales, con evidencia de la actuación de agentes provocadores (extraños casos conocidos y no explicados como los de John Sullivan y Ray Epps), en la que se produjeron algunos actos vandálicos injustificables, y lo peor de todo, el asesinato con un tiro a bocajarro de una mujer desarmada, patriota y veterana militar, Ashli Babbitt, y otros cinco muertos accidentales, al parecer todos simpatizantes trumpistas.
A lo largo del año 2020, comenzando en Minneapolis, se produjeron 574 protestas violentas promovidas por Antifa y Black Lives Matter, con más de 2.500 policías hospitalizados, al menos 25 personas muertas, y aproximadamente dos mil millones de dólares en pérdidas por actos vandálicos. Pero la comisión especial del “6 de Enero” no está interesada en estos hechos, sino en distraer la atención de la opinión pública mediante estúpidas teorías conspiro-paranoicas como la de QAnon.
El terror que a los Demócratas les produce pensar en los resultados de las próximas elecciones intermedias de Noviembre 2022 (con un posible y plausible impeachment de Biden si el partido Republicano consigue el control del Congreso), y mucho más la posibilidad de la candidatura presidencial de Donald Trump en 2024, es la razón principal y determinante de este aquelarre, que sufrió ya un primer chasco con el impeachment fallido de 2021.
El prestigioso crítico cultural Roger Kimball lo ha llamado “El Engaño/Truco de la Insurrección del 6 de Enero” (“The January 6 Insurrection Hoax”, Imprimis, September 2021). Creo que tal malhadada fecha lleva camino de convertirse realmente en el Día Nacional de la Histeria del partido Demócrata.
Manuel Pastor Martínez