La soberbia del poder es impredecible. El señor vicepresidente, cual Cid Campeador improvisado, se monta en su corcel para salvar Madrid de los monstruos de la ultraderecha haciéndoles frente en el campo de batalla madrileño. Noticia esta que más que perplejidad sugiere que realmente estos políticos son incapaces de salir de su realidad virtual y bajar, de una vez, a esa otra realidad en la que los demás vivimos.
Eso sí, tenemos que agradecerle al señor Iglesias su contribución a este desperece de la política que nos hace seguir pendientes en estos días de lo que pueda pasar y que, como podrán ustedes comprobar, puede ser cualquier cosa.
Quedamos a la espera de otros movimientos, que no se harán esperar, y a los que están obligados otros próceres, tales como el señor Errejón, clave para que el salto del señor Iglesias cobre algún sentido, más allá que el de ofrecer su cuerpo a los leones en la arena madrileña, disfrazado, eso sí, de Rodrigo Díaz de Vivar.