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TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA CORRUPCIÓN (2)

Diferencia entre “corrupción de derechas” y “corrupción de izquierdas”

Jordi Pujol abronca al Parlament en lugar de dar explicaciones...
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Jordi Pujol abronca al Parlament en lugar de dar explicaciones...

LA CRÍTICA, 15 JULIO 2020

Por Juan M. Martínez Valdueza
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Siendo ‘izquierda’ y ‘derecha’ conceptos políticos ya superados por la propia evolución de las modernas sociedades, nada parecidas a aquellas en que se generaron, son sin embargo hoy etiquetas al parecer necesarias en la disputa del poder político y, consecuente con él, del económico. La administración de los fabulosos presupuestos públicos (...)

... confiere a los hombres y mujeres que la tienen a su cargo una preeminencia social —derivada de esa administración de fondos públicos y de su adjudicación—, que en la mayoría de los casos no podrían ni siquiera soñar en el desempeño de sus tareas laborales o profesionales[1]. La disponibilidad por tanto de decenas de miles de cargos o de puestos de trabajo en todos los ámbitos de la administración pública y de los poderes del Estado, sumado al procedimiento de acceso a los mismos, que pasa indefectiblemente por los partidos políticos y no por la confrontación de méritos y capacidades, hace que la competencia entre ellos —los partidos— tenga que basarse en la venta de modelos diferentes, siendo que la gestión finalmente es en casi todos los casos harto parecida. Estar integrados en organizaciones supranacionales y el avance imparable de la tecnología es lo que tiene.

Por razones históricas y simplificando, en España, a la Guerra Civil de los años treinta en que fueron derrotados los partidos de izquierda y los nacionalistas, resultando vencedores los partidos de derecha, se sumó la victoria de los aliados contra el fascismo, hermosa victoria a la que todos debemos estar agradecidos, pero que sin embargo necesitó para su feliz término de la alianza con el comunismo más cavernario como era el de la Unión Soviética, resultando de esta necesidad virtud para la izquierda española que, desde el primer momento de su derrota en España se sumó al karma aliado de la defensa de la democracia y, por ende, de todos y de cada uno de sus valores, bien que poco tuvieran que ver con su propia historia.

Así, y durante las décadas de la dictadura del general Franco, la izquierda española, conservando las mismas estructuras políticas que las habidas en tiempo de la Guerra Civil, consolidó la propiedad de esos valores asociados a la democracia —derechos humanos, progresismo, igualdad, justicia social, etc.—, sin nadie que se los disputara[2], negando espacios a la derecha que, de ninguna manera, podía compartirlos con ella. A la derecha le fueron adjudicados el fascismo, la reacción y poco más, porque en esos dos conceptos cabe todo lo que no son valores positivos y “comúnmente aceptados”, en lenguaje de contable. Y la derecha, sin estructuras políticas procedentes del mismo tiempo de la Guerra Civil, desmanteladas por el propio general Franco, no sabe y no contesta: se avergüenza de ser ‘derecha’ y así, casi, casi, hasta hoy llegamos. Por decantación, la cultura y el saber, también gota a gota junto a sus depositarios, lo son siempre y cuando obtengan el marchamo que nadie se atreve a cuestionar, convertido además en garantía de gloria y de triunfo universal en cualquiera de sus áreas ¡tan ajenas a la política!: el de la izquierda. Si piensan que exagero, estudien con atención cómo el exilio de una mínima parte de la intelectualidad española se convierte en poco tiempo en la flor y nata de la misma y el oscuro destino que aguardó a esa mayoría que permaneció en España batiéndose el cobre con la realidad. Otra cosa es que sea posible ese estudio hoy después de la apisonadora de los años que ha laminado, no ya el recuerdo, sino la propia realidad. Vamos, que el que no sienta la necesidad de estudiar el pasado más reciente con ánimo de investigador lo tendrá muy complicado. Y ni les cuento si después del esfuerzo sus conclusiones se acercan a las que estoy exponiendo y se atreven a manifestarlas.

Pero volveré a la corrupción, que como verán ustedes, justifica el inciso de los dos largos párrafos anteriores, porque sientan las bases de la diferencia entre la corrupción en el ámbito de los políticos de izquierdas y los de derechas.

El lector me va a permitir, por una cuestión de comprensión, que deje aparte los casos concretos y que generalice en una especie de máximo común denominador para entendernos, con todas las excepciones que ustedes quieran. Los políticos de derechas cuando roban, roban sin más. Si los cogen, mala suerte, dejan de negarlo cuando la negativa no se sostiene y si pueden tirar de la manta para reducir las responsabilidades políticas o penales, mejor.

Los políticos de izquierda no roban. Bueno, roban pero no roban. No lo niegan porque no lo admiten y cuando los cogen lo justifican porque dicen proteger un bien mayor. Es lo que podríamos llamar la justificación moral, en la que siempre apelan a un valor superior[3]. Que si lo piensan un poco tiene sentido. Cuando la honestidad y la honradez —sutil diferencia entre estas dos virtudes sobre la que un buen amigo mío hace bien poco disertó con énfasis, convenciéndome— se alzan en bandera política, su ‘malversación’ es costosa, muy costosa y difícil de admitir.

La diferencia apuntada no es baladí y una de sus consecuencias más visibles es la repercusión mediática de los casos de corrupción de uno u otro lado del espectro político. Unos tumban gobiernos[4], si proceden de la derecha, ejemplo muy próximo en el tiempo tenemos —el reciente derribo del gobierno del presidente Rajoy cuyo detonante fue el revuelo de la operación anticorrupción ‘Gürtel’[5]—, y otros apenas abren un telediario y, llegado el caso, los condenados son homenajeados incluso en prisión por los jerarcas del Estado[6] o del partido o de las élites que corresponda, depositarios todos de la verdad.

No podría olvidarme de los partidos nacionalistas y menos de los nacionalistas/independentistas, que son el paradigma de la corrupción[7] y, cuando la practican, lo hacen a manos llenas y además con justificación moral. Una auténtica síntesis de derecha e izquierda que por otro lado confirma lo ya expuesto en relación con los valores democráticos. En este caso dichos valores se supeditan al valor superior de sus intereses políticos no presentando ningún problema el compartir la cama derechas e izquierdas, e incluso los valores que en otros ámbitos son patrimonio exclusivo de los segundos. “Robo el tres por ciento de lo que me viene a la mano porque con ello financio la independencia de Cataluña”.

Respecto de la “comprensión” de los distintos gobiernos con los corruptos condenados por los tribunales de Justicia, en orden a los indultos concedidos a los mismos, he aquí una mínima estadística correspondiente a los últimos 20 años:

GOBIERNO

PERÍODO

INDULTOS

PP – Pte. José Mª Aznar López

1996 - 2003

148

PSOE – Pdte. J.L. Rodríguez Zapatero

2004 - 2011

63

PP – Pdte. Mariano Rajoy Brey

2012 - 2017

16

Total

1996 - 2017

227

Fuente: Statista GmbH, Johannes-Brahms-Platz 1, 20355 Hamburgo, Alemania

La verdad es que el análisis de esta mínima estadística invita a todo tipo de conjeturas, incluso divertidas si la comparamos con la idea preconcebida —quizá también inducida— que tenemos los ciudadanos de los presidentes del Gobierno y su grado de inclinación a la comprensión de los corruptos. Si es que lo hubiere, por supuesto.

Notas:


[1] Está claro que no hablo de los emolumentos, que también en unos cuántos miles de casos, sino de las canonjías y del poder derivados de su posición.

[2] Lo cierto es que las izquierdas españolas en el foro mundial de opinión ganaron por goleada al franquismo que, a pesar de sus esfuerzos, no supo o no pudo quitarse de encima el lastre del apoyo alemán a su causa en la Guerra Civil española. El azar también cuenta en la Historia y para las izquierdas españolas ni siquiera supuso un lastre el apoyo a su causa del comunismo internacional, convertido este en aliado de su peor enemigo: la democracia.

[3] Dice Gabriela de Lima Grecco, de la Universidad Autónoma de Madrid en su ponencia “Burlando la censura franquista: ¿Corrupción o resistencia?” en el I Congreso Internacional de Historia de la Corrupción Política en la España Contemporánea (Siglos XIX – XXI) ya citado, refiriéndose al soborno a los censores: …hay que considerar que pueden existir matices en la acepción de corrupción, la cual, como venimos argumentando, puede englobar formas de oposición/resistencia…

[4] Esto viene de antiguo y les recuerdo a ustedes el caso del estraperlo en la Segunda República, donde una minucia que implicó a miembros del Partido Radical terminó con la caída del Gobierno y la desaparición del mapa político de dicho partido, mayoritario en las Cortes en esos momentos. (José Carlos García Rodríguez: El caso Strauss. El escándalo que precipitó el final de la II República, Akrón, 2008).

[5] Me cuentan que el nombre de las operaciones anticorrupción no proceden de un preclaro análisis de cada caso, sino que salen de una especie de bombo contenedor de nombres y que se eligen al azar. Como me lo cuentan se lo cuento a ustedes.

[6] Por ejemplo los eminentes políticos socialistas Rafael Vera (Secretario de Estado) y José Barrionuevo (ministro del Gobierno), condenados por varios delitos, el primero entre otros por malversación de fondos públicos, que ingresan en prisión en 2003 arropados por la cúpula socialista encabezada por el expresidente Felipe González.

[7] No es exageración del que esto escribe. Solamente hay que contemplar la escena del hacedor moderno y jefe por muchos años de la “nación catalana”, el honorable Jordi Pujol, cogidos él y su familia con las manos en las múltiples masas de la corrupción, abroncando al parlamento catalán por su osadía en pedirle explicaciones en lugar de rendirle el debido tributo.

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