... La razón de que yo no disfrute con los geniales golpes de humor de los Hermanos Marx es porque no se ríen de situaciones, o circunstancias, sino de las Personas. Su humor no es, como decía Valle Inclán, un tren que descarrila, una situación que prevemos en una dirección y sale por otra sorprendente. El humor de los Marx, por el contrario, es un tren que se estrella, que hace daño, un daño del que no me puedo reír.
Los Hermanos Marx, al igual que El Gordo y el Flaco, Buster Keaton o, incluso, Charlot, se reían de la desgracia ajena, se reían del golpetazo que se llevaba un semejante, del resbalón, del tartazo. Se reían de las Personas, lo cual en aquellos tiempos parece que era aceptable. Esos tiempos que, también, dieron lugar, a la vez que eran consecuencia del Darwinismo Social, en el que se consideraba una Ley Natural tanto el dominio de los fuertes sobre los débiles, como el dominio de unas naciones sobre otras sin más razón que la fuerza de las armas.
En segunda derivada, dio justificación teórica a los dictadores de izquierdas y de derechas, a un par de guerras mundiales, al exterminio masivo de millones de Personas por su raza, o por sus minusvalías físicas. Tantas otras situaciones que, ahora, consideramos barbarismos, pero que hace cien años estaban plenamente aceptadas por la sociedad. Y en Suecia se han practicado abortos obligatorios por razones de inferioridad física hasta la década de 1960. En Estados Unidos de América, el racismo puro y duro todavía es de plena actualidad.
Volviendo al Humor, no: no me hace gracia ver a Groucho Marx humillando a Margaret Dumont una y otra vez, ni a Harpo Marx siendo ninguneado sistemáticamente por su minusvalía (simulada pues, en realidad, no era sordo y, sin embargo, representaba el arquetipo del minusválido… ridiculizado). Son, simplemente, ideas muy peligrosas.
Ese humor ha perdurado en el tiempo, pero verlo reutilizado hasta hace muy poco por grandes cómicos como Lina Morgan riéndose de ‘las tontas’, o Arévalo ridiculizando a los gangosos… no hace más que calificarlo como claramente rancio o, al menos, falto de sensibilidad.
Ahora ‘se lleva’ más un humor respetuoso con las personas. Lo contrario no sólo es políticamente incorrecto, sino, sobre todo, de muy mal gusto.
Lo de que estamos en el Siglo XXI, no podemos seguir ignorándolo por más tiempo, y en este mundo van los políticos españoles y vuelven al ataque a la persona, acusando uno a otro de ser hijo de… lo que sea, que parece que tan pecaminoso es ser marquesa como pasar por la cárcel por pertenencia a banda terrorista. Y eso lo hacen en lugar de atacar o defender las ideas, que es para lo que les pagan; pero es que lo de las ideas es, quizá, demasiado sutil para muchos políticos de ahora, especialistas en dialéctica de humor grueso y agresivo.
Por desgracia para los ciudadanos de algunos países, no sólo se da este fenómeno en España. Yo cada vez veo menos diferencias entre Nicolás Maduro y su imperial vecino del otro lado del Caribe. El idioma, el color del pelo y poco más. Ambos consideran la humillación del contrario como un recurso aceptable dentro del discurso político.
Qué tiempos aquellos en los que un Presidente del Gobierno, educado en el odio al marxismo, la Democracia Orgánica y los inalterables Principios del Movimiento (obviamente me refiero a Adolfo Suárez, pero también se puede incluir aquí la mayoría de los que le acompañaron en su aventura), este personaje de camisa azul que tantas veces había cantado el Cara al sol, a la hora de crear un sistema democrático partiendo de cero, pudiendo haberlo hecho de muchas maneras más o menos sesgadas hacia su color político, se jugó su porvenir por el empeño de, no sólo reconocer y legalizar al Partido Comunista de España, sino de tratarle con el mismo respeto que a cualquier otro partido político.
Adolfo Suarez ya murió, y no sólo como persona.
Ahora es diferente.
El colmo, hace unos días, después de atacar todo un Vicepresidente del Gobierno, desde una posición jerárquica y físicamente superior, a un diputado hasta que éste, ofendido (o haciéndose el ofendido, que tanto da) abandona la sala, le despide con un chulesco ‘al salir cierre la puerta ’.
Marxista, Grouchista.
Félix Ballesteros Rivas
12/06/20
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