... Comprendo la perplejidad e ignorancia de los medios en España, pero es más difícil justificar el mutismo en la prensa, radio y televisión “progresistas” en los Estados Unidos durante los primeros días. Después solo ha merecido la descalificación de una “teoría conspirativa” más.
En la conspiración efectiva, no imaginada –según la lista documentada de 39 nombres que ha sido desclasificada y publicada- figura toda la parentela obamita del “Estado Profundo”: el burro jesuita John Brennan (director de la CIA), el bobalicón James Clapper (director Nacional de Inteligencia), el cursi arrogante James Comey (director del FBI), los idiotas operativos Denis McDonough y Peter Strzok (ambos por la notable “cuota progre” de ex alumnos de St. John´s University, Minnesota, donde he sido profesor visitante), etc., etc., y por supuesto el corrupto soñoliento Joe Biden (vicepresidente y ahora candidato presidencial del Partido Demócrata). Asimismo no faltan las vestales Samantha Power (embajadora en la ONU), Sally Yates (Fiscal General adjunta) y otras, pero no figura en la lista la Consejera Nacional de Seguridad Susan Rice, que sin embargo quiso dejar constancia por escrito (el día de la Inauguración de Trump) que todo se había hecho, por orden de Obama, “by the book”.
Al parecer a Susan Rice le extrañó que el General Flynn (nuevo Consejero Nacional de Seguridad del presidente Trump), durante las conversaciones entre ambos en la transición presidencial de la Casa Blanca, sostuviera que el enemigo principal de EEUU ya no era Rusia sino China. Michael Flynn estaba considerado por los obamitas un general polémico, ex director de la Inteligencia Militar, destituido por Obama en 2014 por no compartir sus puntos de vista sobre la lucha contra el Estado Islámico (Flynn era partidario de una línea más dura).
Flynn probablemente cometió algún error, típico de los espías mintiendo a otros espías mentirosos, la eterna historia de las guerras civiles burocráticas en la Comunidad de Inteligencia (DNI, CIA, FBI, DIA…). Pero el General, novato en política, solo era una pequeña primera pieza en un plan más ambicioso contra Trump, un auténtico golpe de Estado, tratando de deslegitimar y anular la elección democrática de un Presidente.
Va a resultar que hay una curiosa relación entre el “Obamagate” y la actitud del Partido Demócrata en general ante la peste “cochina” (comunista china). El general Flynn –compartiendo la opinión con Donald Trump- creía que China era un mayor peligro y el principal enemigo. No obstante el vicepresidente Biden (mediante su impresentable hijo Hunter Biden) parece que tenía intereses en el gigante asiático, como algunas de las famosas grandes Fundaciones/Corporaciones pro-Demócratas de George Soros, Mike Blomberg y Bill Gates, resultando que miles de pequeñas industrias han sido cedidas a China, perjudicando a los trabajadores americanos.
El Partido Demócrata, vampirizado por estos y otros siniestros personajes con el beneplácito de la banda Obama-Biden, han adoptado –con pocas excepciones- una agresiva resistencia y crítica a la política de Trump contra la maldita pandemia o peste “cochina”, en algunos casos - como el gobernador Andrew Cuomo de New York- susceptible de responsabilidades criminales por su orden del 25 de Marzo sobre las residencias de ancianos. No le han faltado al Partido Demócrata, por supuesto, apoyos desleales de republicanos “NeverTrump” y RINO, como los del envidioso Mitt Romney y del grupo de idiotas del “Lincoln Proyect” (empeñados en impedir la reelección de Trump, incluso avalando al incompetente y pervertido exhibicionista Biden).
Cada día está más claro el verdadero legado de Obama: un intento histórico de ser la excepción al “excepcionalismo americano”, deteriorando gravemente los derechos y libertades de los ciudadanos; el aborregamiento de los medios progresistas; la politización de la justicia, tanto en casos públicos como privados (v.g. juez Sullivan en el Caso General Flynn; juez Moyé en el Caso Shelley Luther), quebrantando la separación constitucional de poderes; el impulso de la estatalización de la economía destruyendo al mercado libre según el paradigma “Obamacare”; y si el “Obamagate” se confirma en revelaciones informativas y resoluciones judiciales, corrompiendo –con la ayuda de Soros y el “Shadow Party”- al Partido Demócrata, el aliento golpista del “Estado Profundo” contra el Estado de Derecho y el Imperio de la Ley.
Creíamos que Obama solo era capaz de exhibir la falta de clase, sin precedentes, de que un ex presidente critique a un presidente en activo. Ahora comprobamos que también es capaz de prácticas totalitarias de “Gran Hermano”. Y como en una distopía orwelliana la “Nueva Normalidad” global de la “Mask” ha generado un nuevo término incorporado al léxico político de la corrupción: “Unmasking”.