Negociaciones con Cataluña

... Lo primero que se le ocurre a cualquiera con dos dedos de frente, es que el Gobierno de Cataluña puede hablar de tú a tú con el Gobierno de la Comunidad de Madrid, con el de Andalucía, con el de las Islas Canarias o con cualquiera otro de las lamentables diez y siete autonomías que padecemos los españoles, pero de ninguna manera puede hacerlo con el Gobierno de la Nación, pues quiéralo o no lo quiera, la Nación es soberana y las autonomías, por muchas competencias que tengan, siempre serán un instrumento de gobierno subordinado al de la Nación.

Sin embargo y sorprendentemente, el Gobierno de España ha aceptado el diálogo de igual a igual con Cataluña, ha recibido a sus representantes con honores de Jefe de Estado para su presidente y de ministros a sus consejeros, instalándolos en una estancia de la Moncloa que se destina precisamente a dicho efecto, en vez de hacerlo en otra más adecuada al rango inferior del visitante y ha pasado por alto el hecho lamentable de que el propio Presidente Catalán esté desposeído de su condición de diputado autonómico.

Lo que hayan negociado o dejado de negociar, después de este injustificado trato de favor, me parece ya lo menos relevante, porque tanto en política, como en la vida de relación, las formas son lo primero y, si se me apura, lo más importante, ya que de ellas se deducen categorías, méritos y personalidad de los conferenciantes, y que no le quepa duda a nadie que de esta reunión ha salido un ganador y, lamentablemente este ganador es Cataluña, a quien solo le ha faltado para rematar la suerte, que el señor Sánchez hubiera admitido la presencia de un “Moderador Internacional”, para que así se reconociera ya internacionalmente, con la sola presencia en Madrid de los gobernantes catalanes, su independencia y soberanía.

De todos modos, con o sin las formas y modos referidos, el diálogo entre ambos gobiernos es un diálogo de sordos, pues para rematar la suerte, la delegación catalana ha expresado solemnemente que solo está dispuesta a negociar la independencia de Cataluña y la amnistía de los presos, que lo están, precisamente por haber incumplido la ley.

Puede estar ya tranquilo el Sr. Torra. El Gobierno de la Nación Española le ha reconocido como Jefe de estado (o Gobierno) de una potencia soberana y se comportará dentro de esta línea como es fácil de prever, pues ha convertido un asunto de régimen penal al que cabe aplicar con todo su peso una ley específica (el artículo 155 de la Constitución), en una cuestión de diálogo, internacional.

Repito, pues, que puede estar bien satisfecho el Sr. Torra y sus secuaces, porque lo demás, si sigue gobernado el Sr. Sánchez y sus también secuaces, le vendrá por añadidura.