... Pero Oriol Junqueras se equivoca en su análisis y en su pronóstico. Razón: el enfrentamiento no lo es tal porque el independentismo no tiene adversario. Han fijado un enemigo, que es España, y un objetivo que es la independencia de Cataluña, que son reales como fijaciones –políticas y ciudadanas– pero carentes de un camino que, al ser recorrido, les lleve a ganar la partida: la independencia de Cataluña.
Probablemente Oriol Junqueras, desde la soledad de su celda invadida por los cantos de sirena de los suyos, perciba una realidad, en todo caso virtual, de lo que está pasando en su entorno exterior y así por tanto analice y pronostique.
El hecho de que el Estado español no se haya convertido en adversario de los independentistas catalanes, utilizando su poder, todo su poder –que le viene dado por el pueblo español a través de los múltiples mecanismos democráticos que lo configuran como un auténtico y sólido Estado Social y Democrático de Derecho–, contra ellos, viene explicado –que no justificado– por la penuria moral de los distintos Ejecutivos españoles a lo largo de las cuatro décadas de democracia, que han preferido una cierta estabilidad –a pesar del coste que ha significado la progresiva pérdida de la identidad nacional no solo en Cataluña sino también en otras regiones españolas, empezando por la lengua y terminando con la Historia común– a tener que ejercer de centinela en esas regiones para conservar precisamente esos valores nacionales.
Ya veremos qué ocurre –y qué pensará entonces Oriol Junqueras–, si la cerrazón de los independentistas sube de nivel –en la acción de sus comandos y el silencio de sus mentores– y el Estado español se ve obligado a convertirse en su adversario.
Entonces, ya veremos cómo termina la partida