Estoy cansado, hastiado, aburrido y mucho más, de la cansina monserga que nos proporcionan a diario todos los medios de difusión, sobre las libertades de Cataluña. Pero, lo que más me sorprende es el pasotismo de quién corresponda.
Hay que recordar ese viejo dicho: “Si me engañas una vez, la culpa es tuya; pero se lo haces dos veces, la culpa es mía”. En política, en la empresa y demás agrupaciones humanas, en democracia, todas las decisiones no se pueden o deben tomar nada más que después de un detenido estudio. Ante un conflicto político, económico o social, no se trata solamente de restaurar el orden preexistente, sino también de evitar volver a caer en el mismo error.
Después de producirse el mayor ataque a “España”, no al Gobierno, ni al Estado, ha sido a su unidad. Después de disolver el gobierno autonómico y procesar a los principales protagonistas de la traición; después de aplicar la Constitución y convocar nuevas elecciones, ni una sola de las causas que han llevado a tan desagradable situación, que se han ido fomentando durante décadas, se ha tratado de corregir, ni siquiera amortiguar. Previsiblemente, el repetido artículo 155 no ha servido nada más que para cambiar algunos protagonistas, pero no los propósitos. Los separatistas apoyan sus argumentos en su “historia”, que en los colegios se siguen enseñando. Labor que siguen sin pausa y que les está dando excelentes resultados. No se puede olvidar, que en las encuestas el mayor porcentaje de separatistas lo proporcionan los jóvenes.
Siguiendo la misma táctica, es preciso recordar la HISTORIA, esta vez con mayúsculas. Que claramente nos muestra que nada ha cambiado y no se puede seguir por el mismo camino, que hasta ahora se ha seguido. El primer Estatuto de Cataluña fue votado y aprobado por las Cortes el ocho de septiembre de 1932, con gran alegría de los catalanistas, con el que la República daba por finalizado el llamado problema catalán.
La reacción de los prohombres del separatismo fue de alegría, pero no dio satisfacción a sus aspiraciones. Macías telegrafiaba, enviando “un fuerte abrazo a todos los que habían contribuido a esta labor, perdonando a los españoles, que con una mentalidad propia de los Austrias y de los Borbones, habían querido impedir las aspiraciones legítimas de Cataluña”. Company decía “Quedará memoria eterna de esas ilustres personalidades, como el presidente de la República D. Manuel Azaña y D. Luis Bello”. Para este último personaje, presidente de la comisión del Estatuto para Cataluña, “el porvenir de la autonomía es espléndido. Tal como quedó aprobado el estatuto no hay posibilidad de revisión, especialmente en la parte referente a la Hacienda, que está asegurada. Es posible que la autonomía tenga ampliaciones en el futuro”. Más claramente no se podía decir, lo que me favorece es intocable y lo que me ayuda en el camino de la independencia se puede ir mejorando
Pocos días después, en Barcelona, el once de septiembre, para celebrar el homenaje a la memoria del conceller Casanova, el alcalde decía: “Catalanes, el Estatuto es una gran puerta que se nos abre de par en par. El Estatuto es en comienzo de un nuevo camino que ha de llevarnos a nuestras libertades”. Macías exclamaba “Toda la obra de la conquista española ha sido inútil. Invadieron el territorio, nos negaron nuestros derechos, pero doscientos dieciocho años más tarde hemos ganado el pleito. Estamos otra vez como en 1714 y conjuro al pueblo de Cataluña para que tome ejemplo del sacrificio de Casanova y esté siempre dispuesto a lo que sea preciso”.
En otro discurso el mismo alcalde añadía: “El estatuto no es un límite y quien os lo diga o quien os asegure que nosotros lo decimos piensa más en su partido que en los altos destinos de Cataluña. Catalanes, este laurel que llevamos hoy a Casanova cada año debe tener ramas nuevas”. Pobre conceller Casanova, cuanto tiene que aguantar en el otro mundo; es uno de los casos más sangrantes de falsificación de la Historia
Azaña justificó el Estatuto de Cataluña, que a poco votaban las Cortes: “España formó un gran Estado del Renacimiento, pero no por voluntad de los pueblos o por la conquista, sino por misiones personales de los reyes, que formaron la Monarquía católica, no la española, que ésta era sólo una parte de aquella. Este despotismo de la Corona doblegó al último Estado peninsular, que fue Cataluña, y el defensor de las libertades catalanas fue el último defensor de las libertades españolas. Todo esto prueba que la España espiritual no es hija de los reyes, que no es cierto que crearan la unidad española y que sólo representan la abyección (sin salvar a uno solo). Son argumentos cursis los que se apoyan en la historia de los Reyes Católicos, porque estos conservaron privilegios a las regiones que hoy escandalizarían. Si hubo una nacionalidad con cinco reinos, ¿por qué no ha de haberla con cinco autonomías?.
Durante el viaje triunfal de Azaña, Domingo, Giral, Carner, y Casares Quiroga a Barcelona, con recibimiento triunfal, el jefe del Gobierno se explayó: “Ya no hay en España reyes que puedan declarar la guerra a Cataluña. Por eso celebramos un hecho que pertenece, no a la historia de Cataluña, sino a la historia universal, porque es posible que este ejemplo sirva de lección a los estados europeos en los que hay planteadas cuestiones que guardan íntima semejanza con lo que representa Cataluña con relación a España”. Aludió al rey austriaco, que hizo suyos -de la Corona, no de España- a los catalanes por la fuerza, en contra de lo que se hace hoy, en que sois, con vuestra autonomía, catalanes de la República española.
Pocos días después, el periódico El Diluvio, que había anunciado una reunión en la capitanía general, publicó una carta al general Batet, diciendo, entre otras cosas: “Por lo demás, el problema planteado con la discusión del artículo 2º del Estatuto (trataba del idioma catalán), carece de importancia momentáneamente. Una vez aprobado el Estatuto y votado, si como suponemos sigue desempeñando la jefatura de la cuarta división, se verá obligado a reunir de nuevo a los jefes de cuerpo, indicándoles la necesidad de que se dirijan en catalán a los soldados y exponiéndoles la conveniencia de enseñar este idioma a los reclutas castellanos que lo desconozcan; así se ha hecho ya en algún país y así sucederá en Cataluña”.
¡El que tenga oídos, que oiga!