El Poder Aeroespacial es un pilar fundamental para actuar en favor de la Seguridad y Defensa nacional y cumplir con los compromisos internacionales: por su disponibilidad permanente (365/24/7), capacidad de proyección y reacción, rapidez, flexibilidad, versatilidad en sus actuaciones y modularidad de su estructura.
Los conflictos modernos son cada vez más diversos y complejos y parece claro que seguirán evolucionando a gran velocidad al igual que lo han hecho durante las últimas décadas. Determinar de manera precisa cuáles serán estos escenarios en el horizonte 2050 sería aventurarse en exceso, pero lo que es cierto es que el Ejército del Aire seguirá representando un instrumento militar clave como fuerza de respuesta inmediata, flexible y precisa para defender los intereses nacionales dónde y cuándo se requiera. Para este fin deberá estar dotado del presupuesto y las capacidades necesarias, y dimensionado en personal para acometer las misiones que se le encomienden. Independientemente de estos cambios en el entorno, para el Ejército del Aire seguirá siendo imprescindible asegurar la vigilancia y control del espacio aéreo de soberanía e interés así como preparar, adiestrar y sostener la Fuerza para ponerla a disposición de la estructura operativa conjunta.
El cumplimiento de la misión seguirá exigiendo como hasta ahora evitar la pérdida irreversible de capacidades, junto a una evolución tecnológica del Ejército del Aire y un aumento de sus capacidades que le posibiliten afrontar cualquier escenario operativo futuro. Este aumento de capacidades será en algunos casos proporcionado por nuevos sistemas de armas y el Ejército del Aire seguirá avanzando de manera decisiva en la explotación del aire-espacio, su dominio físico por naturaleza, y en el dominio del ciberespacio, transversal a todos los demás. El peso específico del Ejército del Aire sobre el conjunto de las Fuerzas Armadas deberá ser por tanto incluso mayor que el actual y la política de personal tendrá que ir acorde con dicho peso, cambiando la tendencia actual, lo que nos debe llevar a un concepto ajustado a la realidad de los tiempos en los que la tecnología concede una mayor preponderancia a las fuerzas aéreas y, por tanto, a su personal en calidad, muy capacitado técnica y moralmente, y en cantidad suficiente para hacer frente a unos riesgos que, si bien no conocemos exactamente como serán, requerirán una respuesta acorde a su entidad.
La implantación de nuevas capacidades requerirá de más infraestructuras en las bases áreas y centros logísticos y de más personal, considerado siempre este último un recurso crítico y prioritario. Los nuevos sistemas de armas, independientemente de su número, tendrán una mayor disponibilidad, que requerirá un mayor número de tripulaciones aéreas. Este aspecto unido al aumento de la carga de trabajo en la preparación, apoyo y posterior explotación de la misión, llevará aparejado un aumento de personal en las áreas de ingeniería, mantenimiento e informática/ciberdefensa.
El adiestramiento del personal a todos los niveles (oficiales, suboficiales y tropa), en línea con este aumento de capacidades, sistemas y procedimientos de trabajo asociados, será un factor determinante y seguirá enfocado hacia una plena disponibilidad los 365 días del año. El Ejército del Aire seguirá actualizando su sistema de formación y perfeccionamiento, enfocándolo hacia un sistema de carácter aun más multidisciplinar. La formación tradicional en valores militares y aeronáuticos deberá potenciarse en aspectos clave como el liderazgo “a todos los niveles”, el ejemplo ante la sociedad y dentro de las Fuerzas Armadas, la proactividad, la capacidad de decisión o el talento innovador dentro del espíritu aeronáutico y de equipo que nos caracterizan, a lo que se sumará un entrenamiento y una sólida formación científico-técnica adecuada a la mayor especialización tecnológica a lo largo de toda la carrera, en todos los empleos, destinos y especialidades.
A la vista de lo que previsiblemente nos deparará el camino hacia el 2050, el número de efectivos del Ejército del Aire aumentará a medio plazo para cubrir todas las necesidades en las unidades, especialmente las de tripulaciones aéreas, de manera que no se vean comprometidos en el futuro ni el sostenimiento ni la operatividad del Ejército del Aire, porque es su personal (suboficiales, tropa y personal civil) el que genera horas de vuelo.
Pero no todas las necesidades de personal se ciñen exclusivamente al ámbito orgánico; se considera así mismo imprescindible disponer de un número apropiado de personal en los órganos de asesoramiento, planeamiento y decisión ajenos a su estructura, tanto en organismos internacionales como conjuntos, para facilitar la operación del Ejército del Aire en el ambiente incierto pero tecnológicamente avanzado que nos espera.