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El Rey, los catalanes y los palestinos

Ilustración: http://diariojudio.com/
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Ilustración: http://diariojudio.com/

29 NOVIEMBRE 2017

Por Manuel Pastor Martínez
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El Rey de España no solo es, por supuesto, Rey de los catalanes sino también, entre muchos otros títulos históricos honoríficos (“non praejudicando”), Rey de Jerusalén; es decir, de la capital bíblica de la antigua Palestina o, simbólicamente, de la moderna Israel.

Ante la provocación de los golpistas catalanes y cierta tibieza del Gobierno nacional, el Rey dio un ejemplo de firmeza y claridad en sus discursos del pasado Octubre (el día 3 desde el Palacio de La Zarzuela en Madrid, y el día 20 desde el Teatro Campoamor en Oviedo) a favor de la unidad de España.

En las recientes visitas a España de los presidentes de Israel, Reuven Rivlin, y de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, ambos mandatarios también se pronunciaron a favor de la unidad española. Por ello no encaja y resulta incongruente la referencia que nuestro Jefe del Estado hizo a la conveniencia de dos Estados en Israel/Palestina. Alguien del Gobierno o de la Zarzuela no le aconsejó bien, por no decir que cometió una chapuza muy poco profesional.

Es sobradamente conocido que la mayoría de los ministros de asuntos exteriores en nuestra joven democracia (pienso principalmente en Morán y Moratinos del PSOE, García Margallo y Dastis del PP) ante la compleja “cuestión palestina” aparentemente se han sentido más cómodos con la kufiyya y la chilaba que con los usos diplomáticos occidentales. Pero lo que es un deseo o una mera opinión política del gobierno de turno no debe ser impuesto, a priori, antes de formalizar una decisión diplomática oficial, al Jefe del Estado.

El analista político norteamericano Jeff Jacoby, especialista en asuntos de Oriente Medio, ironizaba el pasado mes sobre las incongruencias del Gobierno español titulando una de sus columnas “Spain Clamors for `Two-State Solution´ –But Not in Catalonia” (Townhall, October 25, 2017). Muchos comentaristas españoles –algunos con evidente complacencia, como Enric Juliana o Antonio García Ferreras- resaltaban la frialdad con España del gobierno de Israel ante el desafío separatista en Cataluña. Lo que no explicaban (y tampoco lo hicieron los propios interesados catalanes) es que se trataba de un gesto lógico por parte del gobierno israelí de pagar con la misma moneda la pertinaz y cansina manía de los gobiernos españoles de pronunciarse retóricamente en favor de “dos Estados” en el territorio histórico de Israel.

Tengo una personal opinión al respecto, e invocando la sagrada libertad de expresión no me resigno a callarla.

Como hace años escribió el experto Elliott Abrams en The Wall Street Journal, si las conversaciones de paz entre Israel y los palestinos no avanzan o están suspendidas, ¿qué más da? Es la eterna canción de una gran impostura, como la del separatismo catalán con el Gobierno de España.

Ya va siendo hora de que la opinión pública mundial tenga conciencia de lo que significan las negociaciones para conseguir… el cuarto Estado de los palestinos a partir del núcleo existente, la Autoridad Palestina en Cisjordania. En efecto, de momento ya se han creado tres, por orden cronológico: el de Transjordania o Jordania, fundado por decisión del Reino Unido en 1946, con más de un ochenta por ciento de población palestina; el de Israel, fundado por resolución de las Naciones Unidas en 1947/48 –tras el rechazo por parte árabe-palestina de uno propio previsto en el mismo acto de partición- con una importante minoría de ciudadanos palestinos que por primera vez en la historia del mundo árabe y de la civilización islámica gozan de plenos derechos democráticos; y de facto el de Hamastán en Gaza, entidad terrorista islamista creada mediante un golpe de Estado de la corriente palestina Hamás contra Fatah, partido dominante de la Autoridad Nacional Palestina. Los mal pensados consideran que incluso existía o existe ya otra quinta entidad internacional específicamente palestina, creada y financiada por las Naciones Unidas, es decir, también por los contribuyentes españoles –UWMRA-, que son los campamentos de refugiados en otros países árabes, un mini-Estado nómada de más de medio millón de personas, donde durante muchos años se ha dado cobertura a grupos radicales y terroristas anti-Israel, que han proliferando con absoluta impunidad (véase el Informe Hansen).

El rompecabezas de la “cuestión palestina” requiere una mayor seriedad en los análisis políticos y diplomáticos, evitando manifestaciones facilonas como las de los partidos y gobiernos españoles a través de sus ministros de asuntos exteriores, que recurriendo a los topicazos de siempre demuestran muy poco conocimiento y muy poca profesionalidad. Pero lo más grave es que comprometan con su incompetencia al Jefe del Estado.

Los palestinos están inmersos desde hace muchísimos años en una no declarada guerra civil entre Fatah y Hamás, es decir entre Gaza y Cisjordania. Aunque ahora han anunciado una tregua mediante la cual la Autoridad Palestina se hace cargo de los desastres económicos de Gaza, Hamás se ha negado a desarmarse y pretende jugar un papel similar al de Hezbolá en Líbano, cuya milicia mantiene el balance de poder en el país sin responsabilidad en el buen gobierno.

Para el colmo de la complejidad, recientemente se ha producido un realineamiento estratégico en la región entre Arabia Saudí e Israel, antiguos rivales, frente a Irán (patrón de Hezbolá e, indirectamente, de Hamás), cuyas consecuncias están por ver. El general Gadi Eisenkot, jefe del Estado Mayor israelí, por primera vez en una entrevista revelaba: “Estamos dispuestos a compartir información (inteligencia militar) si es necesario, con los Estados Árabes `moderados´ (principalmente Arabia Saudí y Egipto), ya que compartimos los mismos intereses” frente a Irán (entrevista en Elaph, mencionada por The Times, 17 de Noviembre, 2017).

Incidentes recientísimos como el extraño caso de Saad Hariri, primer ministro de Líbano, o el ataque terrorista islamista del ISIS en el norte del Sinaí, son ejemplos de esta situación convulsa presente.

Por tanto, volviendo a nuestros lares, no son los momentos más adecuados –y mucho menos involucrando al Rey- para pronunciamientos políticos o decisiones diplomáticas sobre asuntos que ni siquiera las grandes potencias (incluida Estados Unidos después de la absolutamente desastrosa política exterior de Obama) tienen las ideas claras.

La Zarzuela debe vetar a los oportunistas políticos de cualquier color y prescindir de floreros y cortesanos incompetentes. Lo que necesita son auténticos profesionales.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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