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El presidente catalán Carlos Puigdemont, la diputada de CUP Anna Gabriel y el vicepresidente Oriol Junqueras. (Foto: El Periódico)
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El presidente catalán Carlos Puigdemont, la diputada de CUP Anna Gabriel y el vicepresidente Oriol Junqueras. (Foto: El Periódico)

Sedición: fenomenología del separatismo catalán

25 SEPTIEMBRE 2017

Por Manuel Pastor Martínez
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Los separatistas catalanes, de manera similar a lo que José Antonio Primo de Rivera pensaba acerca de ser español, creen que ser catalán es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo, o como mínimo, según el catedrático de psiquiatría y autor de La Pasión Secesionista, Adolf Tobeña, “los catalanes tenemos una autoestima exagerada” (El Mundo, 9 de Septiembre de 2017). Una prueba está en La Vanguardia (antes, durante la Guerra Civil, vocero de Juan Negrín y los comunistas; durante el franquismo y hasta 1978, como La Vanguardia Española, órgano del Establishment burgués catalán-españolista), que con Godó y Juliana lideran hoy tal presunción o pasión catalanista.

Viendo a Cataluña convertirse, como observó hace tiempo José María Marco, en “el paraíso de las izquierdas”, es inevitable pensar: vuelta la burra al trigo. El germen ya lo describieron entre otros Frank Borkenau o Ernest Hemingway en la Barcelona de la Guerra Civil: el primero se preguntaba si la ciudad pertenecía a un planeta de otra galaxia, y el segundo escribía “…es una ópera cómica (…) el paraíso de los chiflados y los revolucionarios románticos” (For Whom the Bells Tolls, Scribner´s Sons, New York, 1940, p. 267).

Pero si el periódico barcelonés mencionado fue algún día el órgano de la gran burguesía e intelectuales progresistas y autonomistas de Cataluña, hoy es un mero instrumento y reflejo de los menestrales y las turbas independentistas. Se ha hablado y se sigue hablando de “golpe de Estado” en Cataluña. Pero conceptualmente la sedición precede al golpe (o intento de golpe) de Estado. Es decir, el golpe no se ha consumado, afortunadamente, pero nos encontramos inmersos plenamente en un proceso de sedición ya que, como describía Curzio Malaparte en su obra clásica de 1931, “la fiebre sediciosa de las masas” es la premisa de la “táctica insurreccional” (Técnica del golpe de Estado, versión española: Plaza & Janés, Barcelona, 1960, p. 14).

Aunque las masas siguen teniendo un protagonismo evidente en la política contemporánea, el problema es que, a diferencia de la diagnosis que Ortega hiciera para los inicios del siglo XX, la invertebración de España se debe hoy más bien a la rebelión de las minorías. Las minorías o élites separatistas en Cataluña han estado lideradas, en las tres grandes crisis modernas de la región por líderes demenciales, merecedores de diagnósticos psiquiátricos: en la primera gran crisis de la locura catalanista, la Semana Trágica de 1909, un dirigente destacado: Francisco Ferrer Guardia; en la segunda, durante la Segunda República, dos: Francesc Macià y Lluís Companys; en la presente y tercera, tres: Jordi Pujol, Artur Mas y Carles Puigdemont.

Naturalmente, en cada una de las crisis hubo otros dirigentes destacados que compartieron la locura colectiva: Baró, Malet, Hoyo, Moreno, Lerroux y muchos más en 1909; Dencàs, Badia, Gassol, Barrera, Coll i Llach y otros en los años treinta; en el presente, Junqueras, Forcadell, Homs, Tardà, Rufián, Forn, Baños, Fernàndez, Gabriel, los dirigentes de los “soviets” catalanes Cuixart y Sánchez, y un largo etcétera. Todos tenemos en mente los simpatizantes y colaboradores de las turbas izquierdistas, “en teoría” no separatistas, que apoyan la sedición catalanista hoy, como en 1909 lo hicieron Solidaridad Obrera y en 1934-36 Alianza Obrera y el Frente Popular.

De los juicios personales sobre Ferrer Guardia, destaco uno de Unamuno: “Se fusiló con perfecta justicia al mamarracho de Ferrer, mezcla de tonto, loco, y criminal cobarde; a aquel monomaníaco con delirios de grandeza y erostratismo, y se armó una campaña indecente de mentiras, embustes y calumnias (…) por toda la golfería intelectual” (citado en Ricardo de la Cierva, Los años mentidos. Falsificacions y mentiras sobre la historia de España en el siglo XX, Editorial Fénix, Madrid, 1993, p. 44).

Macià sigue a la espera de una biografía crítica, pero sus actitudes golpistas y “quijotescas”, por no decir demenciales, son bien conocidas: prolongada visita a la Unión Soviética y alianza con la Comintern en 1925, intento de insurrección e invasión militar de Cataluña en 1928, proclamación unilateral de la República independiente de Cataluña en 1931…

Sobre Companys, personalidades políticamente tan dispares como Cambó, Azaña, Besteiro, Negrín, o Tarradellas, coinciden en describirle como un desequilibrado (véanse testimonios en Carles Bonet y Carlos Rojas, Lluís Companys, Ediciones B, Barcelona, 2004).

Probablemente ni Ferrer Guardia ni Companys eran, en el fondo, separatistas, sus locuras iban por otros derroteros. El presidente de la Generalidad se limitó a proclamar en 1934 el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. El dudoso honor de intentar romper España, junto al de corruptos y prevaricadores, corresponde al trío Pujol-Mas-Puigdemont.

¿Cuál es la fuente psicológica del separatismo? ¿El odio, como sostenía Prat de la Riba y sostiene hoy Boadella, junto a la xenofobia? ¿La envidia, como aseguraba Cambó? El periodista catalán José Luis Roig sostiene que es un cierto complejo de que Cataluña, y particularmente Barcelona, ya no son tan importantes, tan “modernos”, dentro de España como lo fueron durante el franquismo. Éste mismo piensa que los líderes separatistas se han convertido en una especie de aprendices de brujo: han generado un movimiento (un “procés”) que ya no controlan, y prefieren arriesgarse a aparentar ser “víctimas” del Estado español a afrontar ante sus seguidores la realidad de un fracaso político. Una situación evidentemente para visitar al psiquiatra, como viene recomendando o insinuando desde hace mucho Albert Boadella (la última vez, con más claridad y humor que el psiquiatra Adolf Tobeña, en El Mundo el pasado 9 de Septiembre, y en ABC el reciente 25 del mismo mes).

Que no son tan “modernos”, es más, que son bastante paletos, lo ha insinuado con cierta razón el periodista Eduardo Inda, aunque muchos lo veníamos pensando hace años. Más seriamente, la relación entre nacionalismo catalán y fascismo es algo más que evidente, teniendo en cuenta además el precedente histórico de los escuadristas de la Esquerra, los Escamots con sus camisas verdes, liderados por Josep Dencàs y Miquel Badia.

Menos conocida, pero también existente, es la relación con el comunismo, con los precedentes documentados por José Bullejos (La Comintern en España, Impresiones Modernas, México DF, 1972, pp. 58, 64-ss., 167), con el referente de las tesis de Stalin sobre El marxismo y la cuestión nacional (Viena, 1913), la larga visita de Francesc Macià y Josep Carner a la Unión Soviética en 1925, o el siniestro papel del catalanista Ramón Casanellas, refugiado en Moscú desde el asesinato del jefe de gobierno Eduardo Dato en 1921, y que en 1931 aparece como miembro del Politburó del PCE. El amigable pique entre Joan Tardà y Joan Coscubiela a propósito del uso o abuso del calificativo “traidor” tiene que ver con esa vieja historia de estalinistas.

¿Paranoia? ¿Esquizofrenia? ¿Surrealismo? El gran catalán y español Salvador Dalí quizás nos dio una clave al proponer como técnica surrealista más apropiada el método paranoico crítico.

El debate sobre el “derecho a decidir” tiene su antecedente histórico en las tesis de Stephen Douglas sobre la esclavitud y la secesión en Estados Unidos en 1858, rebatidas por Abraham Lincoln, quien no obstante no pudo impedir la Guerra Civil y su propio asesinato. Las izquierdas españolas y los independentistas catalanes, ignorantes de tal precedente, se han inspirado más bien en las tesis de Stalin expuestas en un folleto de 1913 (véanse mis artículos “Legalidad, Legitimidad y Autodeterminación” y “En defensa de la Constitución. Las ideas tienen consecuencias”, ambos en La Crítica, Abril y Septiembre, 2017).

Posiblemente nos encontramos ante un órdago o una forma nueva de sedición y golpismo soft, sentimental y buenista. Junqueras lo ha expresado en su tono llorica: “Somos buenas personas (…) No actúan en conciencia, como nosotros.” El gobierno de Mariano Rajoy los ha tratado con paños calientes y -algo insólito en la infame historia del golpismo- facilitándoles la financiación y los medios de comunicación/propaganda.

Los sediciosos separatistas catalanes han buscado desesperadamente los avales internacionales. De momento solo han obtenido el de criminales como Julian Assange y Edward Snowden; el de los regímenes totalitarios patrocinadores de Pablo Iglesias y Podemos, Cuba, Venezuela e Irán. Y ya en un nivel surrealista propio de este golpismo ubu-butifarra solo faltaría para completar el espectáculo que se produjera el aval del hoy famoso internacionalmente Little Rocket Man.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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