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Qatar invade El Corte Inglés

Por Enrique Montánchez
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El silencio informativo de los medios de comunicación hacia El Corte Inglés ha saltado por los aires con la entrada de capital de Qatar.
El tradicional silencio informativo de los medios de comunicación hacia El Corte Inglés –uno de los primeros anunciantes del sector- ha saltado por los aires con la entrada de capital de Qatar en la que ha sido durante medio siglo referencia del buen hacer empresarial.

El Corte Inglés ha sido tradicionalmente el ejemplo de un negocio cien por cien español en un mundo invadido por adquisiciones y fusiones transnacionales. Pero de la noche a la mañana, esta burbuja también ha terminado por estallar y los ciudadanos leen sorprendidos que los principales grandes almacenes españoles deben a los bancos más de 5.000 millones de euros y que el negocio no funciona.

Una situación extrema que el anterior presidente, Isidoro Álvarez, abordó en sus últimos años de vida intentando conseguir en el extranjero el apoyo que en España se le negaba.

En su afán por evitar la quiebra de la marca del triángulo verde, acudió como tabla salvavidas al emirato de Qatar, probablemente presionado por poderosas amistades.

Qatar es el país con el PIB más alto del planeta, donde los jeques manejan dinero a espuertas procedente de las reservas de gas y petróleo que exporta un territorio tan pequeño como la Región de Murcia.

Pero Qatar, a pesar de las millonarias campañas publicitarias para lavar su imagen y del próximo mundial de fútbol, es una monarquía del Golfo Pérsico con zonas oscuras que conviven con la opulencia y modernidad.

El emirato, de mayoría suní, apoya junto con Arabia Saudí al Estado Islámico con dinero y armas, según las denuncias de la prensa anglosajona más independiente que investiga, no sin dificultades, el origen y financiación de este grupo.

El Estado Islámico controla ya la mitad de Irak y Siria, y se ha instalado en Libia como punta de lanza para extenderse por el norte de África.

Esta oscura organización, surgida con velocidad meteórica y que ha dejado atrás a Al Qaeda, aplica la Sharía (ley sagrada del Islam) en su versión más radical en los territorios que controla bajo el nombre del autoproclamado Califato Islámico.

Y nos sobresalta cada día con terribles asesinatos, degollamientos masivos, crucifixiones, esclavitud, jaulas en las que perecen quemados los prisioneros o la voladura de obras de arte declaradas Patrimonio de la Humanidad.

Los vídeos que los yihadistas cuelgan en internet constituyen testimonios inapelables de sus continuas atrocidades.

La familia real qatarí y el clan al Thani, al que pertenece el emir dueño de la empresa que ha adquirido por 1.000 millones de euros el 10 por ciento de El Corte Inglés, son quienes definen las líneas estratégicas de la política del emirato y su puesta en práctica.

Nada se mueve en Qatar sin la aquiescencia de este poderoso grupo, si bien Estados Unidos ejerce una enorme influencia, al mantener en el pequeño país el mayor complejo militar del Golfo Pérsico.

Con estos antecedentes se impone una sencilla pregunta: ¿no había ningún otro sitio donde buscar el dinero que salvase El Corte Inglés?

Los directivos de la emblemática empresa fundada en 1940 por Ramón Areces no han sabido medir el alcance y consecuencias de pactar con un socio tan singular. En primer lugar, las inversiones qataríes terminan por controlar la mayoría de los negocios adquiridos. Para muestra, la compra de los prestigiosos almacenes londinenses Harrods en 2010.

No será extraño, por tanto, que en poco tiempo la invasión qatarí dé como resultado el control total de la que fuera la primera cadena de grandes almacenes cien por cien española.

Máxime si tenemos en cuenta que el próximo domingo (30 de agosto) el Consejo de Administración de El Corte Inglés votará un oportuno cambio de estatutos por el cual, de ser aprobado, los actuales accionistas perderán el derecho preferente de ampliar capital en beneficio del jeque Hamad bin Jalifa al Thani.

En segundo lugar, que el emirato haya puesto la vista en El Corte Inglés despierta grandes recelos. Qatar y Arabia Saudí coinciden en el apoyo al salafismo yihadista, aunque difieren en los grupos que apoyan. En Siria, Qatar apoya al Estado Islámico, mientras que Arabia Saudí lo hace al Frente Al-Nusra, la rama siria de Al Qaeda.

Los salafistas mantienen como reivindicación básica de su ideario que Al- Andalus volverá a ser un Califato. El apoyo de ambas monarquías del Golfo a estos grupos fanáticos debe mover a la reflexión no porque, obviamente, vayan a conseguir su quimérico objetivo; sino porque representan una amenaza latente.

En plena guerra contra el terrorismo yihadista que vive Europa (no se puede llamar de otra manera la yihad o “guerra santa” desencadenada contra el “infiel”), el Gobierno presidido por Mariano Rajoy y los órganos especializados del Estado deberían analizar hasta qué punto una entidad de carácter estratégico, aunque sea privada, puede dar un paso de este calado.

El Corte Inglés es un grupo de empresas constituido por 90.000 trabajadores que abarca sectores clave de nuestra economía: alimentación, textil, tecnologías de la información, turismo y tarjetas de compra a crédito, entre los más destacados.

Desde que se hizo pública la entrada de capital qatarí, son habituales los comentarios de grandes y medianos empresarios dispuestos a constituir un potente grupo que haga frente con fondos netamente españoles las sucesivas ampliaciones de capital hasta que El Corte Inglés remonte bajo la dirección de su actual presidente, Dimas Gimeno.

Los entre 4.000 y 6.000 millones de euros que se estiman necesarios para reducir la deuda y relanzar el negocio serían desembolsados por buen número de empresarios del IBEX y de fuera de las cotizadas en Bolsa. Todavía están a tiempo.
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