...
Entre otras hazañas en el Madrid republicano entregado por el Gobierno a las milicias revolucionarias, Felipe Emilio Sandoval Cabrerizo (1886 - 1939) dirigió la aterradora checa del Cinema Europa, a cargo de la CNT, situada en la calle Bravo Murillo número 150 –edificio que todavía existe–, cuya historia, curiosamente, está hoy aún sin escribir, como la de la práctica totalidad de los cientos de checas que salpicaron Madrid para honor y gloria de los partidos políticos del Frente Popular que asumieron, con el placet del Gobierno, las funciones de la policía, de la judicatura, de las cárceles y de los verdugos, todo en uno (por cientos), de forma autónoma, frente a los que ellos consideraban sus potenciales enemigos, es decir, además de a los declarados desafectos al régimen vigente entonces, a los ciudadanos pardillos –como podría haber sido usted o yo mismo– que estaban a verlas venir entre tanto desbarajuste tomando café en una terracita de Chamberí –como ahora– o un chato de vino en la taberna del barrio –como ahora–. O sea, a la mayoría de la aterrada población madrileña.
Un poco más sobre las checas porque parece que este asunto, que duró poco menos de seis meses hasta que el Gobierno, por las presiones internacionales, lo sustituyó por los denominados Tribunales Populares, cuajados también todos y en manos de los partidos políticos con mínima presencia en cada uno de ellos de algún que otro juez adicto, porque parece –digo de nuevo– que sea invento o pura fantasía de derechistas nostálgicos o sencillamente de fachas.
Desde que el Ministerio de Justicia cifrara en cientos y publicara en 1941 la relación detallada -incluyendo calle y número, lo que daría para un sorprendente recorrido turístico de “paseo y reflexión”- de unas doscientas en Madrid, recientes trabajos cifran el número de checas, solo en Madrid, de 345, y el de sus víctimas asesinadas sin más –o ejecutadas si prefieren–, en más de 10.000, siendo hasta ese momento la cifra barajada entre 2.000 y 3.000. ¡En seis meses! Le dejo al lector necesariamente menos informado, porque de eso se ha tratado durante las últimas décadas, que profundice por su cuenta en este asunto en la medida en que pueda, si es que puede en alguna, para que su opinión sea propia y no la inducida por la nueva Historia o por la que pueda inducir yo mismo con este apretadísimo resumen-recordatorio.
También le sugiero a los dirigentes que hoy representan a los partidos políticos que protagonizaron el asunto de las checas (socialistas, comunistas, nacionalistas de izquierda y de derecha y sindicalistas), curiosamente casi todos hoy en el Gobierno de España, que agudicen su memoria democrática abriendo sus archivos y el recuerdo de sus mayores para que los ciudadanos españoles podamos conocer, en detalle, la vida y milagros de cada una de sus checas. Y para evitar malentendidos como el de adjudicar todo este embrollo al “poder desbocado de las masas”, recordarles que las principales y más importantes checas fueron precisamente las “oficiales”, dependientes de los altos cargos de la Seguridad del Estado, que no citaré por no cansar más a mis pacientes lectores, que no por desconocimiento.
Y para terminar como empecé, con Felipe Sandoval apodado “Doctor Muñiz” –apodo del que ignoro la razón porque su profesión además de pistolero y atracador era la muy digna de albañil–, recordar en este cálido agosto que en aquel otro agosto de 1936, el día 22 por la tarde, protagonizó con el mayor o menor apoyo o contención de la guardia personal de Indalecio Prieto, la famosa “Motorizada” al mando de Enrique Puente Albuin (esta es otra historia que algún día les contaré), uno de los hechos más luctuosos de la historia de la Segunda República en Madrid: el asalto a la cárcel Modelo y el asesinato inmisericorde –ejecución le dicen– de un gran número de personalidades que ya formaban parte de la Historia de España, de los que solo citaré a dos por sus servicios a su patria en el orden civil y en el militar, sin desmerecer ni un ápice al resto de ministros, políticos, héroes de la aviación, y un largo etcétera que tuvieron el mismo fin: Melquíades Álvarez, de 72 años, Presidente del Congreso de los Diputados durante la Restauración y fundador del Partido Reformista, y el héroe y general de brigada Osvaldo Capaz, de 42 años, que dos años atrás había incorporado el territorio de Ifni a la República española. Algunos cadáveres, después de ser vejados, fueron llevados al cementerio del Este y el resto, la mayoría, desperdigados por la Ciudad Universitaria y la Pradera de San Isidro.
No es de extrañar que Felipe Sandoval se quitara la vida arrojándose al vacío desde la comisaría habilitada en la calle Almagro de Madrid el 6 de julio de 1939, tras ser detenido en Alicante cuando intentaba salir de España, delatar posteriormente a sus compañeros y ser repudiado como traidor por estos últimos.
Nadie reclamó su cuerpo.