Boris Johnson finalmente dimite después de su tortuosa y larga fuga hacia delante. No está mal que en la democracia, incluso en la peculiar y casquivana inglesa, se imponga de vez en cuando la cordura. Irlanda, Gibraltar, el Brexit y otros muchos asuntos internos y externos del anacrónico y desgastado imperio británico esperan soluciones serias y acordes con nuestro tiempo. (...)
En esta redacción dudamos mucho de que la política inglesa tome un rumbo diferente al del señor Johnson, habida cuenta de que, desde siglos y excepto en situaciones de propia supervivencia, la política de los ingleses ha sido supeditar todo a sus intereses utilizando para ello cualquier método, incluyendo la explotación, el robo y la mentira en sus más variadas y exquisitas formas.