... Negar la idiosincrasia catalana, que se muestra en tantos aspectos de la vida personal y social de los catalanes, así como en su historia, su lengua y su cultura, es tan absurdo como negar la idiosincrasia gallega, la vasca o la andaluza, por referirme a las más dispares entre sí de las que conviven en España. Y necedad mayor es, sin duda, situarla por encima de las demás con los niveles de desprecio y superioridad que esta cosmovisión utiliza.
Durante muchas décadas los catalanes hemos disfrutado en el mundo del orgullo de ser admirados como referentes de la cultura innovadora y chic que hacía frente, desde el sur de Europa, a la inspiradora Francia. ¿Por qué ahora no es así?
Recuerdo que, en 1996, pocos años después del fantástico estallido cultural catalán que supusieron los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, paseando a orillas del Sena, una joven nativa de París, con la que había coincidido en un congreso, me manifestaba su decepción porque España le estaba ganando la partida a su país en orden a la innovación cultural, poniendo especial énfasis en Cataluña. Recuerdo también que para ella Cataluña y España eran un todo y no dos naciones enfrentadas. Pues bien, hoy, conociendo mis alumnos y mis compañeros docentes, franceses todos, mi condición de catalán militante, que me honra, tienen asumido que somos un pueblo perseguido y sometido por los bárbaros españoles y siguen con interés las andanzas de personajes como Carles Puigdemont y otros indignos catalanes que, a fuerza de insistencia, son y representan la Cataluña irredenta.
En Cataluña, en mi casa y la de mis padres y ancestros, el cambio producido en estas últimas décadas es más notorio porque, aun sabiendo la mayoría de los ciudadanos catalanes que no son ciertos los principios de superioridad racial y cultural que se les viene inoculando desde ese nacionalismo militante y destructivo, carecen de estímulo y de valor para enfrentarse a él, aceptando una virtualidad que, con su posición, ayudan a que se convierta en realidad.
No soy optimista en cuanto a que la situación vaya a cambiar, habida cuenta de que las últimas generaciones han nacido dentro de este nuevo mundo catalán, alejado ya en los campos cultural y educativo de la que es nuestra verdadera historia, tejida por tantos catalanes y españoles durante un buen puñado de siglos.
Bernaldo Torrent i Passola