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LA ESPAÑA INCONTESTABLE

La excepcional contribución del I marqués de la Victoria al conocimiento e historia navales. Una verdadera joya de nuestro patrimonio bibliográfico

Album del I Marqués de la Victoria. (Foto: https://blogcatedranaval.com/).
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Album del I Marqués de la Victoria. (Foto: https://blogcatedranaval.com/).

LA CRÍTICA, 10 ABRIL 2022

Por Hugo Vázquez Bravo
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Me asegura un buen amigo, experto en asuntos navales, que no hay imperio que se sustente sin una poderosa armada. Así mismo, que ésta quede desatendida es uno de los primeros indicadores de su fatiga y próximo colapso. (…)

... España no ha sido una excepción a la regla anterior. Las victorias en los campos de batalla de Europa fueron cruciales para que ésta se convirtiese en la primera de las potencias, pero únicamente el dominio por mar le permitió imponer su ley a ambos lados del Atlántico, expandirse por el Pacífico y frenar el avance del islam en el Mediterráneo. Los barcos de guerra del rey protegían las costas de la acción de corsarios y piratas, aseguraban el aprovisionamiento y el traslado de los ejércitos, custodiaban la venida de los metales preciados de América y controlaban parte importante del comercio mundial, que discurría a través de las dos principales rutas que recorrían el globo terráqueo, la Carrera de Indias y el Galeón de Manila. Fueron dos siglos de una hegemonía en las aguas incontestable.

Durante esos más de doscientos años son muchos los marinos españoles que se significaron. Algunos cartografiaron muchas de las áreas ignotas de la Tierra que aún por entonces quedaban por descubrir, e identificaron algunas de las corrientes oceánicas que permitirían realizar las travesías de forma más segura y en menor tiempo. Otros aportaron grandes invenciones a nivel tecnológico o relacionadas con la arquitectura naval, dando lugar a un desarrollo ininterrumpido que ha durado hasta la actualidad, pues nuestros astilleros aún hoy son de los más punteros en el mundo. Hubo quienes brillaron en la defensa de bastiones costeros y quienes alcanzaron sus victorias en plena mar, logrando verdaderas proezas. Sin embargo, este relato está dedicado a quien, entre sus importantes méritos, se encuentra el haber creado un libro único y de excepcional valor, pues se ha convertido en el mejor testimonio conservado de aquellos tiempos de gloria; me refiero al capitán general de la armada Juan José de Navarro de Viana y Búfalo, I marqués de la Victoria.

Este personaje, nacido en Mesina en 1687 en el seno de una familia española, comenzó su formación militar a los 8 años en Nápoles, ingresando en el llamado Tercio Fijo, unidad de tierra. Posteriormente se trasladó al Tercio Viejo de la mar de Nápoles, al tiempo que completaba su preparación con estudios en campos complementarios como las Humanidades y las Matemáticas. De allí acudió a su primer destino en Milán. Participó en la Guerra de Sucesión, en la expedición de socorro a Orán de 1708, así como en la Guerra de la Cuádruple Alianza, militando de nuevo en el ejército de Tierra. Más adelante, en torno a 1717, ingresó en la Real Armada con ocasión de su estancia en Tarifa y hasta su fallecimiento, a los 84 años, siguió en activo. En ese tiempo igualmente participó en una nueva expedición a Orán, en 1732, y en la llamada guerra del Asiento contra Gran Bretaña, logrando ascender desde el empleo inicial de alférez hasta el de capitán general del departamento de Cádiz y director general de la Armada, en 1750. Fue sin lugar a dudas uno de los principales artífices de la gran reestructuración de los ejércitos llevada a cabo por Carlos III, y que promovieron desde las instancias más altas otros ilustres nombres, como el marqués de la Ensenada o José Patiño.

Sus aportaciones en el ámbito científico se recogen en unos cuantos libros de los cuales fue autor, como El Capitán de Navío de guerra instruido en las ciencias y obligaciones de su empleo o el Código de Señales. No obstante, es su Diccionario Demostrativo con la configuración o anathomía de toda la architectura naval moderna la obra que le encumbra, al ser uno de los textos ilustrados más completos y detallados que existen en todo el mundo, pasando a ser de inmediato una fuente imprescindible para el estudio de la historia de nuestra armada, así como de las europeas del periodo. Se estima que estuvo trabajando en él entre los años 1719 y 1756. Sus exquisitas ilustraciones la hacen merecedora, además, de ser considerada por su belleza una de las principales joyas de nuestro patrimonio bibliográfico, siendo custodiada en la actualidad por el Archivo del Museo Naval de Madrid.

La tan notable contribución de este singular trabajo se debe, principalmente, a que nos ilustra sobre una gran cantidad de materias, sobre las cuales no existen otras fuentes o, al menos, no son tan gráficas, completas y rigurosas. Esto es así porque por aquel entonces, los conocimientos que precisaban los marinos no se transmitían por escrito, sino de forma oral. Imperaba un tipo de enseñanza eminentemente práctica que se proporcionaba en los propios barcos, auténticos centros de formación, donde muchos embarcaban a una edad muy temprana y, si la muerte no les sorprendía en cualquier momento a causa de los muchos peligros a que se exponían, lograban hacer carrera. Casi todo oficio presente en tierra también lo estaba en cada navío, quedando la sociedad reproducida a una escala notoriamente inferior, si bien, todos debían adaptarse a ese estilo de vida tan peculiar. No obstante, ya fuese porque sus condiciones eran los suficientemente duras como para detenerse a describirlas, o porque para ellos era algo sumamente convencional, fueron muy pocos los que realizaron el esfuerzo de exponerlas por escrito. De ahí el valor incalculable de esta obra.

A lo largo de sus 135 páginas se hace una recopilación de datos asombrosa que, además, va organizada en láminas, pues el propósito es que se pudiesen imprimir por separado con fines didácticos. Comienza el libro con la descripción de algunos navíos de otros tiempos, así como de las principales embarcaciones de culturas ajenas a la nuestra, detallando las principales diferencias en su estructura en base a datos de origen arqueológico. De entre todos ellos destaca a la nao, gran responsable de nuestra primera expansión por el globo, ofreciendo información muy específica sobre su arquitectura. Luego, al abordar la realidad del momento, su investigación se convierte sencillamente en crucial, pues su estudio abarca todo el proceso de construcción. Se detalla de dónde se extrae la madera y otros materiales esenciales como el cáñamo, se citan los principales astilleros y se describe de forma pormenorizada el proceso de fabricación, incluido el desglose de las herramientas que se habían de utilizar. Realiza una esmerada descripción de cada parte del navío y da nombre a cada pieza que conforma esos magníficos mecanos diseñados para surcar el mar. Aborda como materia sensible la dotación de armamento del buque, y eso le lleva incluso a describir cómo serían unos tinglados o almacenes en tierra eficientes para racionalizar el espacio en los puertos. Incluso nos hace llegar la decoración de las partes más nobles del buque, las destinadas a albergar a quienes los gobernaban, el utillaje de las cocinas, las herramientas esenciales de cada oficio esencial a bordo o las inmediateces que portaban los marineros en sus bolsillos, algo en lo que nadie se había detenido.

Siempre se dice que si americanos, franceses o ingleses tuvieran a un personaje de tanta calidad… Pues bien, el marqués de la Victoria es un más que notable ejemplo de militar, marino, científico, docente, personaje de la Ilustración y artista, que ha contribuido como nadie a dejar una clara instantánea de cómo era un navío de guerra del siglo XVIII, una de las más bellas y útiles creaciones del hombre desde el comienzo de los tiempos. Todo historiador desearía disponer de un material así para su materia y periodo, y no podemos sino congratularnos de que el artífice de dicha obra fuera español.

Hugo Vázquez Bravo

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