... Terminado aquél, pasamos al Salón del Príncipe. Allí dije unas breves palabras de salutación a todos a las que contestó el general Bada. Los únicos que estuvieron cariñosos con mi mujer y conmigo fueron los coroneles de las restantes unidades de la Plaza y sus esposas. Nunca hemos olvidado aquella acogida por su parte.
Lo que comprobé de inmediato al saludar a los mandos del Tercio, fue la baja moral de los mismos. Los legionarios, oficiales y tropa, son gente que defiende su Unidad como algo que le es propio, algo que no se puede ofender ni mancillar. El error de unos pocos había salpicado negativamente al Tercio y, en buena medida a toda la Legión. Y a mí me esperaban con expectación, sin saber cuál podía ser mi reacción ante lo sucedido en junio.
Tenía que actuar con rapidez y tomar medidas que revirtieran aquella desmoralización y falta de confianza. En primer lugar, elegir un mando para la IV Bandera. Debo decir, porque es de justicia, que los capitanes de la antigua Escala Legionaria, fueron mi mejor apoyo para sacar al Tercio de aquella situación. Uno de ellos fue el que elegí para mandarla.
Organicé una Compañía compuesta por todos los legionarios arrestados a cuyo frente puse también a un capitán de la Escala Legionaria. No perdí un minuto para solicitar del Mando que la vacante en la jefatura de la IV Bandera fuera ocupada por un teniente coronel buen conocedor de la misma, que entonces estaba comisionado en la Misión verificadora enviada por España para conseguir la paz en Centroamérica. Mi propuesta fue aceptada por el Estado Mayor del Ejército.
Visité todos los rincones de los tres Acuartelamientos y tres Establecimientos que componían el Tercio. Creo que los legionarios apreciaban la cercanía de su coronel. Además, inesperadamente, el domingo 23 de agosto, recibí la orden de preparar una Unidad de Legionarios que tenía que incorporarse a la Agrupación “Málaga” para ir a la guerra en Bosnia. Esta noticia fue decisiva. Todos deseaban formar parte de aquella Unidad. La moral renacía.
A partir de aquel 7 de agosto tuve varios despachos y encuentros con el general Bada. En el primero de ellos me contó todo lo sucedido el 28 de junio. Aquella movilización de todos los medios en España contra la Legión en general y los legionarios de Ceuta en particular, no había sido algo casual sino algo bien urdido desde algún despacho en Ceuta. Así lo señalaban también los servicios de información militares.
Día tras día iba dándome cuenta de la caballerosidad, hombría de bien, honradez y sentido del deber del Comandante General. Todo el mundo lo respetaba y quería en Ceuta. Y cada día se me hacía más evidente que alguien había movido los hilos para que el anterior coronel del Tercio fuera destituido. Era un hombre poco sociable pero conocedor de su oficio.
Entre los legionarios hubo auténtica competición para formar parte de la Unidad con destino a Bosnia. Todos deseaban ser los elegidos. El 10 de septiembre salió de Ceuta aquella primera expedición con destino a Málaga, formada por 70 legionarios al mando de un capitán cuya función sería esencialmente de carácter logístico en la Agrupación “Málaga”. Iba a ser la Legión quien iniciara nuestra presencia en Bosnia. El ministro García Vargas cumplía la palabra dada.
Quedaban ya solo unos días para celebrar el 20 de septiembre, fecha emblemática para la Legión que la tiene como el aniversario de su nacimiento. Quería que a partir de esa fecha quedaran disipadas todas las dudas ante todos los militares y la opinión de todos los ceutíes sobre el papel que tenía que desempeñar el 2º Tercio.
Aquel acto de puertas abiertas congregó en “García Aldave” a cerca de 2.000 personas. Con el Tercio formado, vuelto hacia la tribuna en la que también estaba el Delegado del Gobierno, dije entre otras cosas: “Mi general, deseo que acepte y trasmita la promesa de nuestra más firme lealtad a usted, al Mando y al primer soldado de España, SM el Rey…”. Poco antes, en ese acto, había entregado los diplomas de Legionarios de Honor que habían sido propuestos por el anterior coronel del Tercio. Uno de ellos era para el Comandante General.
Terminado el acto, en un aparte, me dijo el general Bada: “Enrique, quiero que sepas que es gratificante siempre oír lo que me has dicho ante tantas personas. En este aspecto he tenido siempre muy claro que, si bien es importante mantener la lealtad de abajo hacia arriba, lo es más mantenerla de arriba hacia abajo. Nos debemos a nuestros inferiores. Ellos son nuestra razón de ser, el motivo de nuestras preocupaciones. De ahí deriva nuestra voluntad de servicio. Son importantes ambas lealtades, pero tiene mayor importancia que el superior mantenga la que debe a sus subordinados, sin que con ello se vea menoscabada ni la autoridad ni la disciplina”. Le dije que estaba de acuerdo y, que si algo caracteriza a la Legión, es precisamente que el superior tiene como primera obligación defender a sus hombres y estar pendientes de ellos para elevar su moral, dándoles el mejor ejemplo. A partir de aquí el general Bada se convirtió en mi mejor amigo, al que dediqué la misma lealtad que él me tuvo.
Aquella fecha y la salida de legionarios para Bosnia cambiaron por completo la moral del Tercio y la opinión de los ceutíes hacia quien podía haber llegado allí para convertirlo en un Regimiento. Por todo ello la Unidad debía mantener su máximo nivel de operatividad por tiempo indefinido.
Celebramos otro 20 de septiembre en 1993, decenas de Sábados Legionarios, siete actos de Jura de Bandera, arriadas de Bandera en la Plaza de África, maniobras, ejercicios de tiro, marchas y un sinfín de actividades más.
He de decir que, a las formaciones en el Tercio, o a la práctica totalidad de ellas, siempre asistía el Delegado del Gobierno. Su presencia en ellas era habitual. Y generalmente sólo en el Tercio. Allí, en el patio de Armas de “García Aldave” se le podía ver junto al Comandante General en todos aquellos actos.
Era como si así diera a entender a todos su afecto y cercanía al Tercio después de lo sucedido en junio. ¿Acaso tenía alguna relación aquel recado al oído que me dieron cuando iba a entrar a ver al ministro a finales de julio con esta constante presencia de este hombre en todas nuestras formaciones? ¿Cuál podía ser su interés por ellas sino el de ser nombrado Legionario de Honor como me pidió aquel oficial de alta graduación?
Mi relación con él era simplemente cordial y de respeto mutuo. De ahí no pasaba. Debido sobre todo a la información sobre él que me había llegado por distintos conductos. Este caballero había sido o era un colaborador muy cercano del ex vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Y, al parecer, de esa colaboración había aspectos no muy edificantes.
Pero esta no era ni mi mayor preocupación ni el objeto por el que yo había sido destinado para mandar el 2º Tercio. De modo que me dediqué por completo a que la Unidad fuera ejemplo de disciplina, de eficacia operativa y de que siguiera siendo en Ceuta una Institución (como lo era desde 1920) querida y respetada.
Solo me quedan por referir los cuatro o cinco hitos más importantes que se produjeron entre 1992 y 1994 y que afectaron de lleno al Tercio. Si tuviera que desarrollar todos los hechos sucedidos en aquel periodo, tendría que escribir otro libro.