... además con nuestra aquiescencia complaciente, y que, como ya señalaba, puede acabar en una distopía similar o peor a la de Orwell.
Pero me ocurre lo que a otro autor de este periódico, con relación a su excelente serie de artículos, “Así se reescribe la Historia”, que algunas de las personas que tienen la amabilidad de leerme (no saben cómo se lo agradezco), y con las que me relaciono, me reiteran que son demasiado breves.
Concretamente, el presente artículo es una continuación del titulado, “SIGNOS DE LOS TIEMPOS: LOS RICOS TODAVÍA MÁS RICOS”, y del que me dicen que hablo de la competencia Estados Unidos-China y que en el caso de que triunfe este último país, posiblemente se verá desbordado en poco más de una década por la India. Pero ¿qué pasa con Europa? Ya indiqué, cuál me parece que es el posible futuro de Europa, fundado, sobre todo, en los testimonios de Nuria Oliver, Miembro de la Comisión Europea, formada por 52 expertos en Inteligencia Artificial (IA), el libro, que sigo recomendando con verdadero interés, de Luis Moreno y Antonio Pedreño, así como el Libro Blanco sobre el futuro de Europa.
Ya adelantaba, en el citado artículo, que reitero, sobre el fundamento de testimonios válidos, que si Europa no se une, está destinada a ser un mercado de Estados Unidos o China, donde nos venderán sus avances tecnológicos, sus aparatos, sus productos, y con ellos, su cultura, sus costumbres, sus valores y creencias, al punto de convertirnos en una dependencia, casi absoluta, de países y pueblos ajenos al nuestro.
La necesidad de una Europa unida, ya está recogida de manera repetida y contundente por Felipe González Márquez, en el Prólogo, que no tiene desperdicio, del Libro Blanco sobre el Futuro de Europa. A modo de ejemplo, reproduzco sólo uno de sus párrafos: “Los ciudadanos tienen claro, parece que más que sus líderes, que a la UE y a cada uno de sus países, les conviene ganar relevancia y eficacia hablando como un bloque, con una sola voz identificable con los intereses comunes. La apelación a las soberanías nacionales para mantener situaciones de división en la proyección exterior, en materias económicas, financieras, medioambientales o políticas, no se corresponde con la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, a los que los responsables políticos dicen representar cuando se usan estos argumentos.” (Prólogo de Felipe González Márquez al LIBRO BLANCO SOBRE EL FUTURO DE EUROPA. Reflexiones y escenarios para la Europa de los Veintisiete en 2025, 2017, p.16).
En efecto, desde el tiempo de sus fundadores, la Unión Europea nunca había dado una imagen de mayor debilidad, desunión y desacuerdos en los que predominan los intereses nacionales sobre los comunitarios (quizá la pandemia que padecemos, demuestre lo contrario). De hecho, ya el año 2003, san Juan Pablo II, escribió: “Al vivir la experiencia sinodal con discernimiento evangélico, ha madurado cada vez más la conciencia de la unidad que, sin negar las diferencias derivadas de las vicisitudes históricas, aglutina las diversas partes de Europa. Una unidad que, hundiendo sus raíces en la común inspiración cristiana, sabe articular las diferentes tradiciones culturales y exige un camino constante de conocimiento mutuo,… que esté abierto a compartir mejor los valores de cada uno.” (Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, 2003, n.4).
Junto a esta necesidad de unidad, existen otras de entre las que insistía y se polarizaba, el artículo, “SIGNOS DE LOS TIEMPOS: LOS RICOS TODAVÍA MÁS RICOS”, la Inteligencia Artificial (IA), las máquinas de aprendizaje automático y capaces de enseñar a otras máquinas. Pues bien, dado que uno de los hechos que van a contribuir decisivamente al cambio de época son esas nuevas tecnologías que estamos empezando a vivir, resulta que, hoy por hoy, el desarrollo y perfeccionamiento de las mismas y de manera especial, la que ya tiene mayor importancia, la Inteligencia Artificial (IA), obliga a modificar nuestra legislación sobre la privacidad de datos.
Como se sabe, la perfección de las máquinas de aprendizaje automático, depende, sobre todo, de la cantidad de datos que reciben. Europa está a la cabeza, afortunadamente, en la defensa de la privacidad e intimidad de sus ciudadanos, lo que no impide que pueda y deba ser corregida, sin perder ninguno de los valores éticos que mantiene.
En este sentido, la citada Doctora en Inteligencia Artificial, Nuria Oliver, ha escrito. “En abril de 2018, la Comisión Europea publicó un comunicado sobre Inteligencia Artificial en Europa al Parlamento Europeo, el Consejo de Europa, el Comité Europeo Económico y Social y el Comité de las Regiones. Este comunicado marca el comienzo de una iniciativa europea sobre Inteligencia Artificial con tres objetivos: 1. preparar Europa a los cambios socio-económicos consecuencia de la cuarta revolución industrial y de desarrollo y adopción de la IA, con un foco en la educación a todos los niveles; 2. reforzar la capacidad industrial europea en y su adopción en la economía a través de programas de inversión en investigación e innovación y de herramientas para facilitar el acceso a los datos, que son tan necesarios para poder entrenar algoritmos de IA, y 3. desarrollar un marco ético y legal alrededor de la IA que esté basado en los valores europeos.” (Nuria Oliver, Hacia una inteligencia artificial ‘made in Europe’, VANGUARDIA. Dossier, nº 77, octubre/diciembre 2020, p.41).
Como señala la Doctora Nuria Oliver, es preciso contar con un adecuado marco ético, respaldado por el poder coercitivo de la correspondiente ley que garantice su cumplimiento, pero es preciso, igualmente, hacer compatible la ética en el uso de las máquinas con la necesidad de datos. De hecho, el papa Francisco en el video de noviembre del año pasado, señalaba que la inteligencia artificial “está en la raíz del cambio de época que estamos viviendo” y llamaba a rezar para que “el progreso de la inteligencia artificial esté siempre al servicio del ser humano… podemos decir ‘sea humano’”.
Sirva como ejemplo de la necesidad de corregir algunas exageraciones en la protección de datos, el que exponen Luis Moreno y Antonio Pedreño: “El gran lastre de la innovación europea no es tanto la dependencia pública de la inversión, sino las duplicidades, la falta de agilidad y los gastos destinados a entes burocratizados y ajenos a los propios procesos de desarrollo. Por ejemplo, la excesiva garantía en la protección de datos ha llevado a la Agencia de Protección de Datos sueca, sobre la base del reglamento de garantía de protección de datos RGPD europeo, que sancionó con 20.000 € –aunque podía haber llegado hasta el millón de euros– a un Ayuntamiento que usaba tecnología de reconocimiento facial como medida experimental para comprobar la atención de 22 estudiantes, para lo cual tenía la aprobación expresa de todos ellos. La Agencia argumentó la existencia de un “desequilibrio claro entre el interesado y el controlador”. Es decir: los educadores fueron poco menos que acusados de ser energúmenos que habían abusado de la privacidad de unos alumnos indefensos, incapaces de valorar su propia capacidad de ejercer su privacidad de datos. Esta forma de entender el uso de la IA y el reconocimiento facial limita otra de sus aplicaciones que son del máximo interés. Por ejemplo, el análisis de la atención, motivación y comprensión de los estudiantes en clase a través del reconocimiento facial resultará francamente imposible con esta normativa.” (Luis Moreno y Antonio Pedreño, Europa frente a EE.UU. y China. Prevenir el declive en la era de la inteligencia artificial, 2020 –como lo he leído en Amazon, en Kindle, no puedo facilitar la Editorial en su edición de papel, ni la página).
Además, los avances en el campo concreto al que nos estamos refiriendo, no necesitan de grandes inversiones. Recuerdo que un familiar me decía, hace ya bastantes años, que le agradaba pasear por Irlanda, porque oía hablar en inglés y su renta per cápita era inferior a la nuestra. Pues bien, Irlanda ha invertido en lo relacionado con las nuevas tecnologías menos que España, pero eso sí, de manera mucho más certera y en la actualidad, al consultar dicha renta de los dos países, constato que Irlanda tiene una renta per cápita de 72.260 dólares y España no llega ni a la mitad: 23.640 dólares. (https://datosmacro.expansion.com/paises/grupos/union-europea).
En resumen, dado que las previsiones son, para esta misma década, que la IA alcance cantidades billonarias de dólares de beneficios, que inducirán cambios en el liderazgo geopolítico y económico de orden mundial, resulta evidente, que si Europa sigue como hasta ahora, está destinada a no contar nada o casi nada en el ámbito económico, tecnológico, político, científico, social y cultural, en el concierto mundial. Incluso en el cultural, porque ya existe un movimiento que reniega de nuestra historia, del legado griego y romano y de nuestras raíces cristianas. Por el contrario, si Europa se une, dada la cuantía de su población y lo avanzado de su legislación en la protección de la privacidad, de la intimidad (aun con las correcciones necesarias ya apuntadas, que manteniendo lo esencial de la ética, suprima los impedimentos superfluos y contraproducentes), a lo que si se le añade, su nivel científico y su cultura que, dicho con todo respeto, me parece, hoy por hoy, la más completa y humana de las existentes, puede competir con los países más adelantados.
Francisco Ansón