... Este escrito será necesariamente crítico, porque un mínimo de criticismo es lo obligado cuando ya se han cumplido demasiados años y se analiza un problema difícil. Pero ello no me impedirá respetar, como se merece y corresponde, la vocación y el carisma de una persona que en su día decidió dedicar toda su vida a los demás mediante una especial y permanente dedicación, tanto a resolver sus necesidades materiales y espirituales como a su necesaria evangelización.
Cuando SS el papa Francisco designó a monseñor Omella como arzobispo de Barcelona muchos españoles pudimos tener la convicción de que la Iglesia catalana, como parte de la Iglesia española, no iba a quedar en manos de clérigos independentistas bien representados por los insólitos inquilinos de la abadía de Monserrat, más dedicados a la política, siempre controvertida, que, al alma de sus fieles, como es su indudable obligación. Clérigos declaradamente alejados del magisterio de la CEE cuando esta defiende la unidad de España, patrimonio heredado y bien común de todos los españoles. Pero la triste realidad pudo truncar cualquier esperanza como a continuación veremos.
(Cardenal Ricardo Blázquez y su sucesor Juan Jose Omella. Un rostro de preocupación, y otro de optimismo esperanzado, son fiel reflejo de la situación de la Iglesia en relación a Cataluña.)
El dato cierto es que el mundo independentista catalán, injustificadamente engreído en su particular concepto de la verdad, pasó de rechazar a aceptar al nuevo arzobispo con rapidez inusitada. ¿Qué señales, qué garantías pudo dar el arzobispo al independentismo para convertirlo a la fe verdadera de un modo tan raudo y veloz? ¿Fueron aceptaciones o promesas de SS o simplemente fue su actitud cercana, abierta y hasta comprensiva hacia el independentismo lo que está detrás para que tal aceptación se haya producido?
Según se puede leer en diarios digitales parece ser que el cardenal Omella fue elegido presidente de la CEE por la directa intervención del papa Francisco, con el que mantiene una relación de amistad y una destacada identidad espiritual, al menos en todo lo que se refiere a la evangelización de los más pobres, ya sean creyentes o no creyentes. Esto, en principio, no debería ser motivo de preocupación porque es responsabilidad de SS rodearse de los colaboradores que juzgue más convenientes para una mayor eficacia de su acción pastoral. Sólo hay un motivo de preocupación que no es otro que la circunstancia de que SS no está siendo muy justo con España, sin que podamos saber exactamente por qué. Aquí tiene muchos seguidores, que le quieren y admiran, por lo que representa de renovación de una Iglesia que parecía anclada en el pasado. Pero no. Cuando se le ha preguntado a SS cuándo va a venir a visitar esta tierra, que tanto ha hecho y tanto hace por la propagación de la fe a lo largo y ancho del mundo entero, o no se ha definido claramente o se ha referido a algún pretendido problema que tiene que solucionarse previamente aquí, sin que podamos saber a ciencia cierta qué problema es. SS parece sentirse más cercano de los pueblos indígenas de la Amazonía, a los que ya ha visitado. SS parece tener un concepto de España muy distinto del que tenía San Juan Pablo II que nunca tuvo problema en reconocer y alabar su labor evangelizadora en sus visitas a tierras hispanoamericanas donde también condenó la teología de la liberación, ideario jesuita. Pero SS piensa y habla en español cuando quiere ser más preciso intelectualmente. Y es también muy posible que esta forma de pensar de SS haya podido influir en el pensamiento del arzobispo Omella a la hora de mostrarse excesivamente comprensivo con el independentismo catalán.
Para la CEE que presidía el cardenal Ricardo Blázquez el Espíritu soplaba a favor de la unidad de España pero ,con la elección del arzobispo Omella como nuevo presidente , parece que el Espíritu sopla ahora en sentido contrario, lo que resulta difícil de aceptar para la generalidad de los creyentes que justificadamente piensan que el Espíritu debe de soplar y de hecho sopla siempre en la misma dirección, que es la que más conviene a los creyentes que en Él confían. El caso es que todo parece indicar que la Iglesia institucional quiere dar un “volantazo” en su aproximación al problema que todos los españoles estamos sufriendo en Cataluña y que no es de naturaleza política, como veremos a continuación, sino de naturaleza muy distinta. Y este es el motivo de preocupación que impulsa la redacción de este trabajo.
En algún momento de nuestra vida todos pudimos habernos sentido inclinados a profetizar según el magisterio de San Pablo (1Corintios14), pero los prelados de la Iglesia están obligados a hacerlo siempre, de un modo especial, como corresponde y obliga la vocación que han elegido. Pero, si profetizar es hablar en nombre de Dios, es indudable que debe de haber una coincidencia profética en los que escuchan la misma palabra de Dios. Pero ¿acaso no es así? Pues todo parece indicar que no, porque el mensaje profético del cardenal Blázquez, en cuanto a la unidad de España se refiere, no coincide con el mensaje profético del cardenal Omella, y no sabemos si también de SS, por lo menos hasta que no tengamos una clara y rotunda confirmación de cuál es la naturaleza y la orientación de este mensaje. Con lo que conocemos hasta ahora el mensaje del cardenal Blázquez fue siempre rotundo: España no debe balcanizarse, no debe de perder las enormes ventajas que su unidad representa para el bien social y económico de todos los españoles. Para el cardenal Omella, por lo que sabemos hasta ahora, su mensaje no es tan rotundo: depende. Y, según todos los indicios , depende ahora de algo que no puede ser otra cosa que de lo que ha venido en llamarse “el procés”, creación independentista que en esencia consiste en conseguir por todos los medios a su alcance, legales o ilegales, una solución de un supuesto problema político, un agravio que solo existe en la fantasía independentista y lamentablemente también en el lenguaje de políticos de la administración central que irresponsablemente se ponen de su lado, vendidos por un puñado de votos o por simple interés particular. Destacados defensores del “procés” son también los monjes ya mencionados anteriormente, residentes de la abadía de Monserrat que representan un importante sector de la iglesia catalana. Estos monjes, abiertamente partidarios de romper la unidad de España, sin reparar en lo más mínimo en la gravedad y en la perversidad de una idea que con tanta ligereza defienden, no parecen escuchar la palabra de Dios sino más bien su insolidaria y particular palabra, lo que automáticamente los descalifica ante cualquier observador exigente y objetivo.
El nuevo presidente de la CEE nació en Cretas, un pueblo de la provincia de Teruel situado a unos 3km del límite de la provincia de Tarragona. En la zona en la que está ubicado este pueblo se habla una variedad del idioma catalán, lo que sin duda ha podido influir en la favorable actitud del arzobispo aragonés hacia el ideario en el que el independentismo catalán se ha instalado.
La buena acogida que el independentismo ha dispensado a nuestro cardenal y algunas sus primeras decisiones en su difícil función pastoral ,nos llevan a pensar que no solo no puede condenar , en todo lo que sea condenable , la injusta actitud de los independentistas hacia los que no lo son sino que, en un alarde de equidistancia política, parece que en alguna ocasión al menos pudo encontrar en su fuero interno razones que justificaban la existencia de un problema político entre dos comunidades, la que se siente española y catalana y la que se considera solo catalana y que, ante la necesidad de convivir en un mismo territorio, necesitarían una mínima dosis de dialogo y negociación para alcanzar el deseable acuerdo entre ellas. Toda la información de la que disponemos nos lleva a concluir que el arzobispo de Barcelona tiene algún problema para aceptar que la verdadera y dura realidad es bien distinta porque, en una democracia como la española, el llamado problema político a solucionar solo es un audaz intento de una parte de la burguesía catalana de ocultar flagrantes casos de corrupción, y consiguiente acción de la justicia, sin que en ello tengan nada que ver los catalanes no independentistas que en absoluto han hecho nada para merecer el trato discriminatorio al que se ven injustamente sometidos.
Se puede llegar a amar al pecador pero no se puede llegar a amar su pecado que, en el caso independentista catalán, consiste en propugnar un orden social injusto, en el que no impera la ley ni la libertad, como la Constitución de 1978 ampara y regula para todos los españoles. Este divorcio entre lo que debe ser y no es, hace del independentismo catalán, que además no es mayoritario, algo totalmente inaceptable tanto desde el punto de vista estrictamente político como desde el orden de la fe y de la trascendencia espiritual que los pastores de la Iglesia deben de ser los primeros en defender.
Cretas (Teruel)
Los fieles que procuran sinceramente adaptar su vida a los preceptos de la fe necesitan una coherencia absoluta en la función evangélica de sus pastores para que los hechos no puedan entrar en contradicción con sus palabras como sucede cuando, hechos y palabras, tienen el carisma profético que deben de tener. Los fieles de ánimo despierto, los fieles que tienen la fe que hay que tener, sublime y sincera como la del carbonero, no pueden aceptar las falsas profecías de su pastor si las perciben falsas. Los catalanes no independentistas, que son la mayoría, y el resto de los españoles, consideran con justicia que Cataluña es parte integrante de su patrimonio material y espiritual, y no podrán aceptar, en ninguna circunstancia, que su pastor pueda llegar, en algún momento, a no condenar debidamente los hechos comprobados siguientes:
-La corrupción y el cohecho conocido como del 3% para beneficio de unos pocos cuando la mayoría pasa necesidad. Hay constancia de políticos catalanes que han entrado en un proceso de sospechoso silencio desde que perciben demasiado cercano el aliento de la UDEF o la UCO de la policía nacional, aunque alguno de esos políticos se atreva a veranear en lujos yates.
-La corrupción y falsedad de todos los procesos electorales o ilegales referendos, en todo en lo que este a su alcance, y que a sus resultados los independentistas les llamen la “voluntad del pueblo”, al que permanentemente conculcan.
-La imposición dictatorial, mediante multas, del idioma catalán a todos los niveles en las escuelas y en los comercios y el destierro del idioma español, totalmente en contra de los derechos reconocidos por la Constitución de todos.
-El avergonzar y zaherir a los hijos de policías y guardias civiles por sus profesores, ante sus compañeros de clase, por los padres que tienen, algo de lo que ellos no son en absoluto responsables lo que demuestra la maldad, la crueldad y la catadura moral que se puede dar dentro independentismo catalán. Y espiar a estos niños para controlar el idioma que hablan en su recreo.
-El continuo desprecio e incumplimiento de las sentencias de jueces y tribunales lo que se traduce en una humillación permanente de la autoridad judicial y en un flagrante incumplimiento de la Ley que bien conocen, pero en absoluto respetan.
- Sentirse y declararse siempre en posesión de la verdad y, por tanto, únicos intérpretes de la Ley sobre todo cuando se sienten perjudicados o perseguidos por ella. Su permanente subjetivismo les lleva a interpretar la realidad que les rodea de forma absolutamente desquiciada.
-Reclamar permanentemente un dialogo, que ellos no practican en el campo de sus competencias, dialogo que siempre ha de terminar en la incondicional aceptación por la parte contraria de sus planteamientos, por radicales que sean.
-Estimular y alinearse con los objetivos de cualquier revuelta callejera, su terror y su desorden, sin motivo justificado alguno, y estimular el enfrentamiento de organizaciones revolucionarias y antisistema con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, e incluso autonómicas, provocando, todo tipo de daños materiales y peligros para la vida y hacienda de los ciudadanos, mediante el lanzamiento de piedras o adoquines y el incendio de vehículos y del mobiliario urbano. Y que todo lo anterior termine calificándose como el ejercicio de la libertad de expresión del pueblo soberano.
-Aceptar y repetir hasta la náusea el mantra de “España nos roba” sin decir, ni siquiera tomar en la debida consideración, cómo el independentismo piensa devolver los 75.000 millones de euros que deben al conjunto de los españoles.
- Practicar la malversación de fondos para crear y mantener embajadas en el extranjero disfrazadas de oficinas comerciales, o lujosas residencias de los evadidos de la Justicia, que fundamentalmente se dedican a desprestigiar y dañar la imagen internacional de España.
Y más y más pecados que se podrían añadir a la lista anterior lo que no le ha impedido a algunos de los más importantes sediciosos declarar ante el tribunal que lo juzgaba , como buen fariseo nunca arrepentido , reconocerse profundamente religioso, muy generoso con los demás y amante del bien común y de la buena relación entre todos los ciudadanos catalanes y el conjunto de los españoles, sin darse cuenta que más le valiera identificarse con la oración del publicano, que humillado y arrepentido rezaba para procurar el perdón de Dios, sin atreverse ni a levantar la cabeza por los pecados cometidos, porque sería mucho más del agrado de su Señor y del tribunal que lo juzgaba.
No, el arzobispo Omella parece que no puede mantenerse neutral, entre el bien y el mal, en esta permanente afrenta. En el libro del Apocalipsis a todos se nos niega la posibilidad de ser templados, ni fríos ni calientes, porque caso de serlo el Señor nuestro Dios llegará a expulsarnos de su boca. El propio Jesús de Nazaret echó del templo, sin contemplaciones, a los mercaderes que lo estaban degradando.
Otra cosa sería que el arzobispo Omella, valiéndose de su indudable carisma, tratase de conseguir, por todos los medios a su alcance, que el independentismo catalán, y su gobierno autonómico, cambien sus sectarias actitudes hacia los catalanes no independentistas, y planteen las reivindicaciones que consideren justas dentro de los cauces establecidos en la Ley. Pero parece claro que, en ningún caso, su labor pastoral podrá ser efectiva si llega a actuar como juez de parte y llega a defender a los malos pasando por encima del derecho de los buenos, justificando el flagrante y continuo pecado que el independentismo comete sin arrepentimiento alguno. Porque, razones pastorales aparte, donde no se cumple la Ley no puede haber democracia ni libertad, ese regalo que todos hemos recibido del cielo, y que todos estamos obligados a defender, prelados incluidos.
Madrid, 18 de abril del 2020
Aurelio Fernández Diz