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“LA ll GUERRA FRÍA”

Los presidentes de China y Estados Unidos, Xi Jinping y Donald Trump. / REUTERS
Los presidentes de China y Estados Unidos, Xi Jinping y Donald Trump. / REUTERS

LA CRÍTICA, 18 MARZO 2020

Por Francisco Ansón Oliart
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Con este título Luis María Ansón ha publicado un artículo en el que uno de sus párrafos dice: “La II Guerra Fría ha estallado ya. Washington y Pekín pelean a dentelladas por imponerse en el control del 5G". “El dominio de esta tecnología -ha escrito Pablo Pardo- implica hacerse con el poder político, estratégico y económico mundial”. (...)

... El 5G permitirá a la potencia que lo controle desencadenar ciberataques que desmantelen la entera economía de cualquier país. La bomba atómica, la bomba de hidrógeno, los misiles nucleares significan tímidas explosiones en comparación con lo que puede desencadenar el 5G.” (https://www.elimparcial.es/noticia/210755/5g-la-ii-guerra-fria.html).

A finales del año 2016, relaté en este mismo periódico, lacritica.eu, un hecho que viví en primera persona. En el Foro de Madrid. Tercer Milenio, durante una comida-coloquio, el ponente, hablando del progreso, se refirió también al armamento, y al llegar aquí interrumpió su exposición para preguntar a los cerca de cuarenta asistentes, qué les parecía peor, más destructiva, la guerra atómica o la cibernética. Tres militares de alta graduación afirmaron que la cibernética, lo que indica el grado de información y preparación de los mismos, porque aquel año, que yo sepa, no se comentaba, por ejemplo, del 5G.

Y es que difícil definir lo que es el progreso en el ser humano, tanto por su ambigüedad como por su ambivalencia. Benedicto XVl ha escrito al respecto. “¿Qué significa realmente «progreso»; qué es lo que promete y qué es lo que no promete? Ya en el siglo XIX había una crítica a la fe en el progreso. En el siglo XX, Theodor W. Adorno expresó de manera drástica la incertidumbre de la fe en el progreso: el progreso, visto de cerca, sería el progreso que va de la honda a la superbomba. Ahora bien, éste es de hecho un aspecto del progreso que no se debe disimular. Dicho de otro modo: la ambigüedad del progreso resulta evidente. Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades abismales para el mal, posibilidades que antes no existían. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo.” (Benedicto XVl, SPE SALVI, Ediciones PALABRA, 2007, p.42).

En época más reciente he tenido ocasión de escribir, también en lacritica.eu, dos artículos sobre el 5G lo que me permite concretar, sobre otro párrafo del artículo de Luis María Ansón, algo de lo que en ellos sólo apuntaba. “Desde el móvil o el reloj de pulsera se controlarán las nuevas casas inteligentes, se podrá encender el aire acondicionado, apagar la calefacción, manejar el automóvil a distancia, ordenar lo que se desee a los Bancos, controlar la cuenta corriente, o reponer la nevera de los productos necesarios transportados por un dron y recibidos a domicilio por un robot. Se trata del internet de las cosas. Facilitará la vida de tal forma que los ciudadanos se rendirán a quien controle el 5G, sin advertir que robotizan a la nación entera abriendo la posibilidad de que se lancen ciberataques capaces de desintegrar cualquier economía nacional.” (https://www.elimparcial.es/noticia/210755/5g-la-ii-guerra-fria.html).

En efecto, hace muchos años, vi una película en la que se trataba, entre otras cosas, de conseguir, en feroz competencia entre un hombre y una mujer que presidían dos compañías de publicidad, la exclusiva de una importantísima campaña. La empresa que dirigía la mujer, comprendió que lo que le faltaba al producto era el envase adecuado, Ella y sus empleados no durmieron aquella noche, pero consiguieron un envase tan atractivo que se iban los ojos detrás de él. No obstante, la mujer perdió la exclusiva porque el hombre, por métodos poco ortodoxos, aquella misma noche, durante una juerga a la que había llevado al dueño del producto, se le había adelantado y conseguido dicha exclusiva.

Es lo cierto que ese mundo de los envases que da gusto verlos en las estanterías de los supermercados y a los que se dedica tanto tiempo y tanta creatividad, así como la publicidad de esos mismos productos, pueden resultar inútiles en un futuro próximo, cuando facilitemos a nuestra nevera todos nuestros datos de salud y tendencias a través de nuestro reloj, nuestra navegación y consultas por internet, etcétera. La nevera decidirá con acierto qué tipo de leche o de zumo o de yogur nos conviene más y como se dice en el artículo citado, el dron de turno nos lo traerá a domicilio.

Porque, al internet de las cosas (IoT) le sustituirá en muy pocos años, como demuestra Marc Vidal en su muy recomendable Iibro, “La era de la Humanidad. Hacia la 5ª revolución industrial”, el internet del todo. Todo estará conectado y se comunicará entre sí, permitiendo al ser humano dedicarse a lo que sólo el ser humano es capaz de realizar y donde no lo puede sustituir ninguna máquina, ningún algoritmo, ninguna inteligencia artificial, sabiendo que en un futuro inmediato, todo lo digitalizable será digitalizado, especialmente en el mundo de la empresa.

La razón estriba en que gracias al 5G, entre otras propiedades que ya analicé en mis anteriores artículos, en sólo un metro cuadrado podrán estar conectados cien aparatos, lo que proporcionará -en estos años de religión “dataísta”-, tal cantidad de datos que, a mayor abundamiento, dominará la mal llamada inteligencia artificial (IA) y con ella el mundo de la economía, el entretenimiento, la comunicación,….

Por ello, el pasado 26 de febrero, se ha publicado el Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial, con objeto de conseguir una visión europea y ética en esta decisiva cuestión, y en el que se invita a todos los ciudadanos a dar su opinión.

Ello ha llevado, a que dos días más tarde, la Pontificia Academia de la Vida, junto a IBM, Microsoft y otras importantes corporaciones como la FAO y el propio Gobierno italiano, firmaran lo que se ha denominado el “Llamamiento para una Ética de la Inteligencia Artificial”.

Por su parte el Papa, según detalla Rosa Die Alcolea, ha escrito, ese mismo día: “La inteligencia artificial, está en el corazón mismo del cambio de época que estamos atravesando”, puesto que, de hecho, “la innovación digital toca todos los aspectos de la vida, tanto personales como sociales”. El Pontífice ha recordado el “gran potencial que nos ofrecen las nuevas tecnologías”, puesto que “son un regalo de Dios”, ha recalcado. “Un recurso que puede dar buenos frutos”. En esta línea, señala que las ciencias biológicas “están haciendo un uso cada vez mayor de los dispositivos puestos a disposición por la ‘inteligencia artificial”, y que dicho desarrollo induce “a cambios profundos en la forma de interpretar y gestionar los seres vivos y las características de la vida humana, que es nuestro compromiso proteger y promover”.

(https://es.zenit.org/articles/el-papa-apuesta-por-una-inteligencia-artificial-al-servicio-de-cada-persona-humana-en-su-totalidad/).

Poco hay que añadir del 5G –que ya se está implantando masivamente en Occidente- y sus efectos decisivos en la época que estamos viviendo. No se trata de los cambios de esta época sino que nos enfrentamos a un cambio de época, de civilización, a una nueva era de la Humanidad, por seguir la acertada y ya citada expresión de Marc Vidal, en la que si se le da la correcta orientación ética al 5G y al uso de la inteligencia artificial, el hombre se librará de la casi totalidad de las actividades repetitivas, alienantes y conseguirá, como en ninguna otra época de la Historia, vivir su humanidad con una plenitud desconocida.

Francisco Ansón

Francisco Ansón Oliart

Investigador y escritor; licenciado y doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid); doctor of Philosophy and Psychology (K-University, California); licenciado en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Camilo José de Cela)

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