... La democracia española, tras una Transición modélica –activamente apoyada por los gobiernos de Estados Unidos (de Nixon, Ford y Carter)- , a mi juicio, hasta la fecha ha sido incapaz de consolidarse con una sólida cultura política democrática (no letalmente partitocrática), la debida separación de poderes y el Imperio de la Ley mediante una auténtica Constitución normativa (no meramente nominal).
Pero el déficit democrático no puede borrar la grandeza histórica de una Nación, un Estado y su forma política más eficaz y prestigiosa, la Monarquía española. La gran potencia hegemónica de Occidente ha reconocido la importancia de España invitando oficialmente a sus Reyes en distintas ocasiones y con diferentes motivos. El Rey Juan Carlos desde 1976 visitó Estados Unidos un total de 15 veces (compárese con las visitas a otros países: 7 veces a Portugal, Alemania y Kuwait; 6 veces a Argentina, Italia y Arabia Saudí, entre otras), con todos los presidentes estadounidenses desde Ford hasta Obama, el mayor número de veces con Reagan. El Rey Felipe desde 2014 ha visitado Estados Unidos 5 veces con Obama y Trump, aunque algunas veces eran visitas privadas y no fueron recibidos en la Casa Blanca (compárese con las visitas a otros países: 7 a Francia y 4 a Portugal, entre otras).
La visita de Estado tiene un significado especial, ya que ningún Presidente del Gobierno ha recibido tal invitación. La visita normal de cortesía a la Casa Blanca la han tenido todos los Presidentes, con la excepción del apestado político Pedro Sánchez (incluso el “anti-americano” Zapatero la tuvo con Obama).
Los Estados Unidos, desde su Independencia iniciada en 1776, tienen hoy 244 años de existencia. La presencia de España en los territorios de lo que hoy son los Estados Unidos, iniciada aproximada y simbólicamente hacia 1500 (mapa de Juan de La Cosa) con las primeras exploraciones, y concluida en 1822 (en que se arría la bandera española en California) o en 1898 (con la pérdida de Puerto Rico), ha sido de 322/398 años. Más de cien años de diferencia con el evidente impacto histórico-cultural hispano que han investigado y reconocido Walt Whitman y una larga lista de peculiares hispanistas estadounidenses –los numerosos historiadores en el área Spanish Borderlands Studies- desde Hubert Howe Bancroft y Herbert Eugene Bolton hasta John Francis Bannon y David J. Weber.
La peculiaridad de estos hispanistas, cuyas publicaciones están mayoritariamente en inglés, es que han investigado la cultura y las instituciones españolas en los territorios que actualmente conforman los Estados Unidos, cuyos protagonistas fueron hombres y mujeres españoles (hispanos e hispanoamericanos) súbditos de la Monarquía española. Aparte de los ya mencionados, entre los numerosos investigadores menos conocidos destacaré los nombres de E. B. Adams, A. L. Campa, C. E. Chapman, T. E. Chávez, G. R. Fairbanks, A. Forbes, C. Gayarré, M. Geiger, C. W. Hackett, S. L. Hilton, J. L. Kessell, C. F. Lummis, P. W. Powell, M. Simmons, V. Taylor, A. B. Thomas, D. H. Thomas, H. R. Wagner, A. P Whitaker, R. L. Woodward, etc. Y entre los investigadores españoles, S. Bernabeu, L. Gómez Canedo, J. F. López, L. G. Oré, M. Serrano y Sanz, L. Navarro García, V. Rodríguez Casado, J. Yela Utrilla, F. Zubillaga, F. Morales Padrón, M. P. Ruigómez, J. Hernández Franco, y D. Arias Pérez (el obispo leonés de Newark, NJ, monseñor David Arias Pérez fallecido en 2019). No ocultaré mi modestísima aportación al tema, los ensayos de divulgación “Leoneses en la historia y la cultura norteamericanas” (La Crítica, Septiembre 2017), y “Españoles en la creación de los Estados Unidos” (La Crítica, Marzo 2019), entre otros.
La Corona española estuvo activamente comprometida en la empresa del descubrimiento y colonización de la América al Norte del Río Grande, y de manera especial en la evangelización de las comunidades indígenas. Conviene recordar que las primeras iglesias cristianas en este continente se construyen por frailes españoles en La Florida poco después de su descubrimiento y exploración en 1513, y durante los dos siglos siguientes se despliega la magna obra de creación de múltiples misiones jesuitas y franciscanas, en Georgia, Tejas, Nuevo Méjico, Arizona y California. La Civilización occidental judeocristiana, de la que emana la gran civilización política o cultura democrática y capitalista americana (Weber, Hayek, Novak, Huntington) recibió de España la primera aportación cristiana, no exclusivamente protestante (y judía, ya que las primeras comunidades y sinagogas establecidas en las colonias británicas de Norte-América eran de judíos españoles, los sefarditas procedentes de Brasil y otros lugares del Caribe).
Un Rey español, Carlos III (precisamente el favorito de Felipe VI entre sus antepasados), contribuyó decisivamente a la Independencia de los Estados Unidos (véanse: Manuel Pastor, “Carlos III y la Independencia de los Estados Unidos de América”, Floridablanca, Agosto 2016, y “Bernardo de Gálvez y la Revolución Americana”, Libertad Digital, Enero 2010).
El gran historiador de la neoyorquina Universidad de Columbia, Carlton J. H. Hayes, embajador en España durante 1942-45 (que inspiraría a dos grandes hispanistas amigos míos, Stanley G. Payne y Edward Malefakis, también de Columbia), es autor del libro The United States and Spain. An Interpretation (1951) que encabeza la lista de obras esenciales para aproximarse y comprender las profundas relaciones entre las dos naciones. Asimismo imprescindibles son los libros de Carlos M. Fernández-Shaw, La presencia española en los Estados Unidos (1987, 1992), de David J. Weber, The Spanish Frontier in North America (1992), de David Arias Pérez, Las raíces hispanas de los Estados Unidos (1992), y de Felipe Fernández-Armesto, Our America: A Hispanic History of the United States (2014).
A mi juicio el significado profundo de la invitación a los Reyes es que el Presidente de los Estados Unidos, practicando el sabio
dictum de Carl Schmitt sobre la esencia de la política, distingue al amigo (
la Nación española unitaria frente a los separatistas, con
el Estado y su forma histórica, la Monarquía frente a los republicanos) del enemigo (un
gobierno social-comunista con el apoyo de los separatistas catalanes y vascos, gobierno que por otra parte no oculta su anti-americanismo y consecuentemente el dictador venezolano Nicolás Maduro considera su amigo). Lo que ilustra muy bien la tesis que vengo sosteniendo de que no es la Nación, el Estado y la Monarquía los que han resultado fallidos, sino la “democracia” (más bien “partitocracia”), y determinados gobiernos accidentales, “legales” pero ilegítimos, que emanan de ella.