... ponderación necesaria para no caer en un comentario insultante e impropio de mi condición.
Dice el llamado Torra, tratando de justificar lo injustificable, que “la democracia está por encima de la ley”, ignorando sorprendentemente que la primera e indispensable condición para que un régimen político sea democrático, es, precisamente, la sumisión total de todos los poderes del Estado a la Ley; es decir, lo que en términos jurídico políticos se llama “Nomocracia”, o sea el imperio de la ley por encima de cualquier otra circunstancia.
Si mal no recuerdo, creo que es de uno de los Diálogos de Platón el curioso episodio en que un ciudadano, hablando de política, le pregunta a su interlocutor:
- ¿Y qué harías tú si fueras rey?
- Absolutamente nada
- ¿Y quién gobernaría entonces?
- Las leyes
Lo cual deja meridianamente claro que, para el maestro de la filosofía política, ningún poder ni menos ninguna persona, está por encima de la ley, que es precisamente donde reside la quintaesencia del buen gobierno, reflejado, claro está, a través de la voluntad de los ciudadanos que son los que ostentan la soberanía y en su virtud eligen a sus legisladores para que elaboren la ley de leyes; es decir, la Constitución, refrendada posteriormente por la propia ciudadanía y que sirve para que todas las demás leyes votadas en los parlamentos, o los decretos emitidos por el poder ejecutivo, se atengan rigurosamente al espíritu y la letra de la Ley fundamental.
Bien es cierto, que la ley y, por tanto la propia Constitución, puede ser cambiada, modificada, interpretada y hasta abolida, pero siempre dentro de unas reglas que ella misma dicta y que la hacen indispensable para efectuar cualquier modificación.
La Constitución más antigua de la moderna democracia, que es la de los Estados Unidos de América, ha sido enmendada en numerosas ocasiones, pero siempre dentro de la más estricta legalidad y respetando los principios que la hicieron nacer y únicamente para adecuar formalmente su espíritu a las nuevas necesidades que los tiempos han hecho surgir.
Si Torra y sus secuaces ignoran que la democracia misma es hija de la ley, nos cabe ser muy pesimistas a la hora de mirar hacia el futuro independiente que anhelan, ya que con ese bagaje intelectual es muy poco lo que puede esperarse de él que es, yo creo, menos aún que del traidor, cobarde y prepotente, fugado de la Justicia, llamado Puigdemont, a quien visita Torra frecuentemente en Bruselas, seguramente para pedirle consejo.
Entre tanto, sus correligionarios están siendo juzgados por el mismo delito que Puigdemont cometió, dejándolos literalmente tirados en medio de la calle , lo que es un bonito ejemplo de democracia, y, lo que peor, de bonhomía.
Pobre Cataluña y, también pobre España.
Están, todos buenos…
Fernando Álvarez Balbuena