El capitán general Francisco Serrano y Domínguez, I duque de la Torre, es una figura destacada del complicado e inestable S. XIX español. Su dimensión histórica queda reflejada a lo largo de los cuarenta y cinco años de actividad militar y política que desarrolló, llegando a ser: (...)
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Regente del Reino; Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República; Presidente del Gobierno dos veces; Ministro Universal; Capitán General del Ejército; Gobernador-Capitán General de la isla de Cuba; Ministro de la Guerra en tres ocasiones; Ministro de Estado; Embajador de España en Francia dos veces; Diputado; Senador; Presidente del Senado en dos Legislaturas; jefe del Partido Unión Liberal a la muerte del general O´Donnell; fundador y jefe del Partido Izquierda Dinástica. Además de recibir el título de duque de la Torre con Grandeza de España, concedido por la reina Isabel II en 1862, por su labor como Gobernador de la Isla de Cuba, y de estar en posesión del Toisón de Oro y de todas las condecoraciones y distinciones civiles y militares españolas y extranjeras de su época entre los años 1835 y 1872.
Nacido en la Isla de León (hoy San Fernando-Cádiz), el 17 de octubre de 1810 y fallecido en Madrid, el 26 de noviembre de 1885, los setenta y cinco años de su vida suponen un verdadero recorrido por la Historia de España del siglo XIX, pues fue protagonista de excepción de:
. La Minoría de Isabel II con las dos Regencias, la de su madre Mª Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1833-1840) y la del General Espartero, duque de la Victoria (1840-1843).
. El reinado personal de Isabel II (1843-1868) y sus principales etapas: La Década Moderada; la Revolución de 1854; el Bienio Progresista; el Bienio Moderado; el Gobierno Largo de la Unión Liberal (1858-1863); el ocaso del reinado de Isabel II y su destronamiento (1864-1868).
. El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
. La Restauración del rey Alfonso XII (1875-1885).
Su activo protagonismo en todas estas etapas le hicieron relacionarse con los principales personajes de su época:
La reina Mª Cristina de Borbón-Dos Sicilias; la reina Isabel II y el rey consorte Francisco de Asís de Borbón; el emperador Napoleón III y la emperatriz Eugenia; el rey Amadeo I y su esposa la reina Mª Victoria dal Pozzo; el rey Alfonso XII y las reinas Mª de las Mercedes de Orleans y Borbón y Mª Cristina de Austria. Los generales: Baldomero Espartero, duque de la Victoria; Ramón Mª Narváez, duque de Valencia; Leopoldo O´Donnell, duque de Tetuán; Juan Prim, conde de Reus; Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero. Y los políticos: Joaquín Mª López; Salustiano Olózaga; Manuel Cortina; Práxedes Mateo Sagasta; Emilio Castelar; Antonio Cánovas Del Castillo, y los políticos franceses Adolphe Thiers, Patrice de Mac Mahon y Jules Grèvy, citando solamente los más representativos.
No es fácil condensar en pocas líneas una vida tan intensa como la del general Serrano, por lo que paso a analizar, a grandes rasgos, su actuación como militar, como político y como hombre.
Como militar, llegó a alcanzar, por méritos propios, la más alta graduación y a ocupar importantes cargos militares. Su Hoja de Servicios que se conserva en el Archivo General Militar de Segovia, es una de las más brillantes de los militares del siglo XIX español. Francisco Serrano y Domínguez fue ante todo militar.
Ascendido por méritos y servicios a capitán general a los cuarenta y seis años, en julio de 1856, desempeñó entre 1847 y 1874, los siguientes cargos:
Capitán general de Granada; capitán general de Andalucía; capitán general de Madrid; Director general de Artillería y vicepresidente de la Junta Consultiva de Guerra; capitán general-gobernador de Cuba; capitán general de Castilla la Nueva; general en jefe de Castilla la Vieja y Galicia; general en jefe de los Distritos de Vascongadas, Navarra, Aragón y Burgos; y general en jefe del Ejército Español.
Al analizar su actuación en todos estos cargos quedan resaltadas sus principales cualidades castrenses, puestas de manifiesto en multitud de ocasiones: su valor, casi temerario; su sentido del honor y de la disciplina; su deseo de servicio y sus dotes de mando.
Es especialmente destacable su actuación en las Guerras Carlistas. La Primera, -la llamada Guerra de los Siete Años-, fue el comienzo de su carrera militar y su época de gran soldado, pues en ella consolidó su prestigio militar, ya que la comenzó como subteniente y la finalizó ascendiendo a mariscal de campo, siendo reclamado como ayudante de campo por los altos mandos militares del Ejército liberal, generales Francisco Espoz y Mina, Marcelino Oraá y Baldomero Espartero; participando en importantes acciones como las de la Meseta de Larrainzar (Navarra, 1835); Arcos de la Cantera (Cuenca, 1837), y la Expedición de Tortosa contra el general Cabrera (Tarragona, 1838), que le valieron la obtención de sus primeras recompensas: el mando en propiedad del Regimiento de Caballería de Cataluña Sexto de Ligeros, cuatro Cruces Laureadas de San Fernando (obtendría posteriormente una más en 1844); y finalmente su ascenso a mariscal de campo, el 9 de diciembre de 1840, con tan sólo treinta años.
Finalizada la Primera Guerra Carlista, Serrano continuó demostrando sus cualidades castrenses. Es destacable:
. Su protagonismo en la incorporación a España de las Islas Chafarinas. Siendo Capitán General de Granada, se le encargó el mando de la Expedición a las Islas Chafarinas. Misión arriesgada y dificultosa; arriesgada porque no se combatía contra soldados, sino contra piratas rifeños que asolaban Ceuta y Melilla. Dificultosa, porque faltaban medios humanos y recursos económicos, siendo el balance de esta campaña un completo éxito, pues en tan sólo dos semanas Serrano resolvió el grave problema e incorporó las Islas Chafarinas al territorio español, (enero 1848), siendo recompensado por ello con la Gran Cruz de Carlos III.
. Su colaboración en la gestación de la Revolución de julio de 1854, provocada por los gobiernos involucionistas de los políticos moderados Federico Roncali, Francisco Lersundi, y Luis José Sartorius, conde de San Luis, que precipitaron la liquidación de la Década Moderada. Serrano, unido al general O´Donnell en la Vicalvarada, (levantamiento militar del 28 de junio de 1854), impulsó la reactivación de la Milicia Nacional plasmada en el Manifiesto de Manzanares (7 de julio de 1854).
. Su actuación al ser nombrado Director general de Artillería en septiembre de 1854. Durante su mandato, dio un impulso al arma de Artillería especialmente a la artillería montada. Para mostrarlo organizó una brillante parada militar, el 9 de diciembre de 1855, en la que participó el Regimiento de Artillería a caballo reorganizado por él, y a la que asistieron Isabel II, el Rey consorte, el Consejo de ministros y las autoridades civiles y militares.
. Su contribución en sofocar la sublevación de los sargentos del madrileño Cuartel de San Gil, el 22 de junio de 1866, como consecuencia de la situación prerrevolucionaria que se vivía en España, y que anunciaba el ocaso del reinado de Isabell II. Por su resolución y valor demostrados durante aquella grave jornada, le fue concedido el Toisón de Oro.
. Su capacidad de estratega demostrada en la batalla de Alcolea, (27-IX-1868), que le hizo ganar la batalla, lograr el éxito de la Revolución de 1868, -la Gloriosa-, y consumar el destronamiento de Isabel II.
Igualmente puso de relieve su capacidad de estratega en el levantamiento del cerco de Bilbao, del que este año 2024 se conmemoran los 150 años. Siendo presidente del Poder Ejecutivo de la República y general en jefe del Ejército del Norte logró el levantamiento del cerco de la ciudad de Bilbao, bombardeada implacablemente por el ejército carlista durante cuatro meses (21 de febrero a 1º de mayo de 1874). Las tropas del general Serrano, apoyadas por las del general Manuel Gutiérrez de la Concha, en una brillante operación deshicieron las posiciones carlistas y lograron levantar el cerco de Bilbao.
Como político, el protagonismo del general Serrano comenzó en 1843, con tan sólo treinta y tres años, siendo investido Ministro Universal. Después fue elegido presidente del Gobierno Provisional, en octubre de 1868; Regente del Reino, en junio de 1869 y presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República, en enero de 1874.
El 15 de junio de 1869, Francisco Serrano y Domínguez, Primer duque de la Torre, ocupó el más alto cargo del Estado, pues fue elegido por las Cortes Constituyentes Regente del Reino, por ciento noventa y cuatro votos a favor y cuarenta y cinco en contra. La razón de esta elección se explica porque Serrano, aunque militar, ante todo, fue en la política el hombre de las situaciones límite, siendo requerido en circunstancias extremas para resolver hechos concretos. Hombre dialogante, propenso a la conciliación, sabía escuchar a su oponente y no dudaba, cuando lo juzgaba necesario, en llegar al consenso.
En la carrera política del general Serrano sobresale:
. Su gestión como Capitán general-Gobernador de Cuba. Gobernar la Isla no era fácil por la corrupción y el desorden administrativo, y por el enfrentamiento entre isleños y peninsulares. Por ello, el general O´Donnell, presidente del Gobierno entonces, pensó que Serrano, hombre sereno para abordar los asuntos públicos, de talante liberal y capaz de realizar una política de acercamiento, era la persona más idónea para gobernar Cuba en aquellos momentos. Así quedó demostrado: gestionó con habilidad la incorporación de Santo Domingo a España; frenó por un tiempo las ansias independentistas; saneó la administración pública; aproximó a isleños y peninsulares, e incluso llevó a cabo una importante remodelación urbanística de La Habana y un avance en las infraestructuras y en los transportes de la Isla, especialmente del ferrocarril.
Y una vez que regresó a España terminado su mandato, no olvidó los problemas y las inquietudes de los cubanos. A su inmediato regreso influyó decisivamente en la creación del Ministerio de Ultramar, hasta entonces dependiente del de Guerra. Y en mayo de 1867, a petición del ministro de Ultramar, Alejandro Castro, elaboró un amplio Informe en el que insistía en que el territorio ultramarino español, y especialmente Cuba, debía ser considerado y gobernado como el resto de las provincias españolas, y por tanto debía tener representación en las Cortes.
. Su actividad como diplomático. Nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de España en Francia, en 1856 y en 1883, actuó en ambas ocasiones como un auténtico diplomático de carrera, faceta suya totalmente desconocida que ya reflejé en la primera edición de mi libro El General Serrano, Duque de la Torre. El hombre y el político, (editado por el Ministerio de Defensa, en el año 2000), publicando unas cartas inéditas que se encuentran en el Archivo de la Real Academia de la Historia entre Serrano y el entonces presidente del Gobierno, general Narváez, y que en la segunda edición del libro citado (Editorial Arpegio, año 2023), investigo en profundidad.
En 1856, durante el reinado de Isabel II, el general Serrano desempeñó su cargo de embajador en la Francia del IIº Imperio. A través del análisis de la documentación conservada en el Archivo de la Real Academia de la Historia y en los archivos de los Ministerios de Asuntos Exteriores de España y de Francia, se comprueba que fueron meses muy complicados para Serrano, por los delicados temas de política exterior que se vio obligado a tratar con Napoleón III, pues el Emperador le hizo al Gobierno español, a través de él, dos vergonzosas proposiciones: la cesión a Francia de las Islas Baleares y la venta de la isla de Cuba a los Estados Unidos.
Su segunda gestión como diplomático, fue en noviembre de 1883, en el reinado de Alfonso XII, siendo presidente de la IIIª República Francesa Jules Grévy. Gestión diplomática también difícil pues Serrano tuvo que intervenir en varios asuntos delicados, entre ellos los graves sucesos que tuvieron lugar durante el viaje del Rey Alfonso XII a París, en septiembre de 1883.
Serrano, por su carácter abierto y dialogante, se desenvolvía con soltura en el ámbito diplomático. Ya había mantenido unas excelentes relaciones con el embajador británico sir Henry Bulwer, en 1846, y posteriormente en 1873 con el también embajador de Inglaterra, sir Austen Layard.
. Su actitud conciliadora en el reinado de Amadeo I. Nombrado por el Rey dos veces presidente del Gobierno, quiso e intentó conservar la conciliación de los tres partidos representativos de la Revolución de 1868: unionistas, progresistas y demócratas, y gobernar con total respeto a la Constitución de 1869, pero la pugna entre el progresista Sagasta y el radical Ruiz Zorrilla no hizo posible la estabilidad del trono del nuevo Rey, precipitando su abdicación en febrero de 1873 y la llegada de la Primera República.
. Su actuación como presidente del Poder Ejecutivo de la República. Hombre clave desde el mismo momento de la proclamación de la República, desde el 3 de enero hasta el 30 de diciembre de 1874, se convierte en Jefe del Estado. Se le criticó que no convocase Cortes durante el tiempo en que fue presidente del Poder Ejecutivo de la República, por lo que a este periodo algunos lo han denominado la dictadura de Serrano. Actuó de este modo, ante el caos político que vivió España durante los once meses de duración de la Primera República, por lo él concibió la idea de un presidencialismo republicano, tomando como modelo el del general francés Patrice de Mac Mahon, elegido por la Asamblea Nacional presidente de la IIIª República Francesa con un mandato de siete años.
El verdadero objetivo de Serrano era terminar con la Guerra Carlista, -la Tercera, iniciada en abril de 1872-, que era el mayor problema que tenía España, y una vez finalizada realizar la convocatoria de Cortes para dar la estabilidad necesaria al país, con un parlamento favorable a los principios de la Revolución de 1868. Era su proyecto político.
Como hombre, se puede afirmar que el general Serrano sentía una gran veneración por sus padres D. Francisco Serrano y Cuenca, mariscal de campo y ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, y Dª Isabel Domínguez y Guevara, descendiente de una familia noble malagueña.
Contrajo matrimonio con su prima hermana Antonia Micaela Domínguez y Borrell, veinte años más joven que él, cubana bellísima, elegante y muy rica, pero también ambiciosa, altiva y frívola, que se convirtió en una de las mujeres más poderosas de España al llegar su esposo a ser Regente del Reino. La duquesa de la Torre tuvo un gran ascendiente sobre Serrano en lo personal y en lo político, sobre todo en los meses anteriores a la restauración de Alfonso XII, como demuestro en mi libro La Duquesa de la Torre, “Mariscala Serrano”. 1831-1917”. (Editorial Arpegio, Barcelona, 2019).
De este matrimonio nacieron cinco hijos: Concepción, Francisco, Josefa, Ventura y Leopoldo, con los que el general Serrano fue un padre extremadamente cariñoso, como demuestra la correspondencia conservada en la Real Academia de la Historia.
Aunque nacido en la Isla de León (San Fernando-Cádiz), por estar allí destinado su padre durante la Guerra de la Independencia, la vida del general Serrano estuvo ligada a la villa de Arjona y sus pueblos vecinos: Arjonilla, Lopera, y Escañuela, en la provincia de Jaén, porque de Arjona procedía la familia de su padre, ilustre familia andaluza cuyos antecedentes se remontan al siglo XIII, y porque a pesar de los altos cargos militares y políticos que desempeñó, Serrano era un hombre sencillo, amante de la agricultura y de la labranza, y en Arjona en su Cortijo de la Torre, hallaba la paz y el sosiego que le hacían olvidar las preocupaciones de los altos cargos que desempeñó.
Entre las cualidades personales del general Serrano podemos destacar su exquisita educación, su buen humor y su jovialidad. El mejor retrato suyo nos lo hace el genial Benito Pérez Galdós:
De lo más vivo y simpático que se pudiera imaginar; de mediana estatura, rostro agraciado y sonriente. Tenía Serrano, capitán general de Madrid, lo que en Andalucía llaman “ángel”. Más que a su guapeza debía los éxitos a su afabilidad ciertamente compatible, en el caso suyo, con el valor militar temerario, en ocasiones heroico. (Pérez Galdós, B. Obras Completas, Editorial Aguilar, Madrid, 1945, Tomo II, pág. 648).
Diagnosticado de una enfermedad cardiovascular desde el verano de 1884, y entristecido por los sufrimientos causados por el desgraciado matrimonio de su hijo Francisco con Mercedes Martínez de Campos, el general Serrano falleció en Madrid, el 26 de noviembre de 1885, unas horas después del rey Alfonso XII.
Su legado puede ser resumido en: su amor a España; su dedicación al Ejército y su afán por modernizarlo desde que fue Director general de Artillería; su capacidad de diálogo, de consenso, de saber escuchar y de ser mediador permanente de conciliación entre las tendencias de los partidos liberales.
Trinidad Ortuzar Castañer
Catedrática de Historia