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EL 2 DE MARZO EN ASTORGA

Presentación de Astorga por el retrovisor, de Agustín Álvarez

Presentación de Astorga por el retrovisor, de Agustín Álvarez
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LA CRÍTICA, 28 FEBRERO 2023

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Una mirada evocadora a aquella Astorga que fue.

Escrito por Agustín Álvarez González, aparece hoy y se presenta el próximo jueves día 2 de marzo en la Biblioteca Municipal de Artorga a las 19:00 horas. El autor estará acompañado por Arsenio García Fuertes y Juan M. Martínez Valdueza. (...)

De Un prólogo a un libro sobre las vidas que una Ciudad alberga (Arsenio García Fuertes)

Estimado lector, el autor de este pequeño libro de amor a Astorga, a sus gentes y a sus calles, lugares y plazas, de una Astorga que fue y que ya no está (aunque, a veces, aún perviva) ha sido escrita por una persona que nació y vivió en Astorga hasta su juventud y luego viajó, trabajó y colmó el vaso de la vida en tierras lejanas de Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos, sin olvidar nunca su tierra a la que un día quiso regresar.

Esta experiencia vital hace que sea un placer el poder conversar con Agustín y aprender lo que él, a su vez vivió, escuchó, sintió y conoció en sus años fuera de Astorga. Por ello, este libro tiene mucho más valor, porque ha sido creado por una persona que (a diferencia del famoso poema de Constantino Cavafis) ha conocido mucho mundo más allá de los muros y calles de esta Ciudad, y por ello la puede valorar y juzgar mejor.

Ha sido un placer y una lección para mí leer la Astorga de Agustín Álvarez, de sus gentes, de sus calles, de sus comercios y barrios, con una nostalgia que no le impide valorar y describir todo lo bueno y, también todo lo malo y mejorable (con una sincera y ponderada crítica) de aquella Ciudad que conoció de niño y de joven. A lo largo de sus diversos capítulos Agustín Álvarez valora los adelantos sociales, económicos, tecnológicos y urbanísticos que no tenía la austera Ciudad en la que vivió sus primeros años de su larga y fructífera vida.

Un rasgo de honestidad y madurez es reconocer hoy a la Ciudad, como hace el Autor, su carácter abierto, cosmopolita y cultural que el Camino de Santiago, el Turismo y las modernas comunicaciones le han otorgado. Aunque cierto es también que la Ciudad es menos bulliciosa, menos viva, y más adormecida.

Otro motivo de satisfacción para el que suscribe ha sido encontrarme en esta pequeña historia de la Astorga que fue, a personas y lugares que llegué a conocer o de los que oí hablar. Algunos de ellos antepasados míos, como mi añorado abuelo Jesús Fuertes Simón, dueño de la sastrería religiosa “Fuertes” en la Calle Manuel Gullón, o el tío de mi madre, el Señor Máximo, dueño del mesón “El Bodegón” en la Calle La Cruz, vecinos de Astorga ambos que se ganaron la vida, para orgullo de sus hijos y nietos, trabajando dura y honestamente, como tantos astorganos, con sus manos.

Otras personas que ayudaron a hacer digna, sabia y acogedora a la Ciudad aparecen también en este libro, como Don Angel Murias, al que conocí de niño como alumno del Colegio Público Ángel González Álvarez; al querido maestro y amigo Martín Martínez que me animó a publicar mi primer artículo histórico en la añorada revista Astórica, a don Luis González, que tuvo la deferencia de venir a visitarme al Ayuntamiento a cambiar impresiones conmigo sobre la Ciudad y sus vecinos (mucho aprendí aquel día); a mi querido amigo José Díez (y a su inseparable esposa Marina) del que también aprendí con sus largas conversaciones mucho de la historia de España y de esta Ciudad y también de honestidad y de bonhomía. Un recuerdo merecido, asimismo, a don Bernardo Velado, al que tuve de profesor de religión en mis años de Instituto (allá por los años 80 del siglo pasado) y que, al recordar sus clases, me han hecho falta el paso de los años para descubrir, y valorar, que tuve a un Sabio, con mayúsculas, por Maestro…

Junto con muchas otras vidas más que han recorrido las calles de la Ciudad.

Estimado lector, estas líneas que vas a leer a pequeños sorbos, capítulo a capítulo, como el vermut del verano en el kiosco del Jardín de la Sinagoga, o los pequeños paseos del otoño con el Teleno al fondo, son una lección de vida, de positivismo, de sabiduría, de optimismo, de honestidad y de sinceridad. Una hermosa lección para quien quiera tomarla.

Dentro de ese espíritu de sapiencia y de mucho mundo vivido y recorrido, que Agustín pueda decir:
Qué suerte haber nacido aquí…

…Tiene un valor que no requiere mayor esfuerzo de apreciar.

Tal vez, una de las mejores lecciones sacadas de estas páginas, gracias a su Autor, sea llegar al convencimiento de que, al contrario de lo que escribió nuestro poeta Jorge Manrique y de lo que la melancolía que los años nos van dando, cuando miramos hacia atrás, al camino de nuestra vida…

Ningún tiempo pasado fue mejor, simplemente pasó, y quedará en el recuerdo de aquellos a quienes conocimos, de aquellos a quienes escuchamos y nos escucharon, y de aquellos que nos leyeron...


Para ver un Mundo en un grano de arena
Y un Cielo en una pequeña flor
Sostén el infinito con la mano abierta
Y detén la eternidad en una hora
(William Blake)