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Por un lado, el Brexit ha dejado a la base estratégica europea sin uno de sus más poderosos soportes, como era Gran bretaña, que ha preferido irse por su cuenta, aunque no les va demasiado bien por falta del soporte político interior.
Por otro lado, está la unión europea que acusa el vacío que ha dejado GB a las otras dos potencias que formaban el principal soporte estratégico europeo, Francia y Alemania.
Porque estos dos países tienen distintos intereses estratégicos. Uno en el sur mediterráneo y otro es del norte báltico. El primero es una potencia nuclear con capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU mientras que el otro es una potencia convencional que todavía arrastra los complejos de tiempos pasados.
Así pues, ya en el siglo XXI, Europa necesita disponer de cierta autonomía, pero sin perder el apoyo norteamericano, para establecer una posición propia entre el este (Rusia) y el oeste (EE. UU.).
Es complicada la posición que tiene Europa en la situación internacional, en un mundo que presenta riesgos intercontinentales, sea en la propia Europa, como en Asia, Medio Oriente, o América del Sur, donde surgen grandes conflictos que afectan al interés europeo propio.
El eje franco-alemán es el que va a soportar esta responsabilidad continental europea.
Gonzalo Parente