... a esta miembro del Jurado y también a la Editorial Siruela que ha apostado por la novela de Teresa Cardona, autora desconocida en España, ya que ésta es su primera novela, al menos, en español. Digo esto, dado que se la ve con un “oficio” impropio de una primeriza.
Es distinta porque plantea de manera diferente una cuestión, que constituye una constante de la novela negra: ¿el fin justifica los medios? La respuesta suele ser la de que si el fin es lícito, es justo, los medios para conseguirlo también lo son. Ello es lógico, teniendo en cuenta que los y las protagonistas de estas novelas bordean con frecuencia e incluso se saltan la ley, como la única manera de conseguir hacer justicia.
La autora plantea, con la decisiva fuerza de los casos, las ocasiones, los hechos concretos que relata, la necesidad de situarse en los dos lados, en comprender también el otro lado, el otro punto de vista. Y ello lo hace sin preconizar el relativismo, sino la comprensión, la empatía simpática, propia del verdadero amor, que impide juzgar a las personas y sí perdonar. Esta idea tan constructiva para la relación humana, la repite a lo largo de la novela. La primera vez que lo hace, ante una situación real en la ficción, escribe: “Habla con Leonardo, pregúntale antes de juzgar. Algo así como mirar los dos lados de la verdad.”
Sin embrago la autora matiza: “… hay momentos en los que no se debe dudar, en los que hay que actuar. Sólo después se sabe si la decisión fue la correcta.” De hecho, ante una circunstancia perentoria, cuando la teniente protagonista está hablando con un profesional ejemplar, que con motivo de una reacción, de una decisión, fue condenado y perdió con deshonor su profesión y su vida social, afirma la autora: “Cuantas veces había pensado no juzgues; tú no estabas ahí. Cuantas veces se había preguntado si ella no hubiese reaccionado de una manera diferente a lo que en la teoría se esperaba. La teoría estaba muy bien, sí. Nadie está a favor de matar para sobrevivir. Pero ¿cómo es cuanto el que se está muriendo no es ni siquiera uno mismo, sino un ser querido? ¿Un hijo, la persona amada? Siempre es muy fácil decir yo no, yo hubiese actuado de otra manera. ¿Era posible estar seguro de ello sin estar en esa situación?”(No cito la página, porque la he leído en Kindle Amazon sin paginación).
Pues bien, Teresa Cardona, tampoco preconiza saltarse la ley, sino que plantea la justicia de algunas leyes, que en su desmedida protección de los derechos del presunto verdugo, del presunto asesino, dejan casi indefensa a la víctima. Así, en este desgraciado caso, la decisión en cuestión, no implicaba que el profesional tuviera que matar a alguien, sino usar la violencia para librar a un niño de una muerte atroz. Por eso, concluye: “-¿Rencor? Desde luego, pero no como usted piensa. Su caso me hizo dudar del funcionamiento del sistema tal y como lo aplicamos.”
A diferencia de la mayor parte de las novelas negras en las que se producen múltiples crímenes, provocados por un asesino en serie, quien habitualmente corresponde a una personalidad con rasgos psicopáticos, aquí la autora, describe, con gran crudeza una muerte, pero sin regodearse en detalles escabrosos.
De las novelas que he tenido ocasión de leer, ninguna explica con tanto acierto y fuerza expresiva, las terribles consecuencias de una única muerte en las familias, allegados, amigos e incluso, componentes encargados de evitar esa muerte. Sobrecoge lo magistral de la exposición y da que pensar. (Como se deduce de lo expuesto, Teresa Cardona presenta alguna excepción entre las “damas del crimen”).
Así mismo, como acabo de constatar, los asesinos suelen ser psicópatas, primarios o secundarios, pero, en todo caso sin empatía. Patricia nos habla de una enfermedad nueva (que hará pensar a más de un lector) y la describe con una envidiable claridad y el personaje que la padece se ajusta a ella sin un fallo. Aquí, si le comentaría algo a Patricia. Debido a la extensión y acierto con que describe los terribles efectos que puede causar en su entorno una muerte tan traumática, apenas recuerda que el causante es un enfermo, por lo que el lector, puede considerarle absolutamente responsable de su patológica dureza moral, crueldad y falta de arrepentimiento. Naturalmente esa enfermedad no implica que la sociedad no deba defenderse de esa persona de por vida, ya que por ahora no tiene cura y es de una gran peligrosidad social. Pero es importante dejar a salvo la responsabilidad moral, tal y como se hace cada vez más con los enfermos mentales, los adictos,…
Viene también a cuento esta precisión, porque, los personajes, todos, muy acabadamente descritos y perfilados -a los que, a diferencia de tantos autores, Teresa sí quiere a sus personajes-, están tan integrados en la trama que el lector, como ocurre con la novela anterior de Eva García Sáenz de Urturi, se encontrará que no son personajes sino que se trata de personas.
Otra observación, (producto de mi cariño por El Escorial) que le haría a Teresa, es la de que si bien, evidentemente, conoce El Escorial, en el contraste entre las personas que viven allí todo el año y los que van el fin de semana y los turistas, he echado de menos un mayor protagonismo del llamado Monasterio de El Escorial.
La forma de exponer la novela Los dos lados, como otras muchas, corresponde, con indudable acierto, a una analepsis, ya que la narración rompe la secuencia cronológica del relato hasta la unión de las dos historias.
Estamos ante una buena novela negra, que se lee de un tirón. No sólo no cansa, sino que se sigue con verdadero interés y molesta si se tiene que interrumpir su lectura. Únicamente modificaría unas pocas páginas finales (si tengo ocasión de hablar con la autora le diré el porqué las modificaría, pero naturalmente no quiero hacer spoiler)
Termino, con algo parecido a lo que dije hace muchos años, en hispanidad.com, de la pareja Becilacqua y Chamorro: que tenían un largo recorrido literario y que la novela que comentaba se podía convertir en un guión cinematográfico. Pues bien, la pareja Karen y Cano, tiene así mismo un largo recorrido literario y en este caso es una pareja que me da bien en el cine. Pienso que a todos o casi todos los lectores de Los dos lados le gustaría volver a encontrarse con Karen y Cano.
Francisco Ansón Oliart