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LA ESPAÑA INCONTESTABLE

La Loca del Sacramento

El cuerpo incorrupto de doña Teresa Enríquez expuesto al público en Torrijos, el 25 de octubre de 1926. (Foto: https://www.architorrijos.com/).
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El cuerpo incorrupto de doña Teresa Enríquez expuesto al público en Torrijos, el 25 de octubre de 1926. (Foto: https://www.architorrijos.com/).

LA CRÍTICA, 3 OCTUBRE 2021

Por Íñigo Castellano Barón
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El siglo XVI fue una época en donde una vez más, la peste invadió Europa y los muertos por ella llegaron a contarse por miles hasta mermar de manera significativa su población. Los hombres huían a las montañas y a los parajes más recónditos para evitar que la guadaña de la muerte segara sus vidas. (...)

... Las madres acogían a sus hijos transmitiéndose mutuamente el mal, sin saber a qué obedecía. Otros, quemaban cuanto encontraban a su paso, cosechas, casas, vestimentas y todo aquello que pudiera representar un lugar de expansión. Los clérigos encerrados en sus conventos, elevaban sus preces suplicando a la misericordia divina y algunos otros salían en socorro de los moribundos y hambrientos, lavando sus cuerpos y alimentándoles como podían. El género humano tiene esas íntimas contradicciones que le llevan de ser un villano a un buen samaritano.

Para muchos la peste significó el preludio del fin del mundo y como en los finales del anterior milenio, se entregaban a lo que nunca hicieron, como la caridad y la oración para prepararse para la vida eterna. Muchas familias quedaron diezmadas y sus supervivientes dispersos por la geografía hispana y en este caos, pocos eran los señores que podían poner orden y acierto pues ellos mismos estaban igualmente amenazados.

En tan sombrío panorama hubo sin embargo gentes que impulsadas por un especial hálito de caridad cristiana, desafiando al terrible mal, se aprestaban a socorrer a cuantos podían y como sabían. En todos los estamentos sociales se produjeron estos movimientos caritativos, y el bien coexistió con el mal imponiéndose con el tiempo a este. Entre otras personas, sobresalió una noble dama de la más linajuda estirpe y prima hermana del rey Fernando El Católico, llamada doña Teresa Enríquez Alvarado, nacida en Valladolid a mediados del siglo XV, hija de don Alonso II Enríquez, descendiente directo del rey Alfonso XI de Castilla, almirante de Castilla y señor de Medina de Río Seco. Tía de San Francisco de Borja y de San Juan de Ribera.

Dotada de gran patrimonio, desde sus años jóvenes y estando bajo la tutela de su abuela Teresa de Quiñones, se dedicó a atender a aquellos enfermos y moribundos que la peste propagaba por doquier, construyendo el hospital y convento franciscano en Valdescopezo, aunque no sería el único, pues aquella iniciativa la llevó a seguir esa senda caritativa y solidaria para con sus conciudadanos. Construyó hospitales con asistencia diaria de sanitarios o médicos que atendían permanentemente a los enfermos, implicándose ella misma en tareas que entonces, aunque comprometidas con la desgracia ajena, no eran propias de una dama de su alcurnia. Salvó muchas vidas gracias a sus cuidados y desvelos y de cuantos le acompañaban en su asistencia, entusiasmados por la vitalidad que doña Teresa Enríquez despertaba.

Contrajo matrimonio con el maestresala de doña Isabel La Católica de rancia estirpe y preclaro jurista, señor de la villa toledana de Torrijos y de Maqueda, quien sería en representación de los Reyes Católicos el que firmara con Portugal el «Tratado de Tordesillas». Durante muchos años de su vida matrimonial vivieron junto a los Reyes Católicos, participando en la toma del último reino taifa que quedaba desde el inicio de la Reconquista: Granada, siendo Gutierre de Cárdenas y por mandato de la propia reina doña Isabel el primero en tomar posesión de la Alhambra y su esposa doña Teresa en servir como enfermera en el Hospital de la Sangre en Santa Fe. Eran los tiempos en los que para los historiadores finalizaba la Edad Media y se iniciaba la Edad Moderna con el Renacimiento.

La peste fue venciéndose, pero la hambruna persistía en una España profundamente devota que había logrado tras setecientos años de lucha, acabar con el Islam pero que por ello mismo había mermado sus recursos. Doña Teresa Enríquez pasó de la fundación de hospitales y conventos a obtener la bula Pastoris Aeternis expedida en agosto del año de 1508 que le facultaba para fundar cofradías sacramentales bajo su patrocinio y todo tipo de indultos en todo el reino de España.

Ya viuda, doña Teresa Enríquez prosiguió con mayor intensidad su andadura sobre la creación de hermandades sacramentales cuyo principal objetivo era la conservación y adoración permanente de las capillas sacramentales y de los sagrarios en donde se contuviesen las sagradas formas. A esta devota labor se dedicó con tal ahínco que el propio papa Julio II la llamaba La Loca del Sacramento. En paralelo creó instituciones para la formación de los niños, formando lo que se denominó «los clerizones» que además de la educación se formaban en el canto y composición de coros.

Cerca de los ochenta años falleció esta singular dama, mujer en sus tareas, buena esposa de su marido y madre de su hijo Diego, quien sería nombrado por el emperador Carlos V primer duque de Maqueda. Tras su muerte en 1550, fue trasladada junto a los restos de su marido Gutierre de Cárdenas, del convento franciscano fundado por ella donde estaban inhumados, a la capilla de la Virgen de la Antigua que erigieron en la catedral de Toledo, donde se puede ver el retablo en que figuran sus imágenes junto a las de sus hijos.

Hoy día el cuerpo de doña Teresa Enríquez se encuentra incorrupto bajo la custodia de las madres concepcionistas en el convento de Torrijos que ella misma fundara. La ya venerable doña Teresa Enríquez tiene iniciado su proceso de beatificación.

Como nota de especial curiosidad merece la pena destacar que durante la Guerra Civil española de 1936, su cuerpo fue despeñado por las hordas revolucionarias, pero estando incorrupto no se quebró y fue colocado en una nueva urna que mandó hacer al efecto su descendiente directa, María Osorio de Moscoso y Reynoso, XXI duquesa de Maqueda y XX marquesa de Astorga, etc. quien, ya viuda, profesó como carmelita descalza en el Convento de la Encarnación en Ávila tras 25 años de vida religiosa en el mismo. Abuela del autor de este relato.

Iñigo Castellano Barón

. . . . . . . . . . . . . . . .De Sánchez Coello . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . Recogida de los restos momificados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Epílogo:

Aunque nuestra España actual sea un estado laico, y a veces se produzcan movimientos claramente anticlericales y en ocasiones hasta manifestaciones de odio hacia la religión, la historia imborrable no puede olvidar la fe cristiana de nuestra nación manifestada desde la conversión del rey visigodo Recaredo. Desde entonces las manifestaciones devotas de los españoles, desde la sencillez de muchos de sus santos como la mística de tantos otros, junto a la piedad popular han sido una constante que ha caracterizado a España como país solidario y compasivo donde los haya. Muestra es la protagonista del relato que antecede, algunos de cuyos rasgos han sido tomados de un artículo publicado en 2014 por Gonzalo Franco Revilla.

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