... El signo de los tiempos es el de que con las nuevas tecnologías y conocimientos, si no es posible en la actualidad se conseguirá pronto. Además ese dominio, subordinación digital, se producirá con nuestra complacencia, provocado por la estimulación de nuestras emociones, que en gran medida determinan nuestras decisiones.
En efecto, los neurocientíficos Luis Felipe Sarmiento y Jorge Alexander Ríos, han podido identificar las estructuras del sistema nervioso central, que son claves en la comprensión de los procesos relacionados con la toma de decisiones, y establecer la influencia determinante de las emociones en este proceso. Quede claro que, de manera intuitiva, este hecho ya lo conocían los antiguos en su enseñanza de la Retórica y la influencia decisiva que despierta el tono de voz y el gesto en la emoción, al punto que, en algunos casos como, por ejemplo, en los mítines, cuentan más que la razón, que la argumentación, a los efectos de las decisiones e incluso de la persuasión. Y no sólo los actores en las representaciones teatrales antiguas sino, igualmente, en los tiempos modernos, en las películas, series,…
Las posibilidades de generar emociones que existe hoy día, son muy numerosas y de una eficacia extraordinaria. El poder de la imagen, el ver a una persona en un video que nos han enviado, por ejemplo, a nuestro teléfono móvil, en un cierto lugar y hablando con convicción de un tema que nos afecta, es difícil que no produzca o refuerce una emoción, y sin embargo todo es falso: se trata de un montaje fotográfico y auditivo, de la cara, los gestos, la voz y lo que dice. Pero si no nos damos cuenta de la falsedad y han sido varios los videos, noticias y mensajes en el mismo sentido, esa emoción orienta o incluso determina una decisión. De manera que un acto tan importante, como es el del voto en unas elecciones, puede ser un voto emocional, estar orientado o determinado por las emociones que nos han provocado reiteradamente.
El autor, Aldoux Huxley, de un libro muy leído y comentado, Un mundo feliz, que relata una distopía que, no obstante, es aceptada por toda la población, salvo alguna rara excepción, en una conferencia pronunciada, hará apenas sesenta años, titulada, La revolución final, dijo: “En la próxima generación, o en la siguiente, habrá un método farmacológico para hacer que la gente ame su servidumbre y producir una dictadura sin lágrimas, una especie de campo de concentración indoloro para toda la sociedad, de modo que la gente estará realmente privada de sus libertades, pero más bien lo disfrutará porque será desviada de cualquier deseo de rebelión por la propaganda o el lavado de cerebro reforzado por métodos farmacológicos”. (Autores y estudiosos, piensan que este fármaco, a nivel mental y de conciencia es el relativismo, la relativización de la verdad).
En efecto, Aldoux Huxley se quedó corto, porque hoy en día se dispone no sólo de fármacos, sino, además, de unas tecnologías que facilitan la consecución de ese totalitarismo, como no se ha dado jamás en la historia de la humanidad, y como predice Aldoux Huxley, será aceptado con complacencia, porque proporcionará una renta universal o algo similar para vivir y un entretenimiento personificado y muy satisfactorio.
Las técnicas de dominio mental son conocidas, pero en los momentos actuales ha aumentado su número y su eficacia, debido al conocimiento que se tiene del cerebro, gracias, sobre todo, a las máquinas y tecnologías de estos últimos tiempos; además, en la actualidad, no sólo se puede influir en la mente externamente, sino que cabe modificar la funcionalidad y quizá ya, la estructura cerebral y en consecuencia, de manera permanente, el comportamiento. (Resulta muy recomendable a este respecto, leer el libro de Pedro Baños, El Dominio Mental, que demuestra, con hechos, tanto el dominio mental exógeno, como, también, el producido directamente en el cerebro).
Se acepta de manera general que la privacidad, el derecho a la intimidad ha desaparecido, incluso en Europa, el continente donde más protegidos están los datos personales. Al conocer todo de nosotros, recibiremos cada vez más los mensajes y noticias que aumenten nuestras emociones de satisfacción, simpatía, odio o rencor. Nos irán dirigiendo (de hecho ya, en alguna medida lo están haciendo a través de las pequeñas pantallas).
Ahora bien, en un mundo como el que al parecer se avecina, es preciso, como sabiamente adelanta Pedro Baños: “Lo cierto es que, ante este panorama, a las autoridades sólo les quedará el recurso de proporcionar más y más entretenimiento a las masas para mantenerlas en un estado de atonía, de evasión irreflexiva que evite cualquier atisbo de rebelión. El “ocio gratuito” será el complemento perfecto para tener a los ciudadanos preocupados de banalidades y de lo que hacen y dicen las personas que vean en películas, series y reality shows,… A lo que se unirá alguna forma de distracción y aletargamiento. Quizá la solución venga de lo que Niño-Becerra refiere como “marihuana legal”, comparable al soma, la droga de consumo permanente…”. (Pedro Baños, ob.cit, p.362).
A modo de ejemplo y porque el término ya está de moda. Fernando Rodríguez Delgado, escribe en Aceprensa, el día 5 de este mes, Metaverso, el Internet inmersivo: “Durante su comparecencia por el litigio que mantiene Epic Games con Apple, Tim Sweeny, jefe de la primera,… Ante la petición del juez para que aclarara qué significaba esa palabra (metaverso), señaló que se trataba de ‘un medio social y de entretenimiento en 3D en tiempo real, en el que personas reales entrarían juntas en una simulación en 3D y vivirían experiencias de todo tipo’... En cualquier caso, esa realidad alternativa ya no se consultaría, sino que se experimentaría… ¿Se trata entonces de un Internet más “corporeizado”, como señalaba recientemente Mark Zuckerberg? Está claro que la experiencia multisensorial será un requisito indispensable, pero no suficiente”.
Es cierto que hoy por hoy, el mundo parece que se dirige hacia esa distopía. De hecho el papa Francisco lo denuncia y previene en el número 100 de Fratelli tutti: “Tampoco estoy proponiendo un universalismo autoritario y abstracto, digitado o planificado por algunos y presentado como un supuesto sueño en orden a homogeneizar, dominar y expoliar. Hay un modelo de globalización que «conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad. […] Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo. Ese falso sueño universalista termina quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad. Porque «el futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede aportar. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos igualitos»
Y en la página 55 de su libro, Soñemos juntos: “Por cambio de época no me refiero solamente a un tiempo de cambio, si no que las categorías y supuestos que antes servían para movernos en el mundo ya no funcionan más. Cosas que pensamos que nunca iban a pasar -el colapso ambiental, la pandemia mundial, el retorno de los populismos- hoy las estamos viviendo. Es una ilusión pensar que podemos volver a donde estábamos. Todo intento de restauración nos conduce siempre a un callejón sin salida”. Y en la página 71: “Es difícil construir una cultura del encuentro en la que nos encontremos con personas con una dignidad compartida, inmersos en una cultura del descarte que considera a los ancianos, los desocupados, los discapacitados y los no nacidos como sobrantes para nuestro bienestar”.
Naturalmente, la orientación del futuro está todavía en nuestras manos. Es cierto que las cosas parecen dirigirse hacia esa distopía, pero es igualmente cierto que nos enfrentamos al reto y a la posibilidad, como no ha existido nunca hasta el presente -gracias a estos avances, tecnologías y descubrimientos-, de poder erradicar el hambre, muchas enfermedades, alcanzar una alfabetización y educación universales, un progreso en el mundo de la técnica, la ciencia, el arte, las letras,… y con ello una mayor libertad individual y colectiva.
Francisco Ansón