... A este respecto, el primer problema que surge se refiere al empleo como sinónimos de los términos ética y moral. Dado que la diferencia entre ambos excede este trabajo, simplificaré mi concepción señalando que la moral se refiere a la conducta o forma de vida de la persona o del grupo guiada por unos preceptos o valores, mientras que la ética es la reflexión racional precisamente sobre esos principios que inspiran el comportamiento (moral) de los seres humanos, individual y colectivamente. Dicho esto, en el presente trabajo se utilizarán ambos términos indistintamente, pues esto es lo que hacemos en el lenguaje cotidiano.
El segundo problema que se presenta es que al término ética se le han dado, y se le dan, diferentes consideraciones, interpretaciones y usos. Para señalar todas las orientaciones y teorías éticas, desarrolladas por los filósofos morales a lo largo de la historia, están los manuales de la historia de la ética y a ellos me remito. Aquí se asume el uso del término ética como la reflexión sobre lo que es bueno y malo, lo que es correcto e incorrecto, lo que se debe y no se debe hacer. Referido a lo militar, ese razonamiento se debe centrar en los aspectos relativos a la guerra y la paz, desde la justicia de sus causas hasta la legitimidad y adecuación de los medios y formas de desarrollar sus funciones y cometidos que tienen aquellos que ejercen la profesión de las armas.
El último problema a resolver, para lograr coherencia y sentido en la expresión ética militar, es reconocer que el añadido del calificativo convierte a esa ética profesional en algo mucho más funcional y práctico que la simple reflexión teórica: la militar es una auténtica ética aplicada. A veces será una exigencia, en otras ocasiones la simple orientación, de lo que los miembros de las Fuerzas Armadas pueden (y no pueden), deben (y no deben) hacer.
Explicitadas las soluciones subjetivas dadas a esos problemas planteados en relación con la ética militar, y que como todas las relativas a la ética están abiertas a la discusión, intentemos clarificar los actores esenciales de la misma. Se considera que son tres: el sujeto, los medios y el fin.
En la ética militar el sujeto es el individuo, hombre o mujer, que desarrolla una profesión con las características que le hacen ser moral: libertad, conciencia de sus actos y actor responsable de su comportamiento y consecuencias. Pero no solamente el individuo que ejerce la profesión de militar, también el grupo social: la institución militar, es sujeto de esa reflexión moral aplicada al sentido, necesidad y justificación de su propia existencia y las condiciones de su funcionamiento.
Los medios son esenciales en la ética militar pues es, la militar, una de las pocas profesiones que utilizan unos instrumentos de trabajo que producen destrucción y muerte como son los sistemas de armas, cualesquiera que sean, y lleva ese empleo a sus últimas consecuencias, incluyendo la entrega de la propia vida y el tomar la de los demás.
Para que la utilización de las armas no se haga de forma gratuita, sino con plena libertad y responsabilidad, es necesario que los fines que dan justificación a su empleo tengan plena legitimidad (además de legalidad), y aquí es donde alcanza su gran trascendencia la reflexión ética sobre el militar y su profesión.
Los fines que justifican éticamente el uso de medios militares por aquellos sujetos que han elegido y desarrollan la profesión militar se sustentan en valores, entendidos como valores morales, con pretensión de ser legítimos y universalizables.
De igual forma que entendemos que la disciplina militar no tiene sentido en sí misma, sino que es un elemento, eso sí, imprescindible, cuya existencia junto a otras virtudes militares, permite cumplir la misión, los fines que defienden los hombres de armas han de ser sociales y moralmente buenos, estar al servicio de toda la sociedad y buscar el bien común. Fines que, en las sociedades democráticas como la nuestra y con todos los matices que se quieran, tienen un alcance general: la libertad, la soberanía, la independencia territorial, el ordenamiento constitucional.
En esta introducción a la ética profesional aplicada, que es la militar, procede considerar los paradigmas morales que la conforman. El primero es su concepción como una ética de la virtud, que conforma el carácter de los militares y enriquece su capacidad de decisión ética, como agentes morales individuales, sólidamente fundada en hábitos y virtudes consistentes y adecuadamente interiorizadas.
La ética militar es también ética deontológica en la que el deber firme y con la adecuada intención es lo moralmente correcto, con unos objetivos del militar profesional y de los ejércitos y armadas claramente definidos en la defensa y servicio a la comunidad y que son los que orientan su código de conducta profesional. Código que en España está perfectamente identificado en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas y que, como código moral, parece debe ser tratado en otro trabajo.
Finalmente, es también una ética de base utilitarista pues además de los principios éticos hay que tener en cuenta los resultados de su aplicación y hay que asumir como mal menor el uso de la fuerza cuando se convierte en la única solución, a pesar de los resultados de muerte y destrucción que suponen la guerra y el conflicto, pues en ocasiones, para los individuos y las sociedades, solo queda resistir el mal con la fuerza de la legítima defensa.
En resumen, se propugna una concepción de la ética militar amplia y comprensiva y que no excluya ninguno de los enfoques, sino que articule coherentemente las éticas de la virtud, deontológica y utilitarista.
Se ha indicado que la militar es una ética aplicada y ello exige aclarar su campo de actuación, aunque acotar todos los temas en los que la reflexión desde la ética militar es necesaria no puede hacerse en los márgenes de este trabajo. Por tanto, entre otros muchos asuntos debe ocuparse de la reflexión sobre el propio fenómeno de la guerra, su justicia y legitimidad, especialmente en los conflictos modernos, irregulares y asimétricos, los actores cada vez peor definidos y las intervenciones humanitarias o la responsabilidad de proteger. Elementos que encontramos apoyándonos en el término jurídico del ius ad bellum.
Si nos sustentamos en el ius in bello, la ética militar no puede permanecer indiferente a los problemas morales que plantea la aplicación de los principios de discriminación, necesidad y contención asociados a los daños colaterales, o la utilización militar de nuevos avances de la tecnología como la ciberguerra, los drones o el uso de inteligencia artificial en sistemas autónomos letales, por no citar el empoderamiento biológico o genético del soldado.
En esta relación de algunos de los muchos y variados asuntos propios y relevantes a la ética militar, hay que añadir el de la reflexión sobre los valores, virtudes y principios que sustentan el ejercicio de la profesión, y sobre los códigos morales que los sistematizan y facilitan su interiorización y formación. Incluyendo el ajuste de esos valores a los de la sociedad a la que la institución militar presta servicio, en la paz y en la guerra.
Todos estos temas, mencionados tan sucintamente, constituyen, junto con las conceptualizaciones expresadas, lo que se entiende por ética militar y que permite racionalizar y justificar desde el punto de vista moral la imprescindible necesidad, hoy por hoy, de una institución a la que se dedican con integridad unos profesionales que se amparan en unos valores y exigentes códigos morales para afrontar el fenómeno humano y social que sigue suponiendo la existencia de conflictos y guerras.
(R) E.A. José Antonio Moliner González
Vicepresidente Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Asociación Española de Militares Escritores