... Es sin duda una de las mujeres más extraordinarias de la literatura universal en lengua Española, sobresaliendo no solo por sus dotes físicas sino por las espirituales y religiosas, claramente católicas. Desde muy niña, como cuenta ella, sorprendió a todos por su temprano dominio del latín y por su afán de estudiar, vestida de hombre, en la universidad de México. A los ochos años de edad compuso una loa en la que glorificaba al Santísimo Sacramento. Teniendo tan solo 13 años tuvo la oportunidad de lucir su belleza y su saber como dama de honor de la Virreyna de Nueva España. A los dieciséis años supera con éxito el examen de una comisión que cuestiona sus escritos para probar su ortodoxia.
Poco después, en 1669, entra en el convento de la orden de San Jerónimo, después de haber probado unos meses en el Convento de las Carmelitas descalzas Teresianas. En el convento se dedicó intensamente a su inclinación por las letras humanas y divinas letras, convirtiendo su celda en una academia, desde donde irradiaba la luz de su saber: logró la hazaña de juntar en su biblioteca particular 4.000 volúmenes, libros de todas las materias entonces conocidas. Escribía y debatía sobre temas filosóficos en interesantes polémicas con los filósofos y teólogos de su época, especialmente con el jesuita portugués-brasileño Antonio Vieira o en una célebre controversia con el obispo de Puebla.
Su intima y profunda religiosidad de auténtica católica, la impulsó a vender su querida biblioteca y distribuir el producto entre los pobres y enfermos. Cuidó en su comunidad a los enfermas de la peste que asoló a sus hermanas religiosas; ella misma fue victima de la peste. Su alma profunda y apasionada nunca titubeó entre la fe y la ciencia, la emoción y la razón como se deduce de su famoso PROTESTA, por la que selló su fe con la propia sangre.
Su poesía lírica de gran precisión formal y conceptual se sitúa junto al culteranismo de Góngora, lo que le valió el título de la Décima Musa. En esta poesía se encuentra algo común en los grandes poetas españoles del Siglo de Oro, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa: una vuelta a lo divino de la poesía popular amatoria según los cánones barrocos; nunca se excedió en los temas de un erotismo profano, como se puede comprobar en su romances, redondillas, villancicos y sonetos amorosos. No podemos enjuiciar la poesía de Sor Juana Inés con las criterios estilístico-poéticos de hoy, que abominan de todo lo que no sea vulgarismo y a veces erotismo: en la poesía de Sor Juana se da con frecuencia una síntesis perfecta de lo alegórico, lo mitológico-teológico y el lirismo bizantino. Su poesía es clara y transparente, con gran colorido vocal y con metáforas que se complementan armoniosamente, como se puede contemplar en el soneto A UNA ROSA, ejemplo maravilloso de su poesía, síntesis brillante entre lo popular y lo culto-clásico.
Sor Juana Inés de la Cruz llega a la cima de culteranismo en su famoso poema PRIMER SUEÑO (1000 versos endecasílabos y heptasílabos con estructura de Silva. Un especie de reflexión sobre el universo.
Sor Juana Inés de la Cruz no es ni una filósofa cerebral, aunque en sus poemas trate asuntos relacionados con los temas filosóficos, por ejemplo en el magno poema EL SUEÑO, del que es autora por voluntad propia sin ninguna presión de nadie ni petición; ni es una poetisa solo de sonetos eróticos ni mundanos, sino una profunda conocedora de la Sagrada Escritura y de la Teología de la historia como queda perfectamente reflejado en el auto sacramental ELNARCISO DIVINO, cuyo tema fundamental es la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, que tiene su culmen en la presencia real, verdadera y substancial de Jesucristo bajo las especies sacramentales, Esencia de la Eucaristía Católica.
FIDEL GARCIA MARTINEZ
Catedrático Lengua Literatura, Doctor Filología Románica (Gijon)