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¿Quiénes perdieron verdaderamente China?

Chiang Kai-shek, Roosevelt y Churchill en El Cairo, 1943. (Foto: Associated Press)
Chiang Kai-shek, Roosevelt y Churchill en El Cairo, 1943. (Foto: Associated Press)

LA CRÍTICA, 22 ABRIL 2020

Por Manuel Pastor Martínez
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La República Popular de China es un régimen comunista, como todos los de su género, moralmente fallido. El problema se remonta a sus orígenes y la reciente crisis del covid-19 (¿no debería llamarse pandemia cochina-19?, “cochina” por comunista-china) solo ha puesto de manifiesto la profunda corrupción e impostura que lo ha mantenido. (...)

... Durante décadas, tras la victoria final en 1949 de Mao Tse-tung en la guerra civil de China, el villano favorito de comunistas y progresistas en todo el mundo, como responsable de la “pérdida” (aunque para las izquierdas fuera una “ganancia”), ha sido el generalísimo nacionalista Chiang Kai-chek, líder del Kuomintang (Partido Nacional Popular). Incluso el autor conservador Brian Crozier tituló una importante y en general favorable biografía del personaje, al que comparó repetidamente con Franco, The Man Who Lost China: The First Full Biography of Chaing Kai-chek (New York, 1976).

Durante la presente crisis mundial de la pandemia del coronavirus muchos han denunciado la propaganda y desinformación del régimen maoísta. Mentiras amontonadas sobre mentiras que han caracterizado al totalitarismo chino a lo largo de los años de su existencia. Probablemente una de las primeras de esas mentiras, resultado de la propaganda y la desinformación, haya sido precisamente descalificar a Chaing-Kai-chek y presentarlo como el culpable de la “pérdida” de China.

Chiang, siempre un anticomunista sin reservas mentales, no engañó a nadie. Propuso, siguiendo los Tres Principios de Sun Yat-sen y del Kuomintang (Nacionalismo, Desarrollo económico y Democracia política), tres etapas históricas de evolución para China a partir de la Revolución anti-Manchú de 1911: la primera, de Dictadura Militar (durante la guerra civil para la reunificación del país, la guerra anti-japonesa y la guerra civil anti-comunista); la segunda de Tutela Autoritaria (durante el desarrollo económico y la transición política); la tercera, de Constitucionalismo liberal (en la consolidación democrática). China continental, por culpa del comunismo, quedó aparte, pero las tres etapas se llevaron a cabo hasta el final en la isla de Taiwan, antigua Formosa, y desde 1949 refugio del Kuomintang bajo la denominación República de China en Taiwan, un modelo alternativo y exitoso de economía liberal frente al estatismo y corrupción del maoísmo continental con sus millones de víctimas de la represión, esclavismo y pobreza (excepto para la élite dirigente). Un auténtico despotismo oriental en los siglos XX y XXI.

Es evidente la gran responsabilidad de los presidentes F.D. Roosevelt, H. S. Truman y sendos Departamentos de Estado, con una larga lista de altos funcionarios civiles y militares del Partido Demócrata (Harry Hopkins, Edward Stettinius, Dean Acheson, J. Ballantine, J. Carter Vincent, Alger Hiss, Harry D. White, J. Stewart Service, Henry Wallace, L. Currie, George Marshall, Joseph Stilwell, etc.). Asimismo periodistas y escritores que colaboraron activamente en la propaganda pro-Mao y anti-Chiang (Edgar Snow, Owen Lattimore, John K. Fairbanks, Agnes Smedley, Anna Louise Strong, Theodore White, Annale Jacoby, etc.). Hasta hoy mismo, con la decisiva ayuda del New York Times, Washington Post, CNN, etc. en mantener la peligrosa y letal impostura de la legitimidad fake del criminal régimen de la China Comunista, con su larga historia de mentiras y ocultaciones de terribles matanzas y desastres demográficos (Gran Salto Adelante, Revolución Cultural, Modernización post-Mao, etapas plagadas precisamente de pandemias víricas: en 1957-58, 1968, 1997, 2003, etc., y ahora en 2019-20).

Asimismo hay una responsabilidad, directa o indirecta (a través de la OMS), de fundaciones con talante progresista, cercanas a las administraciones Demócratas, como las de George Soros, Mike Blomberg y Bill Gates. Acabamos de enterarnos que Obama donó en 2015 casi 4 millones de dólares al infame laboratorio de Wuhan (el “Deep State” y sus peones, como el idiota congresista Adam Schiff, siguen intentando ocultar la responsabilidad de la administración Obama-Biden y las comisiones millonarias recibidas de China). Por cierto, como múltiples empresarios oportunistas de todo el mundo hipnotizados por el presuntamente fabuloso “mercado chino”.

No deja de ser irónico y paradójico que fuera el gobierno anticomunista de Taiwan (república democrática china fundada por Chaing Kai-chek y el Kuomintang) quien diera la alerta sobre el coronavirus-cochina-19 en la temprana fecha del 31 de Diciembre de 2019. Recientes investigaciones y revelaciones (de la CIA, la DIA, el Departamento de Estado, el sinólogo Gordon Chang, los senadores Tom Cotton, Josh Hawley, Marco Rubio, Ted Cruz, Marsha Blackburn, etc.) han confirmado el dato y formulado algunas iniciativas que vamos a ir conociendo en los próximos días o semanas.

Irónicamente también, como en general todos los partidos progresistas e izquierdistas del mundo, el nuevo Partido Demócrata con sus aspiraciones y retórica de “justicia social”, “acción social”, o abiertamente “socialismo” en algunos sectores, es el menos indicado para la era del distanciamiento social. Y en particular su candidato presidencial Joe Biden, aparte de su aparente incapacidad física e incompetencia política, cuya manía personal de prodigar abrazos y “socializar” con las mujeres (no digamos ya molestarlas, verbi gratia el caso Tara Read) resulta totalmente inapropiada.

Una inevitable reflexión sobre la política se infiere de la crisis global provocada por China. Como muchas otras cosas, nada volverá a ser igual que antes. Mi predicción es que los partidos políticos -democráticos o totalitarios- ya no podrán jugar a ser partidos de masas, con sus asambleas o congresos, convenciones, y “rallies” o mítines. La política se tecnificará con sistemas más transparentes de participación y votación online. Los liderazgos “carismáticos” y populistas darán paso a estilos más racionales y menos emocionales.

No sé si esto será bueno o malo, pero quiero ser optimista y confío que nos alejará del peligro de los “Grandes Hermanos” y de la impostura de muchos políticos profesionales y expertos/asesores en comunicación y manipulación de la opinión pública. Definitivamente las “partitocracias” (de nuevo, tanto en la democracia liberal como en el totalitarismo) quedarán desprestigiadas y, espero, debilitadas o anuladas.

El lector pensará que todo esto es “wisfulthinking” (pensamiento desiderativo) y tiene razón. Creo que a medio o largo plazo la nueva política, más personal o individualista y menos colectivista, afortunadamente perjudicará al izquierdismo y al progresismo. Es decir, a quienes fueron los verdaderos responsables de la “pérdida” real de China.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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